[vc_row][vc_column][vc_column_text]«En el camino tuve grandes consolaciones en oraciones y contemplaciones, y se me ofrecieron muchos y nuevos modos y materias de orar en el camino. Por ejemplo, llegando o viendo u oyendo hablar de algún lugar, rogaba a Jesucristo que estaba en la Iglesia de ese lugar, los ayudase y tuviese especial cuidado de todas las necesidades que tenían las personas de tal lugar. Asimismo, invocaba a los santos que tenían cuidado de aquellos lugares rogándoles que quisiesen hacer lo que no saben tales habitantes, así en demandar perdón como en dar gracias por ellos y en pedir lo que los mismos necesitan».
Pedro Fabro
Memorial, año 1541
Desde hace algún tiempo, yo trato de adaptar esta sugerencia y práctica espiritual a los caminos de mi ciudad. En el metro de Madrid, por ejemplo, tenemos la intercesión de San Bernardo, Santo Domingo, y San Blas. Al pasar por estas estaciones, pido su protección para todos los compañeros de vagón, uno a uno personalmente.
Otras veces asumo la intercesión de María la Virgen (en diversas advocaciones: el Pilar, el Carmen, la Concepción, Begoña) y aún más, otras estaciones amplían mi visión eclesial (Antón Martín, el primer compañero de san Juan de Dios, Pío XII, cardenal Herrera Oria o también Iglesia o Noviciado).
Además están las calles. En Madrid tenemos más de trescientas calles dedicadas a santos y santas, unas ciento cincuenta a la Virgen, un buen número a otras figuras eclesiales eminentes… y algunas más directas, al mismo Señor Jesús.
No es difícil, por tanto, solicitar su protección para todos los vecinos de esa calle, los que trabajan, hacen compras o simplemente pasan por allí, como yo ahora. Pedir alguna cosa, pedir perdón, dar gracias por todos ellos.
Y de una forma muy especial, su protección para los millares de personas que, de hecho, «viven en la calle»», deshauciados, mendigos, borrachos, mujeres prostituidas, «yonkis»»… los que sobreviven a «la vera del camino». (Lc 18,35).
Para todos ellos, para nosotros, propongo estas letanías basadas en algunas calles de Madrid. Quizás así, poco a poco, vayamos construyendo una ciudad más habitable y justa, más humana y más divina.
Nuestra Señora de Gracia, haznos graciosos
y agradecidos
Nuestra Señora de la Antigua, actualízanos.
Nuestra Señora de la Blanca,
apaga el racismo.
Nuestra Señora de la Esperanza, anímanos.
Nuestra Señora de la Luz, ilumínanos.
Nuestra Señora de la Paz, pacifícanos.
Nuestra Señora de la Soledad,
haznos compañía.
Nuestra Señora de las Angustias, suavízalas.
Nuestra Señora de los Dolores,
ampara a los enfermos.
Nuestra Señora del Buen Camino, guíanos.
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro,
nunca nos abandones.
Nuestra Señora del Prado,
cuida de los parques.
Nuestra Señora del Tránsito,
ayuda a los moribundos.
Nuestra Señora de la Torré,
protege los rascacielos.
Virgen de África, ayuda a los inmigrantes.
Virgen de Belén, recuerda a los sin techo.
Virgen de la Alegría, haznos sonreír.
Virgen de la Consolación, no nos dejes solos.
Virgen de la Oliva, recuerda los campesinos.
Virgen de la Roca, afiánzanos.
Virgen de los Desamparados, cuídales.
Virgen de los Peligros, protégenos.
Virgen de los Remedios, haznos un «apaño».
Virgen de los Reyes,
ayuda a nuestros gobernantes.
Virgen del Espino, cuida a los que se «pinchan».
Virgen del Trabajo, ayuda a los parados.
Virgen del Rosario, enséñanos a orar.
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