Misión Joven ha pedido a Fabio Attard, Maria del Carmen Canales y José Miguel Núñez algunas reflexiones pastorales sobre lo vivido en Madrid en la JMJ. Su amplia visión de la Pastoral Juvenil nos puede dar pistas de reflexión. Estos son sus testimonios.
Fabio Attard, sdb
Consejero General de los salesianos para la Pastoral Juvenil
Después de algunas semanas de la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011, me dispongo a hacer una lectura personal de esta fuerte experiencia. Comparto lo que viví como salesiano, con una mirada ‘católica’ que me ha hecho gustar todavía más la belleza de la Iglesia.
- Experiencia del Movimiento Juvenil Salesiano (MJS)
Creo que en la jornada del miércoles 17 de agosto vivimos una experiencia muy positiva y que es un buen augurio para el futuro. Como Dicasterio (SDB) y Ámbito (FMA) de la Pastoral Juvenil creímos oportuno proponer, durante toda la mañana, un momento de reflexión entre todos los países presentes en Madrid para compartir la experiencia del MJS a nivel mundial.
La presencia de 53 países nos dio la posibilidad de ‘ver’ que la experiencia del MJS es poco a poco una realidad en los diversos continentes. Escuchar las diferentes experiencias fue para todos una oportunidad de ensanchar los horizontes, de ir más allá de la propia experiencia, reconociendo que el carisma salesiano está vivo, es joven y sigue siendo un hermoso reto que debe afrontarse con alegría y optimismo.
Para el MJS, Madrid marca un punto fundamental para el futuro: desde Madrid se mira hacia adelante, desde Madrid se parte con una decisión renovada.
La tarde del mismo día, vivimos un momento de fraternidad con el Rector Mayor y la Madre General. Fue un momento en el que vivimos con fuerza el sentido de familia: jóvenes de tantos países que, al encontrarnos por primera vez, nos reconocimos todos como hermanos y hermanas de la misma familia de Don Bosco.
La oración vivida aquella tarde marcó a muchos jóvenes, pero también a muchos salesianos y salesianas. La atenta e inteligente preparación del Centro Nacional de PJ de Madrid para la oración de la tarde, junto al momento fuerte de adoración eucarística, confirmaron el gran deseo de nuestros jóvenes de orar, de vivir también momentos de silencio. Pero sobre todo nos confirmó también la necesidad y la urgencia de que nosotros, los salesianos y las salesianas, somos personas que no tenemos miedo de proponer experiencias serias de oración y de adoración.
En Madrid aquella tarde vimos que los jóvenes están esperando, que no tienen miedo ni de la oración ni del silencio. Nos corresponde a nosotros dar el paso profético, tomar la decisión mística, y ofrecer a los jóvenes caminos integrales de crecimiento. Caminos que no se limitan sólo a los aspectos humanos, deportivos y culturales, sino que van más allá, se aventuran con valentía en la frontera del espíritu, a través de una experiencia sistemática y adulta de oración.
Gracias al recuerdo que nos queda en la memoria de lo que vivimos en el MJS, podemos mirar adelante con valentía. Lo importante será cómo seguir haciendo para que ese encuentro fuerte de cada JMJ, pueda ser un punto de llegada, pero también un momento de fuerte carga positiva para el futuro. Estar con los jóvenes que llegaron de tantas partes del mundo fue sin duda una experiencia que nos hizo ver el amor de los jóvenes a Don Bosco. Hizo también ver su deseo de pertenecer a un movimiento que tiene una clara identidad eclesial, centro de un camino que los compromete en la Iglesia como protagonistas.
- Lectura atenta de todos los discursos del Papa durante la JMJ
El mensaje que Benedicto XVI propuso contiene cuatro elementos claros.
En el primero Benedicto XVI llamó por su nombre a las dificultades externas que los jóvenes están encontrando cuando hacen la opción de la fe. Seguir a Jesús significa atraer la crítica y hasta la burla del mundo. Los retos tienden a arrancar de los jóvenes el coraje de la fe, entrando en una actitud de apatía espiritual, pérdida de un horizonte que ilumina y abre al misterio. Notemos que el Papa hace referencia hasta tres veces a la palabra ‘mediocridad’ como peligro constante y real que acecha a quien no tiene la valentía de salir de una lógica mezquina y autorreferencial.
