¿UNA PASTORAL CÁLIDA? PROS Y CONTRAS.

1 junio 2011

Jesús Rojano Martínez
Coordinador de Pastoral del Colegio Salesiano Paseo Extremadura (Madrid)
y profesor en el CES Don Bosco y en el Instituto Superior de Pastoral.

SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
El autor se acerca a las razones y argumentos de los críticos y de los entusiastas de la pastoral cálida. Se acerca a Jesús, buena noticia de mediación y de mediador, que trae verdad y produce gozo. La pastoral cálida es evangélica, buena y necesaria, con tal que se parezca verdaderamente a la de Jesús, y evitemos así que se convierta en superficial y superflua, y nos estorbe en vez de ayudar.
 
INTRODUCCIÓN
Misión Joven dedica este número al estudio de la llamada pastoral cálida, es decir, aquella pastoral que privilegia la cercanía, acogida, diálogo y sintonía con los gustos de los destinatarios, así como las dimensiones lúdicas, emotivas y estéticas. En este artículo trataremos de emitir un juicio sobre ella. Reconozco de entrada que voy a decir primero una cosa y luego su contraria. Lo hago aposta, para dejar constancia de la ambigüedad y complejidad de la cuestión. No se trata de decir pastoral cálida sí o no, sino pastoral cálida, sí o no, según y cómo…Por eso prefiero ofrecer los dos puntos de vista, con sus pros y contras e invitar a pronunciarse al lector.
Comenzaremos con una pequeña digresión cinematográfica. La película La red social, de David Fincher, termina más o menos como empieza. Mark Zuckerberg, un estudiante genial pero con pocas habilidades emocionales, recibe calabazas de una compañera, Érika. Para vengarse o compensar la frustración, Zuckerberg pone en marcha uno de los grandes fenómenos de la primera década del siglo XXI, la red social facebook. Al final de la película, tras un montón de peripecias y pleitos judiciales, Mark intenta inútilmente que su amor frustrado, Érika, le acepte como amigo en facebook. El espectador se sorprende de que Mark haya montado todo ese jaleo para conseguir la admiración de una chica: “Ya que no puedo conseguir mi objetivo esencial, el amor de Érika, como sustitutivo me saco de la manga la mayor red social del mundo”. Vista su trayectoria, no nos extraña la última frase que Mark escucha de boca de su abogada: “Mira, Mark, en el fondo no eres mal chaval, pero eres un payaso”. Mark podría ser un buen prototipo del ser humano actual, que con frecuencia mezcla lo instrumental y lo finalista, los medios (lucirse inventando facebook) y los fines (conseguir la admiración y el amor de su chica).
¿Qué tiene esto que ver con la pastoral cálida? Creo que el lema publicitario de la película, “No se pueden tener 50 millones de amigos sin ganarse algún enemigo”, podría parafrasearse desde el punto de vista de la pastoral cálida más o menos así: “No se puede llegar a tantos destinatarios sin que se resienta un poco la exigencia o la profundidad”. O bien: “Si queremos que se sientan a gusto con nosotros, habrá que bajar un poco el listón de la exigencia”. La pastoral cálida da mucha importancia al medio, al cómo, pero puede descuidar el fin, el para qué.
 

  1. Críticas o sospechas sobre la pastoral cálida

También en la acción pastoral nos podemos quedar en los medios y descuidar los fines. En una pastoral cálidadesmesurada puede convertirse en un fin el agrado y comodidad de los destinatarios, con frecuencia a costa de rebajar o ignorar el evangelio.
Muchos creen, recurriendo a la célebre expresión del libro de Bonhoeffer[1], que una pastoral que sólo se preocupa por lo lúdico, una pastoral cuya finalidad principal es ser atractiva y cálida, se parece demasiado a lagracia barata, que hace demasiadas rebajas o recortes al evangelio, corriendo el peligro de llegar a su banalización. Para los que hacen esta crítica, la pastoral cálida sólo sería una excusa para rehuir o escamotear lo esencial.
Así pues, los críticos de la pastoral cálida se preguntan: ¿No se estará haciendo de necesidad virtud? ¿No será lapastoral cálida una nueva versión de la fábula de la zorra y las uvas? “Puesto que no consigo las uvas (la evangelización integral), me engaño y digo que están verdes”, o sea, “los destinatarios no están aún maduros para oír hablar explícitamente de Jesucristo”. Ante esta última excusa, nos viene a la cabeza una respuesta de Moltmann, formulada en otro contexto: “¿Cuándo, si no ahora? ¿Dónde, si no es aquí? ¿Quién, si no nosotros? ¡Por Dios, que [esta urgencia] no nos sea arrebatada para sucumbir a un relativismo postmoderno!”[2].
Por tanto, una pastoral que sólo busca agradar y pone el acento exclusivamente en ser cálida suele caer en las medias tintas y en la falta de calidad y autenticidad. Se ponen condiciones al seguimiento radical de Jesús y el evangelio queda muy empobrecido. Se podría aplicar aquí la crítica que hace San Juan de la Cruz en la Subida al Monte Carmelo al alma que no logra desasirse, o sea, cortar totalmente las amarras que le impiden avanzar en lanoche oscura:
 
