La nueva espiritualidad: ¿Es locura la experiencia mística?

1 septiembre 2004

En algunas de las conferencias que he dado sobre las bases neurobiológicas de la experiencia mística, en la discusión me preguntaban si se podía considerar esa experiencia como patológica. La pregunta surgía probablemente del hecho de que algunas patologías, como por ejemplo la epilepsia del lóbulo temporal, iban a veces acompañadas de esa experiencia de trascendencia, de unión con la divinidad.
En mi libro La conexión divina explico que es una experiencia que han tenido muchas personas en todas las culturas y épocas, como son los chamanes. Algunas de estas personas puede que hayan sido escogidas, como dice el historiador de las religiones Mircea Eliade, por haber tenido algún pasado de epilepsia, pero por regla general no se puede decir que hayan sido o sean psicóticos.

¿Y qué decir de todos los iniciados en las religiones mistéricas de la época greco-romana, los iniciados en las religiones de Isis y Osiris, Démeter y Perséfone, Dioniso, Mitra y tantos otros, que lo que buscaban era la iluminación? El secreto que se imponía a sus adeptos ha hecho que no conservemos muchos detalles de las ceremonias de iniciación, pero es seguro que la meta era ésa: la experiencia de trascendencia o mística. Algunos autores apuntan al hecho de la posible ingestión de drogas alucinógenas, como el kykeon en los misterios de Eleusis, en Grecia, el soma de los Vedas o el haoma en la religión persa, precisamente para provocar esa misma experiencia.
Hoy sabemos que se puede provocar esa experiencia por métodos activos, como la danza y los movimientos rítmicos acompañados de tambores, flautas o címbalos, o por métodos pasivos, como la meditación, la soledad, el aislamiento y la privación de estímulos, como ocurrió en fundadores de religiones que tuvieron sus visiones en el desierto. Estas técnicas, conocidas desde la más remota antigüedad por el ser humano, han servido para alcanzar esta experiencia. También puede ocurrir de forma espontánea, como bajo una fuerte emoción, ya que lo que posiblemente se estimule son estructuras cerebrales que pertenecen al llamado sistema límbico, que es el encargado de nuestras emociones y afectos.

Muy recientemente se ha podido provocar esta experiencia con estimulación electromagnética, a través del cráneo, de esas estructuras, lo que producía la experiencia de trascendencia con todas sus características ya descritas en la literatura, como la unión con la divinidad, la pérdida de la sensación de tiempo y espacio o la escucha de voces. Y esto se ha realizado en personas normales que no habían padecido ninguna enfermedad mental y que tampoco fue provocada por esta estimulación.

Tenemos, pues, en el cerebro una base neurobiológica de una experiencia que ha contribuido, entre otros factores, si no a la creación, sí al afianzamiento de las religiones. Lo que queda claro es que la espiritualidad tiene una base en el cerebro como la tienen todas las experiencias de las que el ser humano es capaz. Los resultados experimentales pueden interpretarse de diversa manera: los creyentes confirmando la existencia en el cerebro de esa conexión divina, los no creyentes suponiendo que esta base neurobiológica es también la que explicaría la existencia de religiones en el mundo.

F. J. RUBIA, catedrático de Fisiología de la UCM

y director del Instituto Pluridisciplinar de esta universidad

 

Para hacer

  1. Esto texto (La vanguardia, 13/06/2004) y la entrevista de la página anterior son de la misma persona y sobre el mismo tema. ¿Qué es lo que más nos llama la atención?
  2. ¿Con qué estamos de acuerdo y con qué no? ¿Con qué nos quedamos de lo que dice?
  3. Según eso, ¿qué sentido tiene todo lo referido a la religiosidad?

Lo importante es también responder personalmente: ¿Cómo la vivo yo? ¿Cómo la podría vivir?

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