Un segundo punto que destacó Benedicto XVI es la invitación a los jóvenes a ‘no tener miedo’. Compartió con los jóvenes que la fe es una experiencia comunitaria. Se cree caminando con otros. No se cree de manera solitaria. El miedo se supera mirando el entorno, descubriendo que somos muchos los que hemos hecho la opción de la fe. El sentido de la comunidad no es un soporte que justifica la fe, sino que es el ambiente esencial que hace crecer la fe, que sostiene el esfuerzo por la fe. El sentido comunitario es también la dimensión que hace entender a los jóvenes que creer es también salir de sí mismo para encontrar al otro, compartiendo la belleza de creer.
El tercer punto que destacó el Papa fue indicar la vía, ofrecer a los jóvenes un camino: enraizad vuestra historia, construid vuestra casa sobre la roca que es Cristo, dice Benedicto XVI a los jóvenes, citando a san Pablo. Estar firmes en la fe da a la vida de los jóvenes un sólido punto de referencia, pero también una dirección clara. Los discursos del Papa eran una palabra clara, positiva e intrépida.
El cuarto y último punto fue invitar a los jóvenes a hacer un tesoro de su fe, pero también a encontrar modos y métodos de compartir la alegría que lleva consigo la fe. El Papa pidió a los jóvenes que gustasen, sí, el don de la fe, pero que no olvidasen que si la fe es un don es también una responsabilidad. Hacer conocer el don de la fe a muchos otros jóvenes que están buscando no una opción, sino una llamada tan urgente como bella. Jóvenes creyentes que van al encuentro de jóvenes sin fe, ofreciéndoles la alegría de la fe a través de un testimonio sencillo, accesible y comprensible.
En este contexto es, por tanto, significativa la llamada del Papa en el Angelus del domingo, cuando invitó a todos a seguir cultivando la pastoral juvenil con entusiasmo y dedicación.
- ¿Qué identidad tiene el joven que participó en la JMJ?
Es importante también reflexionar sobre el tipo de jóvenes que fue a Madrid. Aunque no tenemos todavía un estudio claro sobre la masa de jóvenes presentes en Madrid, tenemos ya algunos estudios que nos hablan de la experiencia religiosa de algunos de ellos. Por ejemplo, de un estudio sobre los jóvenes franceses llegados a Madrid sabemos que el 96% de ellos han recibido una educación religiosa; el 73% forman ya parte de un grupo que tiene una propuesta clara; y el 58% van a misa al menos una vez a la semana[1]. Todo esto nos dice que los jóvenes de la JMJ tienen una idea clara de su llamada y sus opciones van en esa dirección. Su participación en la JMJ forma parte de un momento fuerte que sostiene su camino.
En una entrevista a La Croix, Mons. Benoît Rivière, obispo de Autun, Francia, presidente del Consejo para la pastoral de los muchachos y de los jóvenes, dice que gracias a las JMJ, la figura del Papa resulta más cercana a los jóvenes, como un padre y maestro de la fe. Además, por parte de los jóvenes se ve que ha aumentado su deseo de encontrar a otros jóvenes lejanos de la fe, para compartir con ellos su experiencia personal. Pero, continúa Rivière, no olvidemos que también entre ellos hay jóvenes que tienen dudas, que están en un camino de búsqueda. Un último elemento, creo que de crucial importancia para nosotros y que nos hace reflexionar mucho, es que a través de esta participación juvenil se nota que el clima general vis-à-vis de la Iglesia, especialmente en Francia, ha cambiado. Veamos, entonces, comenta Rivière, que es realmente posible proponer de nuevo hoy la transmisión de la fe, viendo la capacidad de los jóvenes para responder a la llamada de la Iglesia.
Creo que esta reflexión nos invita a todos nosotros, educadores y pastores, a que veamos también en un ambiente tan secularizado y con un fuerte acento de laicidad, como el francés, que el alma de los jóvenes sigue siendo un alma que busca: una búsqueda que ningún sistema político o filosófico logra apagar y menos hacer olvidar. La sed de lo divino igual que el hambre de lo espiritual no son dimensiones transitorias, sino constitutivas de la persona, especialmente de la juvenil.