“Cuando reparas en algo
dejas de arrojarte al todo.
Porque para venir del todo al todo,
has de negarte del todo en todo.
Y cuando lo vengas todo a tener,
has de tenerlo sin nada querer.
Porque, si quieres tener algo en todo,
no tienes en Dios puro tu tesoro”.
 
Con palabras más modernas, Bonhoeffer viene a decir lo mismo que el santo abulense: “¿Cómo puedes pretender entrar en comunión con él si en algún aspecto de tu vida te estás escapando de él? Nadie ha de sorprenderse de que la fe se le haga difícil mientras quede alguna parte en su vida en la que conscientemente siga resistiendo o desobedeciendo el mandamiento de Jesús”. ¿Y por qué la pastoral cálida puede favorecer que nuestro seguimiento de Jesús tenga demasiadas condiciones? Pues porque habitualmente tiende a edulcorar o pasar por alto los aspectos más exigentes del evangelio. Empieza por los aspectos agradables de la propuesta cristiana, pero nunca encuentra el momento de presentar también los más exigentes. En efecto, una pastoral excesivamente cálida puede olvidar que el amor cristiano debe ser un amor sin medida, sin límites, que no se queda a medias (cf. 1Cor 13), y que “Cristo no fue una ambigua mezcla de y no, sino siempre ” (2Cor 1,18). Así pues, se corre el riesgo de olvidar que “Jesús no necesita admiradores, sino seguidores” (Kierkegaard).
El agente de la pastoral cálida puede parecerse a esos padres actuales que nunca se atreven a poner límites a sus hijos o a decirles que no a algún capricho de vez en cuando. De esa manera, se olvida la gran necesidad actual de educar en el imperativo de decir “no” o “imperativo de disidencia” (José Luis Segovia, Javier Muguerza) ante ciertas manifestaciones, expresiones o deseos injustos o inapropiados[3]. Así, la pastoral cálida suele olvidar una dimensión cristiana irrenunciable, la denuncia profética.

  1. Crítica de la crítica: Sospechas sobre la “pastoral fuerte”

Sin embargo, no todo está dicho con lo anterior. Los enemigos de la pastoral cálida, con su propuesta de pastoral seria y fuerte, corren, a su vez, otros riesgos. Los extremos se tocan. Pueden parecerse a aquel personaje de El nombre de la rosa que mantenía que el buen humor es peligroso y que Cristo jamás se había reído.
 
