Aquel día el Mister salió del hotel de concentración y se dirigió con el equipo al estadio. Tocaba clásico y los aledaños del campo estaban abarrotados de aficionados… Así que, después de firmar unos autógrafos y tras el saludo de rigor a la directiva rival, se “encerró” con sus jugadores en los vestuarios… Una vez allí, hizo los descartes, anunció el equipo titular y, finalmente, les expuso la charla técnica; como siempre, a través de una parábola:
–En cierta ocasión, salió un equipo al campo. Tras el pitido inicial, el rival empezó a apretar, por lo que se echaron para atrás. Y aunque aguantaron el primer periodo y buena parte del segundo, al final y después de un barullo en el área, les metieron un gol… y perdieron.
Al siguiente partido el equipo salió “enchufado” dispuesto a sentenciar cuanto antes. La ansiedad, la poca claridad de ideas o el escaso fondo físico fueron los argumentos que esgrimió el entrenador para justificar una nueva derrota.
Después de un cambio de entrenador y siete refuerzos en el mercado invernal, comenzaron la segunda vuelta con la esperanza de ascender cuanto antes en la tabla clasificatoria… Sin embargo, ni los fichajes ni el entrenador (no sentían en absoluto los colores) sacaron a flote al equipo.
Finalmente y cuando la directiva diseñaba ya la plantilla para afrontar una temporada en “el infierno de segunda,” el equipo comenzó a sacar partidos adelante y, no sólo lograron la ansiada permanencia: muchos jugadores, fruto del esfuerzo y de los resultados, se revalorizaron y varios clubes se pusieron en contacto con sus representantes…
Apenas había acabado de hablar, cuando el delegado entró anunciando que quedaban diez minutos para el comienzo del partido… Los jugadores se miraron unos a otros con cara de no entender nada de la charla… Así que el mister tomó la palabra de nuevo y les explicó:
–Hay equipos que dejan jugar al rival, que esperan a que falle, a que llegue su oportunidad. A veces (muy pocas) sale bien, pero en la mayoría de ocasiones el empuje y la valentía del otro equipo da sus frutos.
Otros equipos saltan al terreno de juego con alegría, sintiendo el calor de la afición, soñando con ganar tres puntos… Sin embargo, todo se queda en buenas intenciones y, como han sido inconstantes en los entrenamientos, acaban derrotados.
También hay equipos que juegan con la vitola de campeones, les preocupa más el dinero, los aplausos, las ruedas de prensa, los contratos publicitarios que el trabajo y el sacrificio a la hora de sacar adelante los partidos…. Lógicamente la victoria se la lleva el rival.
Finalmente hay equipos que confían en su mister, que se toman en serio los entrenamientos y que, sobre todo, son capaces de posponer los intereses personales por los del equipo… Estos jugadores ganan partidos, campeonatos, trofeos…
Estos jugadores, estos equipos, desgraciadamente, escasean… Por lo tanto, si tú, como jugador, y tus compañeros, como equipo, queréis dar fruto y fruto abundante… haced un hueco al Mister, fichad en vuestro grupo a Jesús de Nazaret, y comenzad la temporada, el curso echando la semilla en tierra buena…
José María Escudero
Para hacer
Comparamos la trayectoria de los equipos de fútbol (en concreto la del equipo de esta parábola) con la marcha del curso que ahora comienza (o que está avanzado en el hemisferio sur).
¿Qué les hace avanzar y vencer? ¿Qué puede hacernos a nosotros avanzar y vencer?
¿Qué dificultades hemos de superar?
¿A quién hemos de hacer caso?
¿Cómo hemos de “jugar”?
¿Cómo podemos en nuestro equipo a Jesús?