- Una reflexión, muy personal, sobre los momentos compartidos con los jóvenes que se acercaron al sacramento de la reconciliación
Digo con sinceridad que las horas que pasé confesando en El Retiro fueron para mí momentos de gracia y de bendición. Ponerme a disposición de los jóvenes para escuchar sus confesiones, y ofrecerles en el nombre de Cristo la gracia del perdón, me hizo entrar en el corazón de muchos jóvenes de varios continentes. Oí que quieren descubrir el amor de Jesús por ellos con gran honradez y disponibilidad. Son jóvenes que tienen un profundo deseo de amar a Jesús y de llevarlo a los demás. Como salesiano sacerdote esta experiencia me edificó, pero me ha hecho reflexionar mucho. Encontré jóvenes no sólo buenos ¡sino santos!
- Algunos recuerdos para no olvidar
A la mañana siguiente de la JMJ viajé inmediatamente hacia Japón, donde tenía una cita con la comunidad salesiana para unos ejercicios espirituales. En el avión no dejaba de pensar en aquellos rostros juveniles de Madrid. Me acompañaba su sincera alegría, su fuerte deseo de conocer a Jesús, su gran capacidad de transmitir la alegría de la fe, simplemente con sus sonrisas.
Me quedé también con el rostro de un Papa que, en su sencillez, invita a los jóvenes a no tener miedo de encontrar a Jesús. En sus palabras se sentía el amor de un pastor que con delicadeza, pero con claridad, dice todo lo que los jóvenes tienen necesidad de oír. Benedicto XVI tocó la cuerda de su corazón: ha entendido el corazón de los jóvenes. Y por su parte, los jóvenes hicieron todo por mostrarle todo su afecto. En las palabras del Papa había gran caridad, pero también una invitación al conocimiento, al descubrimiento de ese amor grande, que encontramos y experimentamos sólo en la persona de Jesús.
Junto a esta actitud de ‘compasión’ y de relación, una lección que el Papa nos ofrece a nosotros, los evangelizadores y educadores de los jóvenes, es la siguiente: un paradigma pastoral en el que, a través del uso de la razón, lleva a los jóvenes al umbral del misterio: y desde allí, al encuentro con Jesús. La honradez intelectual se extiende e inspira en la búsqueda espiritual. No existe dicotomía sino continuidad. El discurso a los profesores jóvenes es una pequeña obra de arte que no se debe olvidar.
- ¿Y para nosotros los Salesianos?
A la luz de todo esto, será interesante ver que nosotros en nuestra acción pastoral estamos favoreciendo este espacio humano, a través de la razón, para facilitar después la conexión con la sed de lo sagrado y el hambre del sentido de la vida de los jóvenes.
La JMJ ha sido un laboratorio vivo, o tal vez sea mejor decir que la ciudad de Madrid ha sido un cenáculo en el que el Espíritu inyectaba su fuerza en el corazón de los jóvenes. Lo que hemos vivido no está lejos de nuestra tradición salesiana, hablando teóricamente. Pero aquí no se trata ya de hacer sólo teoría. Estamos llamados a iluminar lo vivido, el nuestro y el de los jóvenes, con esa fuerza de pensamiento y acción que encuentra su raíz en la contemplación de la verdad. Estamos llamados a ofrecer a los jóvenes caminos en los que nosotros mismos estemos dispuestos a ser peregrinos, impulsados por el amor de Jesús que no se deja caer en el pesimismo, sino que conduce al optimismo de la fe.
En la era posmoderna y globalizada apreciamos una vez más la frescura de la Buena Noticia de Jesús. Pero vemos también la urgencia de renovarnos en la vivencia del Sistema Preventivo, cada vez más vivaz y pertinente. Tal vez es el caso de decirnos otra vez – Don Bosco ritorna! ¡Vuelve Don Bosco!
Fabio Attrad
Maria del Carmen Canales, fma
Consejera General de las salesianas para la Pastoral Juvenil
Al mes de terminar la JMJ es interesante dejar que hable la experiencia que viví y acumulé en esos días, las horas que al ritmo de los jóvenes pateé las calles de Madrid, los diálogos que mantuve con ellos, los momentos de oración que celebramos, los colores que contemplé, las caras que miré, los espacios que compartí, los silencios que acogí, las amistades que creé, las fotografías que realicé y…
Concreto la valoración y lectura de la XXVI JMJ desde dos ópticas: una lectura de la experiencia de estar entre los jóvenes y el reconocimiento de la fuerza transformadora que tienen los jóvenes hasta hacer de una ciudad el patio, la casa y la iglesia para dos millones de jóvenes.