El evangelio: buena noticia que transmite alegría
Resulta iluminador, en este sentido, el concepto de ortopatía que defiende desde hace tiempo el teólogo Jon Sobrino. Sobrino insiste en que evangelio quiere decir buena noticia (en griego, eu-aggelion), y que no se puede comunicar una buena noticia sin transmitir alegría y gozo[4]. Así, hay una convergencia entre esta consideración del evangelio como buena noticia y la llamada a la recuperación de lo lúdico, aunque hay matices y acentos distintos respecto a la fuente de donde surge el gozo: “Muchos se alegran de que Jesús anunciase e iniciase la liberación para los pobres de este mundo (el reino de Dios) y se alegran también de que el mediador (Jesús de Nazaret) fuese como fue. Es buena noticia la mediación y es buena noticia el mediador”[5]. Sobrino dice que Jesús fue un buen mediadorporque nos salvó con su encarnación, muerte y resurrección, pero también fue un mediador bueno por su modo de ser (tierno, misericordioso, solidario, veraz… cálido)[6]. Además, según Sobrino, que el modo de ser de Jesús fuera buena noticia y produjera gozo no es un constructo teórico elaborado a priori, sino constatación de una realidad fáctica que de hecho fue así (cf. Hech 10,38; Heb 2,11; Tit 2,11…)[7].
Jesús es buena noticia en su mismo modo de ser sobre todo por una serie de rasgos que nos lo mostraron cercano a los seres humanos: “En Jesús se capta –con un cierto sabor a milagro- la aparición de lo verdaderamente humano y esto sigue siendo buena noticia”[8]. Esos rasgos son, sobre todo, su honradez fundamental (asumir lo humano con todas sus consecuencias), la primariedad que dio a la misericordia, su voluntad de buscar y decir la verdad, su fidelidad en la historia a Dios y a los hombres, su libertad orientada desde y para la bondad, y su convicción gozosa de que Dios es esencialmente bueno (expresado en signos concretos y gozosos como las celebraciones de comidas compartidas con pecadores y con las personas despreciadas en aquella sociedad)[9].
Jon Sobrino cree que este modo de ser de Jesús fue olvidado en Occidente debido al acento puesto en lo intelectual: “Caí en la cuenta de que el evangelio, eu-aggelion, no es sólo verdad (que hay que asentar en presencia de tantos cuestionamientos), sino que es, ante todo, buena noticia que produce gozo”[10]. Cuando el evangelio se presenta así, se encuentra la perla preciosa y el tesoro escondido que llenan de gozo a evangelizado y evangelizador, y este experimenta su tarea como carga ligera y que se lleva con alegría[11].
Así pues, si a la verdad del evangelio se debe responder con una ortodoxia adecuada y a sus exigencias prácticas con una praxis coherente (ortopraxis), a su carácter de buena noticia que produce gozo habría que responder con unos sentimientos y afectos correctos, que Jon Sobrino ha denominado ortopatía: “Hemos recalcado, con cierto intento de novedad, que buena noticia es el modo concreto de Jesús en su ser y en su hacer, lo cual hace que a la ortodoxia y a la ortopraxis haya que añadir la ortopatía para relacionarnos con Jesús”[12]. La necesidad de una respuesta sentimental y emocional al evangelio es una aportación muy interesante de Jon Sobrino, que conecta con la inquietud del ser humano de hoy. Así pues, en las acciones y palabras de Jesús encontramos una pastoral muy cálida, sin que ello conllevara, por supuesto, una rebaja de lo esencial o una emotividad superficial.
Esto tiene unas consecuencias evidentes para las comunidades cristianas: “Una Iglesia transida de tristeza, que no mostrase y contagiase gozo, no sería una Iglesia del eu-aggelion. Una Iglesia triste es una triste Iglesia, y esa es la impresión que dan algunas iglesias envejecidas”[13]. Eso mismo lo reconocía hace años un teólogo europeo tan atento a la cultura moderna como Schillebeeckx: “La razón principal de que nuestras iglesias se vacíen parece residir en que los cristianos estamos perdiendo la capacidad de presentar el evangelio a los hombres de hoy con una fidelidad creativa, junto con sus aspectos críticos, como una buena nueva”[14].
No obstante, Jon Sobrino no se refiere a una alegría superficial o evasiva, y por ello precisa cuándo el gozo es verdaderamente profundo: “Una Iglesia que no transmite gozo no es la del evangelio; ahora bien, no debe transmitir cualquier gozo, sino el que le es declarado en su carta magna de las bienaventuranzas y, entre ellas, la misericordia”[15]. Traducido a nuestra cuestión: la pastoral debe ser cálida, pero no con cualquier tipo de calidez. Aún con más claridad: “Que la vida pueda ser “celebrada” es fundamental para poder comprender y vivir la resurrección de Jesús. No se trata, desde luego, de diversión, en su doble acepción de divertimento y de alienación. Se trata de una honradez primigenia con la realidad, según la cual, a pesar de todo, se es capaz de reconocer, junto con otros, lo bueno y lo positivo, en cosas pequeñas y grandes, lo cual tiene su propia dinámica de ser celebrado. Esa honradez con lo bueno de la realidad es la de Jesús cuando se alegra de que los pequeños hubiesen entendido los misterios del reino, cuando celebra la vida con los marginados o cuando invita a llamar a Dios Padre de todos”[16]. Estas palabras de Jon Sobrino nos ayudan a aclarar nuestro tema: la pastoral cálida es evangélica, buena y necesaria, con tal que se parezca verdaderamente a la de Jesús, y evitemos así que se convierta en superficial y superflua, y nos estorbe en vez de ayudar.

