La Wicca: La nueva «brujería» que fascina a los jóvenes

1 mayo 2003

La WICCA está extendiéndose entre adolescentes y jóvenes en muchas partes del mundo. Sintetizamos una entrevista que la agencia Zenit ha realizado a Carlo Climati, periodista y escritor italiano que acaba de publicar en España el libro Los jóvenes y el esoterismo: Magia, satanismo y ocultismo: la patraña del fuego que no quema (Ciudad Nueva).

► La Wicca es un culto neopagano que se presenta como una especie de «brujería buena». No es ni una secta ni una organización con líderes o estructuras precisas. Es simplemente una corriente de pensamiento esotérica a la que puede adherir cualquier persona sin un compromiso particular.

► Esta corriente de pensamiento es una mezcla de paganismo, magia y superstición. Además, se da una veneración exagerada de la naturaleza, hasta el punto de ser divinizada y adorada. Los seguidores de la Wicca creen en la reencarnación, que consideran como una «evolución del alma». Practican una serie de ritos mágicos: desde encantamientos de amor hasta ceremonias para enriquecerse o «atraer el dinero». A veces, se dirigen a espíritus, entidades no físicas o divinidades paganas, como quien reza al dios astado (itifálico, patas de cabra, cuerpo velludo, cornamenta de ciervo o macho cabrío).

► La Wicca se presenta como «brujería buena» porque los seguidores de la Wicca dicen que no quieren el mal para nadie y que rechazan el satanismo. Sin embargo, desde mi punto de vista, la Wicca no puede ser considerado como un culto positivo. En algunos casos, propone rituales con los que se quiere ejercer poder sobre las personas. Sin embargo, los seres humanos no son marionetas que pueden ser controladas según los propios gustos. Otro aspecto negativo es el de la superstición. Los seguidores de la Wicca están convencidos de que las piedras, las hierbas, y el viento contienen particulares energías capaces de producir efectos sobre la vida cotidiana. De este modo acaban convirtiéndose en esclavos de objetos, amuletos y talismanes.

► La Wicca tiene éxito entre los jóvenes. Algunas películas y telefilmes han hecho popular la Wicca. Incluso algunas revistas para adolescentes hablan de ella con frecuencia, proponiéndola como una especie de «religión alternativa». Las muchachas, sobre todo, quedan fascinadas por la idea de ser «brujas buenas», y utilizan los rituales de la Wicca para resolver los problemas de la vida cotidiana. Se encierran en su habitación y preparan auténticas ceremonias con velas, incienso y pequeños altares dedicados a alguna divinidad rara.

► El riesgo que se esconde detrás de la Wicca es la invitación a creer que existe una «magia buena», una especie de «aliada» para resolver los problemas de la vida de todos los días. Una vida que, en el caso de muchos muchachos, está dominada por la soledad, la ausencia del diálogo en familia, las dificultades en los estudios o en los primeros pasos en el mundo del trabajo. Cuando uno está solo es más fácil que sea víctima de la magia y la superstición. Se agarra a todo, incluso a un amuleto. La Wicca encuentra terreno fértil en la vida de muchos jóvenes que con frecuencia está caracterizada por situaciones familiares difíciles, incomunicación, silencio, decepciones e incertidumbre sobre el futuro.

► El efecto de la Wicca en el comportamiento de los muchachos, a largo plazo, es el riesgo de difundir entre los jóvenes la falta de compromiso. Confían en algo ajeno a la propia vida para resolver un problema. Los muchachos renuncian a comprometerse para alcanzar un objetivo, dejando todo en manos de las presuntas «energías» de algún ritual o amuleto. Es la ley del «quiero todo y cuanto antes». ¿Me gusta una chica? En vez de conquistarla con simpatía y dulzura, el seguidor de la Wicca confiará en un rito mágico. ¿Tengo una duda sobre el futuro? En vez de utilizar la cabeza para encontrar una solución inteligente al problema, se abandona en brazos de la Wicca. Lo mismo sucede con los exámenes en la escuela y la universidad.

► Para ayudar a los jóvenes para que no corran estos riesgos es necesario alentar una nueva «cultura del compromiso» que valore los pequeños esfuerzos de la vida cotidiana para alcanzar un objetivo particular. Si queremos conquistar a una chica, no hay que comprar un amuleto, sino regalarle un ramo de flores. Además, es oportuno promover una «cultura del límite», es decir, hacer comprender a los jóvenes que no pueden tenerlo todo. Es necesario saber aceptar los propios límites. Si no logro tener el amor de un chico o de una chica, no sirve de nada recurrir a la Wicca para cambiar la situación. Debo aceptar este pequeño fracaso y volver a sumergirme en la vida de todos los días, buscando con nuevo entusiasmo el verdadero amor. Un sano redescubrimiento de la cultura del límite y del compromiso personal podría ayudar sin duda a los jóvenes a ser más fuertes, a afrontar mejor la vida, superando incertidumbres y miedos. Y sin necesidad de recurrir a las supersticiones de la Wicca.

ZENIT.org, 31 marzo 2003

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