1.- El valor de una llamada
“Con profunda alegría, os espero a cada uno personalmente”. Una llamada que ha tenido un eco significativo y tremendamente grande en el corazón de los jóvenes. Cerca de dos millones de jóvenes, se han movilizado procedentes de todas las partes del mundo, de más de 193 países.
La llamada llegó a los jóvenes católicos y a los de otras religiones, todos personal y libremente respondieron a quien como padre y pastor les esperaba con sencillez, cercanía humana y profundidad. Han encontrado a una persona que narra, comparte y anuncia un mensaje de esperanza sostenido por un enorme rigor intelectual y un claro y explícito anuncio de Jesucristo.
Los que fueron a Madrid, eran jóvenes deseosos de conocer a Cristo más a fondo. Es esta la razón que les hizo ponerse en camino sin temor al calor, al cansancio, a las incomodidades, a los tiempos largos de espera, porque, como les dijo el Papa: “ninguna adversidad os paralice”.[2] Ante estas palabras puedo comprender la sencilla comunicación de una joven mientras caminaba hacia Cuatro Vientos bajo un sol infernal:“Estoy impaciente por escuchar que es lo que el Papa quiere decirme en esta vigilia”. Y sin dudas oyó: “No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad… el Señor os ha otorgado vivir en un momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su nombre en toda la tierra”.[3]
2.- En comunión con la Iglesia
La JMJ ha permitido a jóvenes y adultos sentirse mucho más hijos e hijas de la Iglesia, ser parte viva de ella en contraposición con quienes en el período de preparación de la jornada habían resaltado más la rigidez, el legalismo, las formas. Los jóvenes, independientemente de quienes organizaban, se han acercado al rostro acogedor, cercano, vivo, auténtico, apasionante del Pastor de la Iglesia que expresó desde el primer momento de su llegada a Barajas: “Vengo aquí a encontrarme con millares de jóvenes de todo el mundo, católicos, interesados por Cristo o en busca de la verdad que dé sentido genuino a su existencia”.[4]
Es verdad que los jóvenes no han cerrado los ojos a los límites de la Iglesia, a la suntuosidad con la que algunas cosas se han preparado, ellos no necesitaban tanto, porque han sabido hacer de la ciudad un patio para compartir, una casa para el encuentro y una Iglesia para rezar, adorar, confesar.
La generación joven presente en la JMJ ha mirado la Iglesia tamizándola por el rostro de procedencia de multiplicidad de jóvenes, por la universalidad y la humildad de abrirse a todas las culturas que al unísono vibraban por los valores del Evangelio y por los innumerables rostros anónimos que miraban en una misma dirección: Cristo y el Evangelio.
3.- Una propuesta pastoral
La JMJ ha sido una propuesta pastoral clara y determinada para los jóvenes. Se trataba de reforzar la fe de los que son católicos, de despertarla en quienes aún no se han encontrado con el Dios de la Vida y de favorecer la comunión con la Iglesia. Con mucha claridad, Benedicto XVI, expresó desde el primer saludo a la ciudad el objetivo de su visita: “Llego como sucesor de Pedro para confirmar a todos en la fe, viviendo unos días de intensa actividad pastoral para anunciar que Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Para impulsar el compromiso de construir el Reino de Dios en el mundo, entre nosotros. Para exhortar a los jóvenes a encontrarse personalmente con Cristo Amigo y así, radicados en su Persona, convertirse en sus fieles seguidores y valerosos testigos”.[5]
Permanecen aún en la memoria y en los ojos la masa de jóvenes que en la diversidad de culturas, experiencias religiosas, formación… acogieron la propuesta de vida que, en el camino pastoral de estos días, el Papa les traía: centrarse en los valores de solidaridad, fraternidad y espiritualidad que ayudan a resistir al consumismo, al hedonismo y al reclamo sexual, proponiéndoles principios y valores fundados en la Palabra, la Eucaristía, la adoración, la reconciliación, la búsqueda de la verdad, de la belleza y el compromiso de conocer aquello en lo que creen.