La pastoral cálida como diálogo
Otra dimensión esencial de la pastoral cálida auténtica es el diálogo y el respeto a la libertad de los destinatarios. El diálogo no es sólo una moda moderna, sino que, como ha recordado el Concilio Vaticano II, forma parte del modo de revelarse Dios: “Dios llama ciertamente a los hombres a servirle en espíritu y en verdad, y por eso éstos quedan obligados en conciencia, pero no coaccionados. Porque Dios tiene en cuenta la dignidad de la persona humana que El mismo ha creado, que debe regirse por su propia determinación y gozar de libertad. Esto se hizo patente sobre todo en Cristo Jesús, en quien Dios se manifestó perfectamente a sí mismo y descubrió sus caminos. En efecto, Cristo, que es Maestro y Señor nuestro, manso y humilde de corazón, atrajo pacientemente e invitó a los discípulos […]. Dio testimonio de la verdad, pero no quiso imponerla por la fuerza a los que le contradecían. Pues su reino no se defiende a golpes, sino que se establece dando testimonio de la verdad y prestándole oído, y crece por el amor con que Cristo, levantado en la cruz, atrae a los hombres a Sí mismo”[17]. El Papa Pablo VI escribió en 1964 una importante encíclica para favorecer dicho diálogo, pues “la Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio”[18]. Según Pablo VI, “en el diálogo se descubre cuán diversos son los caminos que conducen a la luz de la fe y cómo es posible hacer que converjan a un mismo fin […]. La dialéctica de este ejercicio de pensamiento y de paciencia nos hará descubrir elementos de verdad aun en las opiniones ajenas, nos obligará a expresar con gran lealtad nuestra enseñanza y nos dará mérito por el trabajo de haberlo expuesto a las objeciones y a la lenta asimilación de los demás”[19].
Así pues, el diálogo y la atención esmerada a cada persona no es –no debe ser- sólo una mera táctica: “Cuando Jesús habla en sus parábolas del pastor que va tras la oveja descarriada, de la mujer que busca el dracma, del padre que sale al encuentro del hijo pródigo y lo abraza, no se trata sólo de meras palabras sino que es la explicación de su propio ser y actuar”[20]. La pastoral cálida, entendida como diálogo, forma parte de la pedagogía de Dios, según reconoce el Papa actual: “Gregorio Nacianceno habla de la paciencia de Dios, que no impone al hombre nada incomprensible: Dios actúa como buen pedagogo o un médico. Abroga lentamente ciertas costumbres, tolera otras y así lleva al hombre a hacer progresos”[21]. Así pues, “las ideas no se imponen, sino que se proponen” (Juan Pablo II), y esto exige una pastoral cálida bien entendida. En la Escritura encontramos numerosos testimonios que lo acreditan: el siervo de Yahvé no quebrará la caña cascada ni apagar la mecha humeante (cf. Is 42,3) y Dios no quiere Dios la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (cf. Ez 18,20-22). Jesús manda guardar la espada en la vaina a Pedro y renuncia a defenderse con violencia (cf. Mt 26, 52 par.), reprende a los discípulos que pedían fulminar con un rayo a un pueblo que negaba posa a Jesús (cf. Lc 9,52-55) y prefiere dejar crecer la cizaña con el trigo (cf. Mt 13,24-30). El teólogo dominico Bernard Rey dedicó un breve e interesante libro a hablar de la discreción de Dios[22]: ni los milagros de Jesús ni la misma Resurrección se imponen absolutamente. Sugieren, pero no avasallan, y por eso exigen la fe. También Benedicto XVI habla de discreción de Dios: “Es propio del misterio de Dios actuar de manera discreta. Sólo poco a poco va construyendo su historia en la gran historia de la humanidad. Se hace hombre, pero de tal modo que puede ser ignorado por su contemporáneos, por las fuerza de renombre […]. ¿No es éste acaso el estilo divino? No arrollar con el poder exterior, sino dar libertad, ofrecer y suscitar amor”[23].
San Francisco de Sales tuvo bien presente en su predicación esta necesidad de diálogo y dulzura, ese otro nombre de la calidez: “Sed siempre lo más amable que podáis, porque se recogen más moscas con una cucharada de miel, que con cien barriles de vinagre. Si es preciso caer en algún extremo, que sea en el de la dulzura”. Mucho antes, en un texto muy citado, la primera carta de Pedro recomienda a las comunidades cristianas dar razón de su fe “con dulzura y respeto” (cf. 1Pe 3,15).
Me parece oportuno recordar aquí la última frase del libro de Gianni Vattimo Creer que se cree. Ante las acusaciones de presentar un cristianismo demasiado amigable, que se queda sólo con la caridad, responde: “Una norma tal –la caridad, destinada a permanecer cuando la fe y la esperanza ya no sean necesarias, una vez realizado completamente el reino de Dios- justifica plenamente, me parece, la preferencia por una concepción “amigable” de Dios y del sentido de la religión. Si esto es un exceso de ternura, es Dios mismo quien nos ha dado ejemplo de ello”[24].
En resumen, aún reconociendo el riesgo de que la pastoral cálida se convierta en fin en vez de en medio, hay algo mucho peor que una pastoral cálida, y es una pastoral rígida, inflexible y autoritaria. En el fondo, seguimos necesitando acudir a una famosa distinción que formuló hace años J. B. Metz: algunos confunden la necesariaradicalidad con un nocivo rigorismo[25]. Y cuando piden una pastoral fuerte y critican la pastoral cálida, con frecuencia lo único que están haciendo es pedir una pastoral rigorista, que no tiene nada que ver con una pastoral verdaderamente radical, que va a las raíces auténticas del seguimiento de Jesús. Aunque interpretando signos equívocos se crean con el viento a favor, los partidarios de la pastoral rigorista le están haciendo un muy flaco favor a la pastoral actual y futura.
 

