Noche de paz

1 diciembre 2000

La pequeña localidad de Obernsdorf, a 20 kilómetros al norte de Salzburgo, engaña a primera vista a todo foráneo ávido de idio al­pino. El minúsculo municipio de 5.500 habi­tantes, que vive principalmente de la fábrica de carne Ablinger, dejó de ser hace tiempo aquel próspero lugar de paso de los barcos que transportaban las toneladas de sal proce­dentes de las ricas minas de Hallein. Sin em­bargo, Obernsdorf guarda un tesoro sereno e inmutable que ha logrado conquistar los co­razones de todo el planeta y que cada No­chebuena suena en más de 300 idiomas dife­rentes, incluidos los más exóticos, como la lengua esquimal, zulú o lapón. Se trata del villancico más universal, Noche de paz, Noche de amor, que nació, casi por casualidad, en es­ta pequeña localidad en una gélida Noche­buena de 1818.

Faltaban pocas horas para la Misa del Gallo cuando aquel 24 de diciembre Joseph Mohr, el nuevo párroco de Obernsdorf, se acercó a casa de Francisco Javier Gruber, el maestro y organista del vecino pueblo de Arnsdorf. Mohr quería que Gruber compusiera una me­lodía para un texto de seis estrofas que había escrito dos años antes. Quería cantarla esa no­che como broche de oro de la Misa del Gallo. Parece ser que el órgano de la parroquia, la iglesia de San Nicolás, se había estropeado y el sacerdote no quería que los niños se que­daran sin música en una misa tan señalada. Mohr era una persona tremendamente bon­dadosa y conocida por su compromiso con

los más débiles. Llevaba una vida algo bohe­mia y por ello no terminó de encajar en el se­vero ambiente católico de la época.

En la Nochebuena del estreno del villanci­co, Mohr cantó de tenor, Gruber entonó los tonos bajos y el coro de San Nicolás repitió los versos finales. Hoy ya no queda ni rastro de la partitura original, ni tampoco de la antigua iglesia de San Nicolás. Las terribles inunda­ciones de 1890 provocaron que el pueblo fue­ra trasladado 800 metros río arriba. Una capilla conmemorativa recuerda desde 1937 a los au­tores del villancico más cantado en el mundo y con el que jamás ganaron un céntimo. Es más, Joseph Mohr murió en la más absoluta pobreza. Jamás llegó a ser aceptado en Obernsdorf y tuvo que aguantar acusaciones de plagio hasta que un hijo de Gruber, Félix, logró dejar las cosas claras hacia mediados del siglo pasado.

Año tras año, el pueblo de Obsernsdorf ce­lebra la Nochebuena recordando a sus hijos predilectos. A las 5 de la tarde, miles de per­sonas venidas de todos los rincones del mun­do se reúnen ante la iglesia para cantar el himno a la paz más universal. Tras una de­gustación a la intemperie del delicioso vino de especias caliente típico de los Alpes, los restaurantes del lugar ofrecen cenas navide­ñas basadas en la gastronomía de la época en que se compuso el villancico, conocidas como las cenas Gruber y Mohr.

 

MÓNICA FOKKELMAN, «El Mundo» (19.12.99).

 

Para hacer

 

1. Entre todos los villancicos, Noche de paz sigue llenando de acordes el tiempo navideño y de ilusiones los corazones. ¿Dónde podremos cantarle y con quién para que resuene nuevo esta Navidad?

2. Es un villancico para cantar en grupo. ¿Por qué no cantarlo en la familia, en el grupo, en la parroquia, en la cárcel, en la calle, con los inmigrantes… Llevar escrita la letra y repartirla invitando a todos a cantar.

3. En todos los casos, preparar una letra alusiva a cada ocasión concreta. Mejor hacerla en grupo para que sea el resumen de lo que todos viven.

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