Por los mensajes transmitidos a los jóvenes se comprende que el Papa entiende la pastoral, fundamentalmente, como un “acompañamiento personal”, es por esto que les habló como guía segura enseñando a no perder de vista lo que es esencial para la vida. A los voluntarios, reconociendo que muchos se habían quedado sin participar directamente en los actos de esos días por dar respuesta a la responsabilidad de su servicio, con pocas palabras les orientó a saber hacer una lectura creyente del día a día diciéndoles:“En cierto sentido, habéis hecho realidad las palabras del Señor: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35).[6]
En concreto, este acompañamiento debe llevar a constatar que la fe no es algo del pasado; que ella puede ser vivida hoy y que viviéndola encuentran realmente el bien. Por esto es tan importante para los jóvenes poder vivir la experiencia de la Iglesia como la de un grupo de amigos que sentados en las calles de Madrid o en el aeródromo de Cuatro Vientos, esperan pacientes a quien tiene un gran mensaje que comunicar: “Si permanecéis en el amor de Cristo, arraigados en la fe, encontraréis, aun en medio de contrariedades y sufrimientos, la raíz del gozo y la alegría. La fe no se opone a vuestros ideales más altos, al contrario, los exalta y perfecciona. Queridos jóvenes, no os conforméis con menos que la Verdad y el Amor, no os conforméis con menos que Cristo”.[7]
Benedicto XVI ha propuesto una pastoral juvenil vocacional con una indicación explícita a la vida de especial consagración: “A otros, en cambio, Cristo los llama a seguirlo más de cerca en el sacerdocio o en la vida consagrada. Qué hermoso es saber que Jesús te busca, se fija en ti y con su voz inconfundible te dice también a ti: «¡Sígueme!» (cf. Mc 2,14).[8]
Puso las bases para una pastoral juvenil misionera orientada a no quedarse en el gusto del encuentro personal con el Señor o en el deseo de vivir la fe con “una mentalidad individualista” sino con la capacidad de “dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allí donde hay rechazo o indiferencia”[9] como fruto de la amistad con Jesús porque “no se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios. Pienso que vuestra presencia aquí, jóvenes venidos de los cinco continentes, es una maravillosa prueba de la fecundidad del mandato de Cristo a la Iglesia: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15).[10]
4.- El Movimiento Juvenil Salesiano en las JMJ
Una experiencia nueva, para la Familia Salesiana fue el inscribirse como Movimiento Juvenil Salesiano (MJS) en estas jornadas. Un total de 11.000 participantes de 53 países de los cinco continentes acompañados por un número significativo de Hijas de María Auxiliadora (200), de Salesianos y de Salesianos Cooperadores se hicieron presentes en estas jornadas.
Todos eran conscientes de que tenían que recibir mucho y también que traían algo muy importante para compartir con otros grupos y movimientos, la experiencia espiritual, reconocida en la Iglesia como un don de Dios a la Familia Salesiana para la juventud, es decir la Espiritualidad Juvenil Salesiana.
La presencia, durante todos los días de la JMJ, del Rector Mayor de la Congregación Salesiana Don Pascual Chavez y de la Madre General del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora sor Yvonne Reungoat, dio mucha más profundidad y familiaridad al Miniforum del MJS celebrado la mañana del 17 y a la fiesta y vigilia de oración de la tarde. Ellos supieron compartir con los jóvenes la presencia, la palabra, la oración, la llamada, la simpatía y la sencillez de quienes sienten que tienen como misión el estar entre ellos para acompañarles al encuentro personal con Jesucristo.
El día 17 de agosto fue una gran oportunidad para el MJS. Todos vivieron con gozo el sentirse parte de una gran familia y experimentaron la internacionalidad del MJS en el Miniforum celebrado en la mañana con la representación de jóvenes, SDB e FMA de las distintas inspectorías, un total de 170 personas que compartieron la reflexión sobre la EJS, preguntaron y acogieron las palabras de quienes hoy son el IX sucesor de don Bosco y la IX sucesora de Madre Mazzarello, vivieron juntos la celebración Eucarística y compartieron la comida familiar. Mucho más universal fue la fiesta y la vigilia de oración celebrada por la tarde. Más de 11.000 jóvenes experimentaron que la fiesta y la oración, el juego y la interioridad son rasgos propios de la Espiritualidad Juvenil Salesiana.
A destacar en esta JMJ como un valor muy positivo, la presencia de las Hijas de María Auxiliadora y los Salesianos entre los jóvenes. Ellos, no salieron en las cámaras televisivas como grupos de religiosos y religiosas presentes en la JMJ, pero estaban ahí, donde Don Bosco y María Mazzarello les querían, entre los jóvenes. En el patio de Atocha como en el aeródromo de Cuatro Vientos los jóvenes del MJS con los SDB y las FMA, presentaban un mensaje espectacular en el que se percibía un genuino y espontáneo ambiente salesiano.
