«Achusmamiento»

1 junio 2001

Traemos aquí unas recientes reflexiones de Julio Anguita tras reintegrarse a sus tareas como profesor de Ciencias Sociales de primero y segundo de ESO, una vez abandonada la política. Pueden ser un buen punto de partida para abrir un debate al final de curso sobre el estado actual de la educación y cómo ha transcurrido el año académico. Además de este testimonio, tanto los Materiales(cf. pp. 53-60) como las Noticias MJ-Siglo XXI (cf. p. 74) se refieren también al tema en cuestión.

 

Hoy la figura del profesor es injustamente tratada. Solo se habla de cuántas vacaciones tienen los profesionales de la enseñanza, y nunca de lo que supone presentarse diariamente ante el alumnado a impartir las clases. Nadie valora en su medida esa labor.

Al reincorporarme me he encontrado un panorama sustancialmente peor, en el que los alumnos han perdido la curiosidad y la sociedad el norte. Antes se impartía una enseñanza memorística, quizá no la idónea, pero que tenía unos objetivos. Actualmente no hay fines concretos, y esto nos revela un mal no solo educativo, sino de la sociedad en general: los dirigentes sociales tampoco saben lo que quieren. Los únicos valores vigentes son el mercado y la competitividad. Rige una mala interpretación de la democracia que busca el achusmamiento o aplebeyamiento de todos.

Los jóvenes, hoy, no encuentran sentido a la reflexión, hecho que, además, se alienta con el modelo que proponen ciertos programas de televisión. Estamos perdiendo la dimensión ética y estética de la sociedad porque no interesa crear personas mejores, sino consumidores.

Los compañeros que me he encontrado después de estos años dedicado a la política son más capaces y están mejor preparados que los de antes. No me vale el argumento de que a los alumnos «hay que motivarlos» porque se les incentiva constantemente, pero se muestran pasmosamente indiferentes. Viven anclados a los videojuegos, eso que yo llamo «sucedáneos del pequeño hedonismo» y no conocen conceptos como la austeridad, la sobriedad o el sentido del deber. Están sumidos en un constante presente y no les interesan asignaturas como la Filosofía o la Historia, que les ayudan a entender por qué ocurren las cosas. El trato que dispensan al profesor también es sorprendente. A veces hay falta de respeto hacia el que imparte clase, incluso como ser humano.

Intento ser ameno en mis clases, y mis compañeros hacen lo mismo, pero el mundo que rodea al alumno no potencia la curiosidad ni el deseo de saber. Los chicos no han asumido que estudiar es su obligación, ni que todo derecho lleva aparejado un deber.

Un error de la política educativa de los últimos años ha sido la entronización de los especialistas. En algún momento, todos hemos creído en esto. Pero ahora pienso que hasta 4º de ESO los alumnos estarían mejor con un solo profesor, porque se está produciendo un abandono de las asignaturas instrumentales cuando lo esencial en la formación es la capacidad de leer y escribir…

Es un alumnado triste, no porque no se ría o no alborote, sino porque pasa de puntillas por todo. Nunca se implica. Todos tenemos la culpa, estos jóvenes son un producto nuestro. La familia busca en los profesores un sustituto, y eso no funciona. Es el lastre social de la falta de norte o «de programa».

 

Julio Anguita

«Los Domingos de ABC», 20.5.01

 

El testimonio es lo suficientemente expresivo y lleva dentro numerosas cuestiones para el debate. Tras una primera lectura, sacad las características de la sociedad, de los jóvenes y de los profesores que indica el autor. Desde ahí puede arrancar el diálogo…

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