Fórmulas para que los más pequeños vean menos televisión

1 mayo 2004

El niño, formado en la imagen, será un hombre que no lee, reblandecido por el televisor y condenado a la adicción a los videojuegos…». La cita es de Giovanni Sartori (‘Homo Videns. La Sociedad Teledirigida’) y en ella se denuncia uno de los males que engloban la larga lista de prejuicios —obesidad, violencia, fracaso escolar, falta de horas de sueño, entre otros— asociados al exceso de horas que los menores pasan delante del televisor.

En los últimos años, el esfuerzo de los científicos se ha centrado en la investigación de métodos que ayuden a reducir el tiempo que invierte la población infantil (actualmente, la media de horas diarias es de tres a cinco) en ver la llamada caja tonta. El último fruto de este empeño es un nuevo estudio, publicado en ‘Archives of Pediatric and Adolescent Medicine’, que demuestra que es posible lograr este objetivo en los más pequeños. Hasta ahora, la mayoría de los trabajos han sido realizados con niños de entre ocho y 12 años, pero, precisamente, el número de horas frente al televisor se incrementa antes, en la edad preescolar. La nueva investigación, dirigida en Nueva York —la primera que se realiza en niños de entre dos y seis años— incluyó a 16 centros de preescolar, que fueron divididos en dos grupos (uno en el que se intervino y el otro que ejerció de control).

Los datos. Para poder llevar a cabo el estudio, los investigadores solicitaron a los padres que explicaran cuánto tiempo (menos o más de dos horas diarias) veían sus hijos los receptores o vídeos tanto entre semana como los sábados y domingos. Además, tuvieron que relatar otros datos: si existían estos aparatos en sus habitaciones, qué días de la semana la veían mientras cenaban y cuántos días también realizaban esta comida en familia. Se anotó, también, la frecuencia con la que los menores tomaban aperitivos mientras veían la tele (la incidencia de obesidad es cuatro veces más elevada entre los menores que observan durante cuatro horas o más diarias la televisión) y el peso y la talla de los participantes.

Resultados: Este informe se repitió tras la intervención. Los menores del grupo en el que se adoptaron las medidas recibieron siete sesiones semanales de 20 minutos de duración, desde finales de 2000 a la primavera de 2001. En ellas, los padres y sus hijos tenían que leer historias diariamente, discutir sobre las actividades que se realizarían en lugar de ver la televisión, comer en familia con el receptor apagado, enseñar a los descendientes por qué no se encendía el televisor o se proporcionaron libros a los progenitores sobre este tema, entre otras medidas. Los resultados muestran una importante reducción en el tiempo dedicado al vicio televisivo: mientras que el grupo en el que se intervino pasó de dedicarle 12 horas semanales a tres después del estudio, el control incrementó esta forma de ocio: añadió una media de 1,6 horas a las 14 de antes de iniciar el trabajo. Asimismo, el porcentaje de menores que pasaba más de dos horas al día frente a la caja tonta (la Academia Americana de Pediatría recomienda que el máximo sea dos diarias) disminuyó de un 33% a un 18%, comparado con un aumento del 41% al 47% en el control. En el único aspecto en el que no se detectaron diferencias significativas en ambos grupos fue en el crecimiento (talla y peso).

 

En España, la preocupación de los galenos por este tema y por buscar soluciones se refleja en un trabajo reciente publicado en la revista ‘Anales de Pediatría’. «Los pediatras deben conocer mejor la televisión y sus efectos, tanto beneficiosos como perjudiciales, de forma que permita recomendar a los padres cuál es el tiempo ideal de consumo de televisión, el horario adecuado, la localización de los aparatos», se expresa en el estudio.

Precisamente, y a raíz de los datos aportados por la investigación, los autores —dirigidos por el especialista Bercedo Sanz del centro de salud de Gama y Meruelo (Cantabria)—, aconsejan: «Los pediatras deben realizar educación sanitaria respeto al consumo televisivo, aconsejando que el límite esté en menos de dos horas al día. Los padres deben verla con ellos y evitar aparatos en sus habitaciones».

PATRICIA MATEY

Telépolis, 7 de febrero de 2004

 

Para hacer

  1. ¿Cómo fue nuestra infancia con la televisión? ¿Cómo es ahora nuestra vida con ella?
  2. ¿Qué hábitos tenemos de ver la televisión?
  3. ¿Qué podemos hacer ahora para que la televisión no mandae en casa ni en en nuestras vidas?

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