La crema para el Sol, el teléfono de la agencia, el MP 4, la tarjeta de la seguridad social, el botiquín, el best-seller que compré en la última feria del libro, la guía turística, la tarjeta del banco, los bonos para repostar… ¡Creo que lo tengo todo! Este año no se me olvida nada… ¿O sí? ¿O me falta algo?
¡Cuélate, Señor!
A pesar de que la maleta la tenga a reventar,
a pesar de que los billetes los cerré hace tiempo,
a pesar de que en la lista no esté registrado tu nombre,
a pesar de que Tú no entrabas entre mis planes…
Aunque tengas que hacer dedo para llegar hasta mí,
aunque tengas que hacer noche a las puertas del hotel,
aunque en la sombrilla de la playa no haya sitio para usted,
aunque la partida de cartas la tengas que ver de pie…,
¡cuélate, Señor!,
En el chiringuito playero y en el hall del hotel,
en la brisa de la noche y en la maravilla del amanecer,
en la cola de la autopista y en la parada del tren,
en el amigo de siempre y en el turista que veo por primera vez…
¡cuélate, Señor!
Porque sin Ti las vacaciones, un año más, serán más de lo mismo,
porque sin Ti el aburrimiento y el sinsentido quemarán mi corazón,
porque sin Ti tendré que echar mano al libro de reclamaciones,
porque sin Ti regresaré cansado, agobiado, decepcionado…,
¡cuélate, Señor!
Porque donde dos o más se reúnen en tu nombre,
en el templo o en la playa, ¡allí estás tú!
Porque donde caben dos, caben tres y cuatro y…
y, sobre todo y lo más importante, ¡cabes Tú!
¡cuélate, Señor!
Sáltate la barrera de seguridad de mi vida,
rompe el protocolo de mi verano “requeteprogramado”
arrójate en el mar de mi conciencia en calma,
y desprograma y vuelve a programar unas vacaciones, a tu lado, de ensueño,
¡cuélate, Señor!
José María Escudero