Los educadores presentes se sintieron “puente” entre Dios y los jóvenes, rezandopor y con tantas caras de jóvenes, de todo el mundo. Contemplaron un patio y un aeródromo que pasó del bullicio del juego y la música, al silencio de la adoración; de la petición y el agradecimiento, a la escucha de la llamada. Fue la contemplación de la Cruz, de la Palabra y de la presencia Eucarística de Jesucristo la que suscitó en el corazón abierto y disponible de los jóvenes la pregunta:¿Qué quiere Dios de mí?
La experiencia de vivir y sentirse acogidos durante seis días, en las comunidades de los SDB y de las FMA, jóvenes de distintos países, fue de un gran valor pedagógico en esta JMJ como fue de estímulo el recibir la mañana del 20 de agosto, el envío para dirigirse juntos como MJS a Cuatro Vientos, sin duda que esto les ayudó a soportar el calor; a aceptar la ocupación por otros jóvenes, del lugar que les correspondía según la acreditación; a acoger serenamente la falta de agua para beber o la imposibilidad de encontrar la comida y la cena de ese día.
Los jóvenes del MJS parten de las JMJ con la identidad reforzada, con un horizonte eclesial más universal, con una visión mundial del Instituto de las FMA y de la Congregación de los SDB y con la mente y el corazón disponibles y abiertos a soñar y a donar lo recibido en la marea de fe de los dos millones de jóvenes que en Madrid se encontraron.
5.- Conclusión
Cuatro Vientos fue el lugar de la prueba y de la hondura espiritual de los jóvenes que respondieron a la cita con Benedicto XVI. Con el grito unánime “¡Esta es la juventud del Papa!” querían manifestar que nada ni nadie les impedía arrodillarse ante el Señor para permanecer en su amor y vivir arraigados y edificados en Cristo. Firmes en la fe (cf Col. 2,7).
No olvidarán, los jóvenes que participaron, la pregunta de Jesús: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” ni las palabras del Papa: “la fe va más allá de los simples datos empíricos o históricos, y es capaz de captar el misterio de la persona de Cristo en su profundidad”[11] y estos y otros muchos jóvenes seguirán mirando a la Cruz y al Icono de María la Madre que les acompaña.
María del Carmen Canales fma
José Miguel Núñez, sdb
Consejero General para Europa Oeste
Estuve en Madrid en agosto, con los jóvenes de todo el mundo en una fiesta multicolor de fe y de alegría. Una experiencia única, irrepetible, de las que te ensanchan el corazón porque respiras una bocanada de aire fresco, aire evangélico, aire de comunión eclesial.
Vi a jóvenes venidos de todos los rincones en un movimiento armónico y serpenteante, en una ciudad amable y acogedora que los hizo parte de sus plazas y sus calles, de sus avenidas y sus parques sin estridencias.
Y de lo que vi, de eso hablo. Ante muchas de las incertidumbres y las trabas de los que cuestionan la valencia pastoral de una propuesta de este tipo no me queda ninguna duda: viví durante una semana codo a codo con los jóvenes una experiencia creyente con fuerte contenido eclesial y de importantes resonancias vocacionales. Para cualquier planteamiento serio de pastoral juvenil este tipo de eventos, bien acompañados en el antes, en el durante y en el después son una oportunidad para la evangelización y el crecimiento en la fe de adolescentes y jóvenes.
- Una experiencia de fe
Es claro que ante una marea humana tan impresionante los matices son necesarios ante cualquier análisis que se quiera hacer. Pero sin poder entrar en disquisiciones sociológicas y sin querer dejarme atrapar por estériles estadísticas, creo que la mayor parte de los jóvenes con los que compartí estos días trataron de vivir y expresar su fe sin ambages. Algunos desde la búsqueda. Otros desde la convicción. Los más, desde la disponibilidad ante una experiencia novedosa compartida con miles de jóvenes como ellos.
Vi jóvenes que buscan autenticidad, con los pies en el suelo y la mirada esperanzada. Jóvenes comprometidos con su fe, con las manos abiertas en un gesto simbólico de solidaridad universal. Jóvenes portadores de un mensaje transformador porque pendientes de los labios de su Maestro, atentos a su Palabra, abiertos a su gracia, siguiendo sus pasos por caminos de libertad.
