¿DÓNDE ESTÁ EL NIÑO?

1 diciembre 2012

Después de un parto sin demasiados sobresaltos, la joven mamá sonreía y agradecía a unos y a otros las muestras de cariño. Los preparativos, los nervios y tanta emoción contenida hicieron mella en María que, al comprobar que el niño dormía plácidamente custodiado por los allí presentes, se retiró a descansar. Mientras, José, su marido, había salido a tomar un poco el fresco (que al pobre, falta le hacía).

El caso es que al portal de Belén fueron llegando personas de toda raza, cultura y condición. Los pastores habían cumplido, y con creces, su misión, pues autobuses procedentes de todas las partes del mundo invadían la pequeña población de Belén. Familias enteras, grupos de amigos, compañeros de trabajo, asociaciones deportivas, reyes (además de los magos), hasta algún que otro político, incluso hubo algunos que aseguraron ver a varios personajes del mundo del celuloide…

Todos ellos cargados de regalos, la mayoría con productos típicos de su tierra; sin embargo también se vieron presentes de lo más variopinto. Para que os hagáis una idea, hubo gente que, simplemente, llevaban camisetas, fotos o papeles en blanco para que el niño (con apenas unos días de vida) les estampara su firma; hasta alguno se había atrevido con panfletos pensando ya en el futuro político de la criatura…

Lo cierto es que el nacimiento del niño Jesús estaba resultando todo un éxito o eso, al menos, es lo que venía pensando José que, una vez recuperado de tantas emociones en tan breve tiempo, entraba de nuevo en el interior del portal… “No obstante –seguía musitando José en voz baja–, al niño tanto ruido no le debía estar sentando nada…”

–¡El niño!, ¡el niño! –empezó a gritar llamando la atención de todos los presentes y despertando de inmediato a María…

El niño había desaparecido ante la cara de asombro de los invitados, que no entendían cómo en un habitáculo tan pequeño se pudiera haber extraviado o, lo que era peor, alguien pudiera haberle secuestrado.

Rápidamente, en una improvisada reunión, decidieron los pasos que iban seguir y, cuando los grupos de búsqueda y rescate estaban a punto de salir, los gemidos del niño echaron felizmente por tierra el dispositivo de búsqueda…

* * *

El final de la historia no está demasiado clara: unos dicen que el niño estaba con su madre, otros afirman que José, producto de los nervios, no se había percatado de la presencia del bebé cuanto éste dormía a pierna suelta… Sin embargo la hipótesis más acertada y la que, desgraciadamente, se viene repitiendo año tras año es que Jesús había quedado atrapado entre las bolsas, los envoltorios, los obsequios y demás artilugios que las personas iban poniendo en torno a la cuna, hasta tal punto de cubrirle por completo, olvidándose enseguida de su existencia…

Y es que, amigos, si no queréis que este año vuelva a repetirse tan esperpéntico evento, procurad que los cotillones de gala, las reuniones familiares, las comidas de empresa, los botellones con los amigos y la multitud de regalos de obligado cumplimiento en estos días no oculten al único protagonista de las fiestas: al niño Jesús.

J.M. de Palazuelo

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