Donde está tu tesoro, allí está también tu corazón (Mt 6, 21)
Amigo, le invito a hacerse una radiografía del corazón… No, no se preocupe, no requiere una preparación especial ni necesita la ayuda de un especialista para supervisar e interpretar los resultados. En cada una de las placas identificará rápidamente los tesoros, las riquezas que contiene en su interior. Eso sí, debe exponer con total sinceridad su corazón… ¿Preparado? ¡Pues adelante!
Corazón–caja bancaria: Su mejor riqueza consiste en aumentar sus bolsillos a costa de los demás. Simplemente se aprovecha de los talentos que sus hermanos (para usted, clientes) le ingresan, eso sí, cobrando los respectivos intereses.
Corazón–ring de boxeo: Su patrimonio es su fuerza, no mental o emocional, sino física. Usted es de los que soluciona sus problemas soltando el puño…, el puño sobre la mesa o, si llega la ocasión, sobre la persona que tiene enfrente.
Corazón–agenda: Todo programado. Consultar su agenda es el mayor seguro de su vida. Podíamos decir que es su becerro de oro, su bien más preciado. Para poder llegar a usted, sólo hay un camino: pasar por su agenda, evidentemente, pidiéndole cita.
Corazón–envoltorio: La gente que se acerca a usted queda impresionada. Sin embargo tiene que andar con cien ojos, no sea que alguien “se pase de la línea” y ose entrar en su interior… ¡Que se conformen con el escaparate!
Corazón–estanque: Al igual que en una presa, el agua no corre, sus sentimientos tampoco. Su máximo caudal es siempre el mismo, su pasado. Sus inversores siempre son los mismos: los mismos amigos, las mismas experiencias y lo que es peor, los mismos rencores que llevan años flotando en su vida.
Corazón–mando a distancia: Maneja sus bienes a su antojo. Si algo o alguien le gusta, puede pasar horas y horas extasiado contemplándole, mas si algo o alguien no es de su gusto, cambia de canal y a otra cosa.
Corazón–invernadero: Su mayor tesoro lo tiene señalado en rojo: las vacaciones, las fiestas, los fines de semana, los días que no le toca trabajar o estudiar… Entonces sí, en esos días su corazón se reviste de alegría y buen rollo. ¿El resto de ocasiones? ¡A invernar y que pase cuanto antes!
Corazón–ventanilla: Es una fortuna tener un corazón que abra y cierra a su antojo, en el que nadie pueda colarse sin antes comprobar su procedencia, su nómina, su trabajo…, hasta, si lo desea, su árbol genealógico. Y si algo no funciona o no le interesa, le manda a otra ventanilla y asunto solucionado.
Corazón–museo: Tantos bienes, tantas riquezas lo merecían, ¿verdad? Ahora su gente puede contemplar (entrada incluida) sus licenciaturas, sus premios, sus condecoraciones, su chalet en línea de playa o su cochazo aparcado a la puerta… Eso sí, sin tocar y sin llevarse nada.
Bueno amigo, ¿se ha llevado alguna sorpresa? ¿Ha comprobado cómo está su corazón? ¿Qué riquezas contiene? Si está satisfecho con los resultados obtenidos, no siga adelante, mas si la película resultante (de su corazón y de su vida) no es de su agrado. siga leyendo… En esta última placa reside (por muy extraño que le parezca) un corazón inmensamente feliz:
Corazón–bienaventurado: Un tipo de corazón totalmente diferente al resto, un corazón cuyos bienes más preciados son la pobreza, la humildad, la misericordia, la paz, la voluntad de Dios. Un corazón en el que los máximos inversores son sus hermanos (los más pobres, los que menos tienen) y su mejor accionista… ¡el mismísimo Dios!
Para más información: Mt 5,1-12.
José María Escudero