Vi la mirada transparente de muchos de ellos con los que compartí durante horas la fiesta del perdón. He palpado la fuerza de la misericordia en la vida de las personas. Los jóvenes cristianos están por la luz, la que ha vencido definitivamente a la noche y ha hecho añicos la tiranía del pecado y de la muerte. He visto reír y llorar, estremecerse y emocionarse cuando han liberado el corazón y el perdón de Dios los ha transformado con su potencia sanadora.
Creo en el valor de esta experiencia para la maduración de la fe de los jóvenes. Inserta en el itinerario que recorren, es un estímulo para seguir creciendo como testigos del Resucitado. Estoy seguro, porque así lo he palpado, que para muchos ha sido una experiencia significativa de encuentro con Dios revelado en Jesucristo que no les ha dejado indiferentes. Sin saber articularlo muy bien, el entrelazarse de la dimensión creyente con la expresión celebrativa ha tocado sus vidas afectando su percepción de la experiencia de la fe e invitándoles a adentrarse en un mayor compromiso existencial con la persona de Cristo Resucitado. En esta experiencia, para muchos de auténtica fides qua, la dimensión eclesial ha sido – además – un descubrimiento fundamental.
- Una experiencia eclesial
La experiencia de la fe no es posible sin la comunidad cristiana en la que se vive, se cree y se celebra junto a otros bautizados. Ante la disociación que en no pocas ocasiones vivimos en nuestra propuesta pastoral entre la persona del Cristo y la inserción eclesial, la experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud ha sido un canto a la comunión en la multiplicidad de culturas que expresaban a las mil maravillas la catolicidad de nuestra Iglesia. La identificación con una comunidad universal de fe de la que me siento parte ha sido también un estímulo no indiferente para un buen número de jóvenes a los que acompañé esos días.
Por otro lado, hemos tomado distancias de tópicos y prejuicios a los que nos tiene acostumbrados una cierta visión distorsionada de la Iglesia en la mentalidad imperante. He visto el rostro de una Iglesia joven, comprometida y audazmente creativa. Una Iglesia respetuosa y abierta, acogedora y plural. Una Iglesia encarnada en miles de peregrinos que traían entre sus manos la realidad de sus contextos y en su corazón el anhelo de una humanidad nueva.
A través de las experiencias compartidas he visto la riqueza carismática y ministerial de la Iglesia: comprometida con los pobres, en la frontera de la miseria humana, en el terremoto y en la hambruna, en los sueños estrechos de quienes buscan un paraíso que no existe y ahogan su anhelo en una mala travesía; presentes en los arrabales de la historia, en la periferia del sistema, en los barrios y en los pueblos, en todos los rincones del mundo. La vida religiosa, profética y audaz, tomó también la palabra por las calles de Madrid aquellos días del mes de agosto.
He visto una Iglesia evangelizadora, fiel al mandato de su Señor de llevar la Buena Nueva a todos los confines de la tierra. Una Iglesia portadora de buenas noticias para la vida y la esperanza de las personas a la que no le interesa el poder ni los poderosos. Una Iglesia que quiere tener voz en el mundo de hoy como una minoría creativa, respetuosa y constructiva al servicio de los últimos, de los más vulnerables, de los que no importan a nadie.
He visto a los jóvenes sentirse Iglesia, católicos en la universalidad de la fe que profesan, sin miedo a expresar públicamente lo que son y lo que creen. Son muchos los que, convocados por el Señor Jesús, comparten la misma fe, la misma esperanza y el mismo amor solidario y cercano a los hermanos, especialmente a los que más sufren.
He visto también a un Papa joven. Un anciano que expresa en su palabra y en su sonrisa toda la fuerza de la debilidad. Un Papa cercano y sabio, con mirada serena y manos que bendicen, que dicen bien de Dios, que alientan y acarician el alma porque llenas de santidad en su gesto amable y afectuoso. He visto a un Papa que camina con decisión, que propone horizontes que alcanzar, que señala nuevos caminos que recorrer. En medio de la tormenta, frente a las inclemencias del tiempo (también del tiempo en que vivimos), su voz quebrada y firme nos ha susurrado palabras de esperanza.
