Vía Crucis a ras de campo
Vamos a recorrer el camino de la cruz pero no lo vamos a hacer como meros espectadores, desde las gradas o desde el sofá con el mando a distancia en las manos… No, no. Nos vamos a vestir de corto, al lado de Jesús, en su mismo equipo… ¿Te apuntas? Pues date prisa, el partido está a punto de comenzar: |
- Jesús es condenado a “chupar banquillo.” A pesar de haber realizado una gran pretemporada en la que ha dado todo por y para el equipo, a la hora de la verdad no cuentan con Él. Su juego no es atractivo, molesta; el aficionado quiere, simplemente, pasar un buen rato y no complicarse demasiado la vida.
- Jesús con la botas a cuestas. Ya no sólo le han dejado en el banquillo y le han privado de un dorsal, de una oportunidad… A Él, que era una promesa, lo nombran utillero del club… Pero no se desespera: se agacha, se arremanga la camisa y da ejemplo de servicio al vestuario.
- Jesús cae por primera vez bajo el olvido de la afición. Todavía recuerda cuando firmaba autógrafos y era reclamado en la sala de prensa… Ahora todo ha cambiado y tiene que aguantar el cuchicheo de los hinchas que se mofan del que iba para estrella.
- Su madre, “su representante” le abre sus brazos. Ella ha confiado en Él desde el primer momento. Ahora que no cuentan con Él, no va a las oficinas del club a expresar su malestar. Sabe que su Hijo un día saltará a los campos de la vida, de la Vida y…
- Los apartados del equipo animan y alientan a Jesús. Los que nadie quiere, los que ya hace tiempo han dejado de escuchar los aplausos de la grada, los últimos… son los que echan una mano a Jesús. ¿Es curioso, verdad?
- Un aficionado enjuga el rostro de Jesús. Todos los domingos más de 50.000 almas vitorean al equipo y, sin embargo, sólo uno es capaz de reconocer en el rostro de Jesús a ese jugador que, hace bien poquito, causaba el delirio de la hinchada.
- Nueva zancadilla a Jesús. Y sin pisar el césped, sin jugar ni los minutos “de la basura.” Jesús es de nuevo pisoteado, discriminado y, lo que más le duele, ignorado y olvidado.
- Jesús se aparta de las palmaditas en el hombro. “Ya verás, todo volverá a ser como antes”. “Cuánto siento lo que está pasando…” A Jesús no le gusta la lágrima fácil; necesita a su lado personas que se comprometan, que les duela el escudo del equipo y que la única cláusula de rescisión que firmen sea la de no abandonar jamás a su hermanos más necesitados.
- Jesús es despedido. Sin finiquito, Jesús tiene que salir por la puerta de atrás y abandonar el club por el que tanto había trabajado, tantas ilusiones había puesto, tantos sueños había depositado.
- A Jesús le despojan de los colores de su equipo. No se han conformado con echarle, sino que ahora le prohíben que muestre su única pertenencia: un amor enfermizo por su gente.
- Jesús es clavado en las paredes del vestuario como rival altamente peligroso. ¡Hasta donde llega la crueldad del ser humano! Los dirigentes de ayer y de hoy, los que nos seguimos considerando la mejor hinchada del mundo, no soportamos que venga alguien a convencernos de que otro estilo de juego, otra vida es posible…
- Jesús desaparece. Ya nadie habla de Él, todos acaban convenciéndose de que no valía, de que ningún otro club se va a hacer con sus servicios. Todos tranquilos, que siga el juego…
- Su madre acude a su encuentro. La que le descubrió, su ojeadora, su representante es la única que no se olvidad de Él y, a pesar de que las gradas están vacías, ella espera confiada que vuelva.
- Las pertenencias de Jesús son colocadas en las taquillas del olvido. A la espera de que los limpiadores lo tiren a la basura… Varias copas, múltiples medallas y, sobre todo, tantísimos sueños… ¡Que no quede huella, borrón y cuenta nueva!
- Jesús vuelve a los campos de la Vida. ¡No, no, no estoy de broma! Ese que ves peloteando de forma espectacular es el mismo por el que hace bien poco nadie apostaba. ¿O no le reconoces?… Amigo, salta al campo, salta a la vida, esta vez sí, Jesús te necesita para su equipo… ¿A qué esperas?
José María Escudero