  1. Buenas prácticas de pastoral cálida

Por tanto, la pastoral cálida hunde sus raíces en la pedagogía del Jesús del evangelio y es muy necesaria, siempre que no confunda fines y medios, o sea, lo sustantivo (llevar a Jesucristo vivo) y lo adjetivo (la dulzura, el diálogo, la búsqueda de lo emotivo y de lo atractivo). Aprovechando las luces que nos llegan hoy de algunas ciencias humanas, sería muy buena cosa contar con una especie de manual de buenas prácticas de pastoral cálida. Propongo ahora dos ejemplos positivos recientes que me han llamado la atención.
 
3.1 La pastoral cálida de los monjes retratados en la película De dioses y hombres
El director de cine francés Xabier Beauvois describe acertadamente, en mi opinión, la vida de una comunidad de monjes franceses secuestrados y asesinados en Argelia en 1996. La comunidad vive integrada en un pueblo campesino. Participa de la vida de sus habitantes, incluso en sus celebraciones religiosas. Dialoga constantemente con aquellas personas, que les consideran “las ramas en que ellos se posan”. Atienden la salud del pueblo, por manos de uno de los monjes, que tiene conocimientos de medicina y lleva un dispensario. ¿Quién se atrevería a decir que la pastoral de aquellos monjes no era exigente o entregada por no imponer el evangelio a los habitantes del pueblo? ¿Perdió el tiempo Carlos de Foucauld entre los tuaregs por no bautizarlos? La vida de esos monjes, entregada martirialmente, es un ejemplo práctico y elocuente de que sólo el amor es digno de fe o de las obras del amor que tan bien describiera Kierkegaard[26]. Y es que “la vida del creyente es el quinto evangelio, testimonio de Dios donde los no creyentes pueden leer de manera cercana y comprensible los motivos de credibilidad del cristianismo”[27].