Benedicto XVI quiere a los jóvenes y los jóvenes lo quieren. Será porque les habla de Dios y su hablar es creíble. Junto al sucesor de Pedro, la experiencia de laecclesia ha sido un descubrimiento y un impulso para un renovado compromiso en las Iglesias locales.
- Una experiencia vocacional
Ha sido también una experiencia vocacional. Para mí y para los jóvenes. Para mí porque me he sentido renovado en la fe, fortalecido en la esperanza y alentado interiormente en mi servicio pastoral. Para los jóvenes porque Dios continúa llamando e interpela el corazón de las personas con su Palabra, Jesucristo el Señor, presente en la Eucaristía celebrada y vivida como memoria y profecía del Reino ya presente entre nosotros y presente también en los pobres y excluidos que reclaman un puesto en la mesa del banquete.
Frente al testimonio de tantos hermanos y hermanas, muchos se han preguntado qué quiere Dios de sus vidas. Con algunos he tenido la oportunidad de hacer camino acompañándolos en respeto y libertad. La experiencia ha sido propicia y ha ofrecido los elementos para el discernimiento: la escucha, el encuentro, el silencio, la fraternidad, el compromiso… Los jóvenes estaban a tiro, bien dispuestos para acoger el don de Dios; generosos y disponibles para asumir proyectos de vida auténticos en el seguimiento radical de Jesucristo. El Espíritu sigue soplando y nadie sabe de dónde viene ni a dónde va. Pero lo cierto es que experimentamos su presencia renovadora.
Al final de estas sencillas reflexiones, es necesario algún matiz más casi a modo de conclusión. Es verdad que la pastoral juvenil necesita de procesos. Pero también los procesos se enriquecen con experiencia significativas que estimulan el camino y señalan nuevas veredas por las que transitar. La Jornada Mundial de la Juventud, más allá de estadísticas y organizaciones, es una estrategia pastoral con inmensas posibilidades si sabemos, con inteligencia, acompañar a los adolescentes y jóvenes más allá de la cáscara para poder penetrar en el meollo de la propuesta, para pasar de “vivencias” consumidas a la experiencia creyente: el encuentro con Dios Trinidad revelado en Jesucristo y la respuesta de fe vivida eclesialmente. Tal experiencia, acompañada por adultos en la fe y hecha cotidianidad en el compromiso por vivir la vida buena que Jesús nos propone, puede ayudar a madurar vocaciones carismáticas y ministeriales al servicio del pueblo de Dios, especialmente de los últimos y de los más vulnerables.
Aunque no faltan otros aspectos más críticos que dejamos para mejor ocasión, en el capítulo del “debe”, naturalmente, he visto también a algunos que desprecian a quienes no piensan como ellos y con ideológica miopía vulneran la libertad que exigen. Pero ese es otro sol que no nos calienta y ante el que nos encontrarán respetuosamente indignados.
Puedo decir, en definitiva, que he vivido una gran fiesta de fe con los jóvenes. Como aquel discípulo que llegó al sepulcro, he visto y he creído: Jesucristo resucitado sigue llenando el corazón de las personas y la Buena Noticia de Dios sigue resonando en el mundo de hoy como un mensaje liberador para la vida y la esperanza de los pequeños y los pobres.
José Miguel Núñez
[1] http://www.lavie.fr/complements/2011/08/04/18918_1312453793_enquete-jmj-la-vie.pdf
[2]BENEDICTO XVI, Homilía del Santo Padre en el aeródromo de Cuatro Vientos, Madrid, 20 de agosto 2011.
[3]Ivi
[4]BENEDICTO XVI, Discurso pronunciado en la ceremonia de bienvenida a las XXVI JMJ, Madrid, 18 de agosto 2011.
[5]BENEDICTO XVI, Discurso pronunciado en la ceremonia de bienvenida a las XXVI JMJ, Madrid, 18 de agosto 2011.
[6]BENEDICTO XVI, Encuentro con los voluntarios en las JMJ, Madrid, 21 agosto 2011.
[7]BENEDICTO XVI, Homilía del Santo Padre en el aeródromo de Cuatro Vientos, Madrid, 20 agosto 2011.
[8]Ivi
[9]BENEDICTO XVI, Homilía del Santo Padre en el aeródromo de Cuatro Vientos, Madrid, 21 agosto 2011.
[10]Ivi
[11]BENEDICTO XVI, Homilía en el aeródromo de Cuatro Vientos de Madrid, 21 agosto 2011.