Este «Documento sobre la Fraternidad Humana» está pensado con sinceridad y seriedad para que sea una declaración común de una voluntad buena y leal, de modo que invite a todas las personas que llevan en el corazón la fe en Dios y la fe en la fraternidad humana a unirse y a trabajar juntas (…) asumiendo la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio.
(Papa Francisco – Gran Imán Ahmed Al-Tayyeb, 2019)
Cuando se cumple el tercer aniversario del documento firmado por el Papa Francisco y el Gran Imán Ahmed Al-Tayyeb en Abu Dabi, el Pontífice ha señalado la urgencia de tomarnos cada vez más en serio el camino de la fraternidad humana como única vía posible para supe-rar la crisis mundial. Francisco ha declarado con fuerza estos días: “O somos hermanos o todo se derrumba”. En un mundo lacerado por la violencia, el abandono de los más débiles o el gri-to de los empobrecidos, la única posibilidad de superar esta realidad herida y sangrante es trabajar por un mundo nuevo que solo podrá generarse considerando al otro mi prójimo, mi amigo, mi hermano.
Son muchos los retos que tenemos por delante para hacer realidad la propuesta de Francisco: la acogida incondicional de la diferencia, el mestizaje que enriquece nuestras sociedades plu-rales, el diálogo como única arma para solucionar conflictos, la erradicación de la violencia y los discursos de odio, el trabajo por la justicia y la igualdad de oportunidades, el esfuerzo por hacer emerger un nuevo orden económico en el que trabajemos por la inclusión, la protección de las personas más vulnerables, el cuidado de la casa común… entre otros desafíos. Todos ellos están recogidos en la encíclica Fratelli tutti (Papa Francisco, 2020), un verdadero progra-ma de acción para toda la Iglesia en la que el Papa afirma que “las distintas religiones, a par-tir de la valoración de cada persona humana como criatura llamada a ser hijo o hija de Dios, ofrecen un aporte valioso para la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justi-cia en la sociedad” (Fratelli tutti, 271).
El aniversario de la firma del documento de Abu Dabi es una buena ocasión, reitera Francisco, para renovar nuestro compromiso por el diálogo y la fraternidad: “El camino de la fraternidad es largo, difícil, pero es ancla de salvación para la humanidad. A las muchas señales de amenaza, a los tiempos oscuros, a la lógica del conflicto opongamos el signo de la fraternidad que, aco-giendo al otro y respetando su identidad, lo impulsa a recorrer un camino común”, ha señala-do recientemente. En esta tarea, haciéndonos eco de su programa de trabajo al comienzo de su décimo año de pontificado, nuestra revista MISIÓN Joven ha querido profundizar en el sig-nificado de su propuesta acercándonos a su magisterio y , en especial, a sus dos últimas car-tas encíclicas Laudato si’ y Fratelli tutti, para poner de relieve algunas claves pastorales que nos iluminen en nuestra tarea como educadores y acompañantes de jóvenes.
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El primero de ellos lleva por título Mi casa es el mundo; mi familia la humanidad. Opciones pastorales desde la Laudato si’ a la Fratelli tutti y lo firma Mons. Cristóbal López Romero, Cardenal Arzobispo de Rabat. Es un honor contar con una pluma tan autorizada que vive y trabaja día a día por el diálogo interreligioso y la mutua colaboración en el bien común con nuestros hermanos musulmanes.
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El segundo artículo de Natalia Peiro Pérez, Secretaria General de Cáritas Española, se titula La dimensión política del amor. Relieves pastorales de la Fratelli tutti y nos ofrece una reflexión muy pegada a la realidad en la que valorar las consecuencias de una fraternidad que, de tomarse en serio, nos compromete seriamente en la lucha por la justicia y la defen-sa de los derechos de las personas en situación de mayor vulnerabilidad.
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Yo mismo escribo el tercer estudio que he titulado Una propuesta de antropología de la con-vivencia. Pistas para el diálogo interreligioso y la fraternidad universal. Con mi reflexión pro-pongo una antropología de la convivencia basada en la acogida, el respeto, la aceptación de la diferencia y el reconocimiento de la riqueza que supone el mestizaje en nuestras socie-dades complejas; y cómo el encuentro entre religiones puede contribuir al bien común y a la fraternidad.
El Papa Francisco nos ha animado a todos a comprometernos con la causa de la paz y a defender los derechos de los últimos y de los más empobrecidos. Ojalá estas páginas nos ins-piren para caminar uno al lado del otro, “hermanos todos” –dice Francisco–, más implicados en la búsqueda de la paz y la justicia para hacer emerger una realidad mejor, más inclusiva, acogedora y dialogante.
José Miguel Núñez