3.2 Antonio Banderas y su Pregón de Semana Santa 2011
Este segundo testimonio puede sorprender al lector, pero lo traigo aquí como ejemplo de lenguaje religioso que comunica cálidamente y con profundidad. Reconozco que fui a echar un vistazo, lleno de escepticismo y curiosidad, al texto y las imágenes del pregón de Semana Santa que hizo el sábado 9 de abril de 2011 el popular actor Antonio Banderas en su ciudad natal, Málaga. Sin embargo, mi escepticismo en seguida se volvió admiración ante el enfoque que dio al pregón el actor malagueño. Él había anunciado que no haría una homilía. Y es verdad. No hizo una homilía, sino algo mucho mejor. Consigue transmitir emoción, vida, sentimientos. Lo contrario de la mayoría de las homilías. Antonio Banderas dio una lección de lenguaje religioso comunicativo, vivo, cálido. Yo pondría como lección obligatoria para los que hoy quieran transmitir la fe como “encuentro con una Persona Viva” (BENEDICTO XVI,Deus caritas est, nº 1) leer el texto y especialmente ver el vídeo de dicho pregón[28].
Banderas comenzó diciendo que “podría dedicar este pregón a hablar de una Semana Santa de devoción profunda, de la que sitúa en el centro de las celebraciones pasionales al verdadero protagonista, ese Jesús de Nazaret con el que cruzamos nuestras miradas en las calles de Málaga, el que nos abre la puerta a la reflexión profunda, el revolucionario del amor al prójimo, el amigo de la justicia, de la dignidad, de la libertad, el amigo del que no tiene nada”.
Sin embargo, aquí da un giro a su discurso que, en mi opinión, es su gran acierto: “Pero realmente, lo que me pide el cuerpo, de lo que yo quiero hablar esta noche aquí es de la gente. De los que viven la Semana Santa de forma callada, del nazareno de la vela que renuncia a su identidad personal, para formar parte de la identidad colectiva. De la señora que, invisible entre la gente, en una esquina cualquiera, de una calle cualquiera, se santigua emocionada al paso de un Cristo o de una Virgen. De los que caminan detrás de un trono en busca de alivio, o de una esperanza, o una respuesta. Sí, hablar de esa gente que a veces observamos o a veces somos”. Y creo que Banderas acierta porque sabe hablar de Dios y de Jesús a partir de la gente concreta.
Antonio Banderas consigue emocionar y transmitir un precioso testimonio de fe viva haciendo caso, supongo que sin saberlo, a este texto del filósofo madrileño Ortega y Gasset: “Sostenía Malebranche que si nosotros conocemos alguna verdad es porque vemos las cosas en Dios, desde el punto de vista de Dios. Más verosímil me parece lo inverso: que Dios ve las cosas a través de los hombres, que los hombres son los órganos visuales de la divinidad”[29]. Banderas nos habla de Dios a través de la vivencia de unos personajes que retrata entrañablemente. Os dejo con la descripción de uno de esos personajes según el texto que recitó Banderas tal cual, porque habla solo. Se trata de un cantaor, conocido como Vaquerito, venido a menos por culpa del alcohol, que tiene un encuentro verdaderamente salvador con una imagen de Cristo. ¿Cómo no recordar la famosa Saeta de Machado y Serrat? Ojalá aprendiéramos algo más de buena pastoral cálida de este modo de narrar y transmitir:
 
