¿Es posible que la revolución de la información y de las telecomunicaciones esté acelerando la actividad humana a un ritmo tan alarmante que nos estemos arriesgando a causar un grave daño a nosotros mismos y a la sociedad?
Vivimos cada vez más en la cultura del nanosegundo. Los maestros de la tecnología nos habían prometido que el acceso instantáneo haría la vida más cómoda, nos liberaría de tareas innecesarias, aligeraría nuestras cargas y nos concedería más tiempo. Ahora empieza a aflorar una incómoda pregunta: ¿Es posible que las propias maravillas tecnológicas que supuestamente nos iban a liberar hayan empezado, por el contrario, a esclavizarnos en una red de conexiones cada vez más aceleradas de la que no parece haber escapatoria fácil?
Un nuevo término, 24/7 –actividad permanente, 24 horas al día, 7 días a la semana–, ha entrado en el vocabulario en los últimos seis meses. Nuestros aparatos de fax, correo electrónico, buzón de voz, ordenadores, agendas electrónicas y teléfonos móviles; nuestros mercados de valores de 24 horas, los servicios instantáneos, las 24 horas, de cajero automático y banca, los servicios de comercio electrónico e investigación que funcionan durante toda la noche, programas informativos y de entretenimiento en televisión las 24 horas, servicios de restaurante, farmacéuticos y de mantenimiento las 24 horas, todos intentando atraer nuestra atención.
Y a pesar de todo…, estamos empezando a tener la sensación de que tenemos menos tiempo para nosotros que cualquier otro humano de la historia.
Las enfermedades relacionadas con el estrés están aumentado drásticamente en todo el mundo. Buena parte de ello es atribuible a la sobrecarga de información y al agotamiento que experimentan cada vez más personas al sentirse incapaces de soportar el ritmo, el flujo y la intensidad de la actividad humana posibilitados por las nuevas tecnologías. Uno de cada diez adultos de todo el mundo sufre estrés, agotamiento y depresión.
La nueva sociedad de 24/7 y de ritmo acelerado está teniendo otras consecuencias profundas para la vida de las personas:
¡ Descenso del número de horas dedicadas al sueño: de entre 9 y 10 horas se ha pasado a menos de 7 horas de sueño diarias. Una falta masiva de sueño, producida por el nuevo ritmo de vida frenético, se asocia cada vez más a enfermedades graves como la diabetes, el cáncer, los derrames cerebrales y la depresión.
¡ A millones de niños de la «generación electrónica» se les diagnostica Alteración Hiperactiva por Déficit de Atención. Los niños se distraen fácilmente, son incapaces de centrar la atención, son excesivamente impulsivos y se frustran fácilmente.
¡ Descenso del civismo, achacado por los expertos a la pérdida de una brújula moral y de los valores religiosos. ¿La cultura de la hipervelocidad nos está haciendo a todos más impacientes y menos dispuestos a escuchar ya aplazar, a considerar y reflexionar? Están comenzando a parecer nuevos patrones de comportamiento antisocial relacionado con el estrés: furia en el trabajo, furia en la carretera y furia en el aire. Cada vez más gente manifiesta su estrés con brotes de violencia en el trabajo, en el coche o incluso en los aviones. En la cultura del clic, clic no debe sorprendernos que todos nos inclinemos cada vez más a una respuesta violenta.
Quizá debamos plantearnos qué tipo de «conexiones» cuentan realmente y qué tipo de «accesos» importan verdaderamente en la era de la economía electrónica. Si esta nueva revolución tecnológica es sólo cuestión de velocidad e hipereficiencia, podríamos perder algo incluso más precioso que el tiempo: nuestro sentido de lo que significa un ser humano bondadoso.
Extractado de Jeremy Rifkin,
La vida a la velocidad de la luz. ¿Estamos mejor?, «El País» (4.8.01)
Para hacer
- ¿Qué nos dice todo esto? ¿Estamos de acuerdo? ¿En que y por qué? ¿O en qué no?
- ¿Qué consecuencias de esta situación se reflejan en nuestro ambiente: el colegio, la calle, la familia…?
- El artículo es mucho más largo. Ver el original completo y sacar consecuencias para nuestra vida, nuestro estilo de educación y de relación, nuestra forma de aprender…