Amigo Lector te invito a que por unos minutos regreses a un pasado muy lejano, exactamente hace ahora 2000 años; y te conviertas en un vecino de un pueblecito llamado Nazaret….¿Ya está?, pues escucha con atención:
Cuenta una leyenda muy antigua que estando Jesús al lado de sus padres en Nazaret a la edad de 7 años le ocurrió algo que pasó inadvertido para la gran mayoría, pero que sin embargo tiene su importancia…, ¡y ya creo que la tiene!
Y es que el niño Jesús llevaba un tiempo un tanto triste. María, siempre pendiente de su hijo, averiguó con prontitud el motivo de su melancolía: el pequeño tenía cierto recelo de sus amigos del pueblo que presumían de tener uno, dos o incluso más hermanos.
María que no quería preocupar a su marido decidió no decirle nada; sin embargo las cosas no mejoraban, por lo que María transmitió su preocupación a José. Éste, después de escuchar a su esposa, soltó una risotada que casi hace irritar a la buena de María. José después de calmar a su esposa decidió dedicar más tiempo a su hijo. Y es que José quería dar la impresión de un hombre fuerte, rudo, valiente…, sin embargo por su hijo era capaz de hacer cualquier cosa.
De esta manera todas las tardes José y su hijo Jesús iban a la carpintería, y allí mientras uno trabajaba, el otro se divertía con los juguetes que le hacía su padre.
Un día, y aquí comienza la historia de verdad, José le hizo una especie de barco pequeño muy parecido a una patera, y unos muñecos…, todo ello, claro está, de madera.
A Jesús le encantó y se pasaba horas y horas jugando con ellos en una charca al lado de su casa.
Un día de primavera le llevaron al lago Tiberiades y mientras José cortaba unos troncos para que María preparara la comida, el pequeño se puso a jugar en la orilla del lago con su patera y sus muñecos. ¡Qué felicidad, la de María y la de José al ver al pequeño corretear de un lado para otro con sus «hombretones de madera»! Una felicidad que se vio truncada por un inesperado viento que hizo que la familia se recogiera entre unos pedruscos.
Una vez concluida la comida y cuando ya el sol empezaba a declinarse, María y José empezaron a recoger las cosas mientras que Jesús fue en busca de su juguete…
Al instante, unos gritos del pequeño alertaron a sus padres que fueron a ver lo que sucedía. Y es que la fuerte brisa había echado mar adentro a los muñecos del pequeño Jesús, que, desalentado, tardó mucho tiempo en olvidarse de sus «hombretones».
Pero hay más, cuentan las leyendas que desde ese día, al contemplar el lago, a Jesús le sobrevienen sentimientos de melancolía e impotencia que se funden rápidamente brotando a modo de lágrimas.
Y es que Jesús se resistía a pensar que los había perdido para siempre. El sabía que algún día, en algún lugar del mundo, iban a aparecer sus «hombretones». De lo que no estaba tan seguro es de si iban a ser tan bien tratados y tan queridos como lo había hecho Él…
Ahora amigo lector, stúate en el siglo Xxi: sustituye el lago Tiberiades por el estrecho de Gibraltar y los muñecos de madera por esa multitud de inmigrantes que nos llegan cada día…..
Y ya que estamos por sustituir ¿no crees que ha llegado la hora de cambiar “tu corazón de piedra “por un corazón de carne..?Piénsalo y actúa.
JOSÉ MARÍA ESCUDERO