VAQUERITO.- “Vaquerito tiene sesenta y dos años pero aparenta muchos más. Esto se hace hoy más evidente, pues con las carreras de esta noche se ve obligado Vaquerito a pararse de vez en cuando para recuperar el aliento. Pero ni la falta de aire, ni esa maldita tos que en los últimos meses se ha convertido en su sombra, en su mala sombra, serán capaces de detenerlo. Vaquerito se ha impuesto a si mismo ejecutar una misión, y nada ni nadie le impedirá cumplirla. El viaje desde aquellos años setenta en los que la vida le prometía un camino de éxitos y triunfos ha sido muy largo y demasiado duro. Como si se tratase de una película, cruzan por su cabeza aquellos días en los que cantaba en los mejores escenarios. Los días de los aplausos, de las palmadas en la espalda, de las sonrisas, de las promesas. Cuando alternaba con Fosforito, Rafael Romero «El gallina», los hermanos Habichuela y todo lo más florido del mundo del flamenco. Cuando, con sólo abrir la boca, y dejar escapar el arte que llevaba dentro, se le abrían todas las puertas de la vida, y todo era posible. Pero eso cambió, y se redujo a un espejismo, en el momento en el que se le cruzó la bebida por delante. Desde entonces su existencia se transformó en un chiste mal contado, y ya nunca dejó de sentirse un juguete en manos de un destino cruel e hipócrita. Vaquerito resbaló, y fue a caer en una botella en la que quedó atrapado el resto de su vida. Y allí vive, con sus manos apoyadas contra el cristal, mirando desde su soledad a un mundo deformado por el alcohol, que sólo le devuelve olvido e indiferencia”.
“Se le acelera el corazón cuando se percata de que no debe de estar muy lejos aquello que va buscando, pues comienza a escuchar y sobre todo a sentir la cercanía de las pieles morenas de verde luna, los espíritus libres de las noches de Lunes Santo, y de repente los ve. Allí en mitad de la calle están los hijos del pueblo gitano. Se mezcla con ellos, percibe el calor de sus almas dulcemente salvajes. Vuelve su cabeza al frente y clava sus ojos en la espalda ensangrentada del Señor de la Columna. Echa a andar hacia el trono dorado. Y aunque es invitado, no acepta bailar bajo la luna, renuncia al rito de las palmas y el corro, de la guitarra y el clavel mordido. Se engancha al Moreno [una talla de Cristo] y siente como éste tira de él y lo lleva, flotando, hasta un punto preciso. Méndez Núñez con Plaza de Uncibay. Un lugar que ha estado esperando toda una vida. Un lugar lleno de gente que serán testigos de una cita que se había retrasado demasiado. La cita que tenía pendiente Vaquerito con el Señor de los Gitanos”
“De la garganta de este hombre solo sale un quejido desesperado que parece salir del pozo profundo de la noche de los tiempos. La Plaza, una tumba. Sólo rebotan en las paredes de ésta, los trozos de vida rota que salen vomitados en forma de saeta de la boca del cantaor, que poco a poco va siendo rodeado por los gitanos que se abren paso hasta llegar frente al trono. La magia de la Semana Santa se apodera de este hombre de ojos vidriosos y voz destrozada por el aguardiente, porque mientras canta él no ve a nadie, allí están el Moreno y él, los dos solos en mitad de la calle. Y puede oír el ruido de la sangre corriendo por sus venas, y de las olas tranquilas de la Malagueta, y siente el calor suave del sol de invierno. Y a pesar de eso le es difícil controlar el temblor de su mano cuando sus ojos se encuentran con los de Nuestro Padre Jesús de la Columna, y mientras sigue cantándole desea ser estatua, para no temblar, y desea ser fuego para purificarse, y desea ser nube, y agua, y aire. La misión que ha llevado a Vaquerito hasta este momento de su vida se está cumpliendo”.
“Se da cuenta este hombre antiguo, que allí, de pie, plantado sobre este cruce de caminos, se están desatando los nudos que lo han tenido preso de sus propios demonios. Nota que alguien le quita el tremendo peso que había acarreado sobre su cuerpo cansado durante muchos años que a él le parecieron siglos. Cuando ya salen de su garganta los últimos golpes de voz, los últimos latigazos de su saeta, baja la mirada y repara en las manos de Jesús atadas a la columna. Un ciclón de preguntas eternas se le vienen a la cabeza. Se pregunta Vaquerito el por qué de todos los enigmas, de todos los misterios, de todas las tribulaciones, y sobre todo el por qué del sufrimiento de ese Sagrado gitano envuelto por el halo mágico de esta noche de Lunes Santo. La respuesta viene flotando suave, en forma de viento cálido, o quizás de aliento, o de susurro. Se le mete a Vaquerito en el cuerpo y allí se quedaría hasta el fin de sus días. Se concreta en una palabra, en un concepto, en una idea. La más simple, la más profunda, la más difícil. Amor, esa es la clave, la respuesta a todas las preguntas”.
“Y perdona Vaquerito a todos los que le habían hecho daño, a los que lo dejaron atrás, a los que se rieron de él, y sobre todo se perdona a sí mismo. Y el susurro comienza a crecer, se va haciendo tan grande que despierta a Vaquerito de su sueño breve, de su diálogo íntimo con el Moreno, para encontrarse con una calle que lo ovaciona, con un olé emocionado cuyo eco permanecerá en el corazón de aquellos afortunados que han tenido la suerte de presenciar este momento. Se pierde Vaquerito entre la masa de gente, guardando para siempre, con humildad, esos cinco minutos de gloria merecida, y la esperanza de una vida a la que le ha puesto un parche, un remiendo que lo anima a seguir la ruta de su existencia. Los que le abren camino para dejarle pasar escuchan que éste va diciendo «gracias Señor, gracias Dios mío, gracias, gracias». Un alma agradecida. Eso es lo que se lleva hoy Vaquerito. Pero detrás de él deja la estela de su grito apasionado que queda suspendido en el aire limpio de la noche. Ha recorrido las aceras, las terrazas y los balcones”.
Antonio Banderas consigue transmitir cálidamente lo que supone un encuentro con Jesús, las preguntas por el sentido de la vida que brota de ese encuentro, y la transformación salvadora que ahí se experimenta. Difícilmente se puede hacer mejor. Y gracias a la emoción y calidez que se transmiten no como obstáculo, sino como medio para llegar al fondo del evangelio. Recomiendo al lector buscar el vídeo de la lectura de este pregón y no limitarse a este texto escrito. ¿Y por qué no puede enseñarnos un actor famoso a mejorar la calidez en nuestra acción pastoral?
Jesús Rojano
 
