En cierta ocasión un joven educador (no eches mano del DNI, comprueba, más bien, la cantidad de sueños que albergas en tu interior) se acercó a Jesús y le preguntó:
–Maestro, ¿qué he de hacer para “ganarme” a mis chicos?
Jesús le contestó:
–¿Por qué me preguntas eso? ¿No te lo explicaron en la facultad? Lleva a la práctica las enseñanzas extraídas de tus años de estudio…
El joven volvió a preguntarle:
–¿Cuáles?
Por momentos a Jesús le asaltaron serías dudas… “¿Habrían cambiado tanto los planes de estudio desde sus años jóvenes en la sinagoga de Nazaret…? Sin embargo, continuó diciéndole:
–Serás un buen ejemplo para tu grupo, tratarás a cada uno de tus chicos según los talentos que hayan recibido, despertarás en ellos la curiosidad por saber cada día más, les transmitirás conocimientos que les ayuden a ser mejores personas…
El educador, cuyo corazón saltaba de gozo, no le dejó terminar y le informó de su buen hacer:
–Señor, todo eso ya lo cumplo… ¿Qué me falta aún?
Jesús le dijo:
–Bueno, si quieres ser perfecto, si quieres que tus chicos sean “la envidia” eso sí, sana, de tu colegio o parroquia…, deshazte de todo aquello que te sobra…
El joven que, hasta ese momento, se las había prometido muy felices, empezó a rascarse la cabeza y a mirar el maletín que portaba…
Jesús le miró con ternura y continuó con su argumentación:
–No, no me refiero al programa que has elaborado ni a los objetivos que te has marcado ni a las lecciones que preparas todos los días… no, no.
Deshazte más bien de los prejuicios que tienes sobre tus chicos (bueno, ya sabes, “este es imposible”, “aquel es mejor que no venga”).
Deshazte del boli rojo (ya sé que es necesario evaluar sus conocimientos, sus progresos, pero antes de llegar a ello, gasta varios recambios de tinta de otros colores, aconsejándoles, corrigiéndoles, animándoles…).
Deshazte también de “la satisfacción por la palmadita en el hombro” (me explico, ¿de qué te sirve el aplauso de tus colegas por tener al alumno más aventajado si el resto se pierde?).
Deshazte, de la misma forma, de la tranquilidad que te da llegar a casa y desconectar totalmente después de una, dos u ocho horas de trabajo (debes saber que si al final de una jornada trabajando con tus chicos, sus preocupaciones, sus miedos, sus inquietudes, sus sueños… no te “persiguen” en la siesta, en la cena, en el cine, en la cama…, es señal inequívoca de que algo marcha mal, de que algo no funciona).
Deshazte…
Jesús dejó de hablar, pues se percató de que el joven, de que el educador…
Amiga, amigo: te toca a ti seguir dando vida a esta parábola. Te toca ponerle un final (el educador se fue muy triste porque poseía tantas cosas y estaba tan convencido de ellas que no era plan…) o un principio (el educador dejó “plantado” a su Maestro porque sus chicos le esperaban y tenía tantísimas cosas que hacer que no podía perder ni un minuto…) ¡Tú decides!
José María Escudero