 
[1] Cf. D. BONHOEFFER, El precio de la gracia, Salamanca, Sígueme, 1995, 4ª ed.
[2] J. MOLTMANN, Teología latinoamericana, en L. C. SUSIN (ed.), El mar se abrió. Treinta años de teología en América Latina, Santander, Sal Terrae, 2001, p. 208.
[3] Cf. J. L. SEGOVIA, La injusticia y el sufrimiento interpelan a la Iglesia, en INSTITUTO SUPERIOR DE PASTORAL, Cuatro prioridades de la Iglesia en España. XX Semana de Estudios de Teología Pastoral, Estella, Verbo Divino, 2009, pp. 197-239. Cf. También S. HESSEL, ¡Indignaos!,Barcelona, Ed. Destino, 2011.
[4] Cf. J. SOBRINO, Jesús como Buena Noticia. Repercusiones para un talante evangélico, en Sal Terrae 76 (octubre 1988), pp. 715-726; ID.,Jesucristo liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret, Madrid, Trotta, 2001, 4ª ed., pp. 108-110, 139-142; ID., La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas, Madrid, Trotta, 1999, pp. 301-313.
[5] J. SOBRINO, Cristología sistemática. Jesucristo, el mediador absoluto del reino de Dios, en I. ELLACURÍA – J. SOBRINO (ed.), Mysterium liberationis. Conceptos fundamentales de teología de la liberación, vol. I, Madrid, Trotta, 1990, p. 593. Cf. también ID., Jesús como Buena Noticia, pp. 717-718; ID., La fe en Jesucristo, pp. 302-303.
[6] Cf. J. SOBRINO, La fe en Jesucristo, pp. 303-304; ID., Jesucristo liberador, p. 88, 209.
[7] Cf. J. SOBRINO, Jesús como Buena Noticia, p. 723.
[8] J. SOBRINO, Jesús como Buena Noticia, p. 719. Cf. también ID., La fe en Jesucristo, pp. 306.
[9] Cf. J. SOBRINO, Jesús como Buena Noticia, pp. 719-723; ID., La fe en Jesucristo, pp. 308-313.
[10] J. SOBRINO, El principio-misericordia. Bajar de la cruz a los pueblos crucificados, Santander, Sal Terrae, 1992, p. 16.
[11] Cf. J. SOBRINO, Liberación con espíritu. Apuntes para una nueva espiritualidad, Santander, Sal Terrae, 1985, pp. 123, 156, 167.
[12] J. SOBRINO, Teología desde la realidad, en L. C. SUSIN (ed.), El mar se abrió, p. 150. Cf. también ID., La fe en Jesucristo, p. 302.
[13] J. SOBRINO, Jesucristo liberador, p. 140.
[14] E. SCHILLEBEECKX, Jesús. La historia de un viviente, Madrid, Cristiandad, 1981, p. 103.
[15] J. SOBRINO, El principio-misericordia, p. 45.
[16] J. SOBRINO, La fe en Jesucristo, p. 121.
[17] Dignitatis humanae, nº 11.
[18] PABLO VI, Ecclesiam suam, 6 de agosto de 1964, nº 27. Cf. también JUAN PABLO II, Novo millennio ineunte, 6 de enero de 2001, n. 55-56.
[19] PABLO VI, Ecclesiam suam, n. 32.
[20] BENEDICTO XVI, Deus caritas est, nº 12.
[21] J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, Madrid, Encuentro, 2011, p. 48.
[22] Cf. B. REY, La discreción de Dios. Espacio para la libertad y la misión, Santander, Sal Terrae, 1998.
[23] J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, op. cit., p. 321.
[24] G. VATTIMO, Creer que se cree, Barcelona, Paidós, 1996, p. 127.
[25] Cf. J. B. METZ, Más allá de la religión burguesa, Salamanca, Sígueme, 1982.
[26] Cf. H. U. VON BALTHASAR, Sólo el amor es digno de fe, Salamanca, Sígueme, 1971; S. KIERKEGAARD, Las obras del amor, Sígueme, Salamanca, 2006.
[27] S. GARCÍA MOURELO, Signos de credibilidad del cristianismo en la sociedad actual, en http://www.salesianos-madrid.com/posplamostrar.asp?id=418&comunidad=16
[28] cf. http://www.youtube.com/watch?v=OCsQPh2qmSY&feature=related.
http://www.diariosur.es/v/20110410/semana-santa/banderas-cautiva-publico-relato-20110410.html
[29] J. ORTEGA Y GASSET, El tema de nuestro tiempo, capítulo X, texto tomado de UNIVERSIDADES DE MADRID, Textos LOE Filosofía, Madrid, Ed. Coloquio, 2009, p. 247.