Una cruzada moral contra «Nike»

1 octubre 2000

Jim Keady, estudiante de up master en teolo­gía en la Universidad católica neoyorquina de Saint John’s, buscaba hace tres años un tema pa­ra una investigación de fin de curso. La idea era hallar un vínculo entre moral teológica y depor­te. Por más que miraba y daba vueltas a la ca­beza, no encontraba nada. Normal. Hasta que un día leyó un editorial en el periódico de la universidad, en el que se criticaba vagamente la relación entre Saint John’s y la compañía Nike. ¡Eureka!

Al final, la investigación le costó el trabajo; puso fin a una posible carrera como entrenador de fútbol, pero ha colocado al primer fabricante mundial de material deportivo contra las cuer­das de la opinión pública. Keady ha estado tra­bajando en agosto como un empleado local pa­ra Nike en Indonesia y acusa a la compañía de pagar salarios de hambre: «En un mes de traba­jo, yo perdí más de 11 kilos».

Nike no es sólo el brillo de Tiger Woods, Ma­rion Jones o Maurice Greene, las grandes figu­ras del deporte que lucen el logotipo y usan el material del fabricante a cambio de contratos multimillonarios en dólares, dicen quienes lle­van años embarcados en una campaña contra la explotación de los trabajadores que esta empre­sas y otras del sector ejercen de forma regular en los países más pobres. Unas 500.000 perso­nas se afanan en plantas subcontratadas por Ni­ke en Asia y América Latina.

Tim Connor, autor de un demoledor informe sobre las condiciones de trabajo en Nike, asegu­ra que Nike no paga lo suficiente, ni siquiera lo necesario, dice Jim Keady. El teólogo ha tomado la palabra a los responsables de la empresa, que aseguran que con un salario diario de 1,20 dóla­res (unas 220 pesetas) se puede vivir perfecta­mente en Indonesia, y ha pasado un mes traba­jando en las condiciones y por la paga de un em­pleado local. «Puedes sobrevivir, pero no da pa­ra vivir», declara Keady «Es un salario de ham­bre. Lo sé porque yo pasé hambre. Perdí más de 11 kilos y estuve casi todo el mes hambriento y agotado». Nike vistió y calzó a más de 1.000 de­portistas en Sydney, y Keady dice que sus com­pañeros de trabajo se quedaban «completamen­te pasmados» cuando se enteraban de los sala­rios de fábula que los atletas recibían de Nike.

Esta aventura personal de Keady es el último episodio de una traumática campaña que em­pezó con su investigación sobre moral y depor­te. Él es un católico de 28 años que vive el evan­gelio con la entrega de los primeros cristianos. Hace un par de años era también segundo en­trenador del equipo de fútbol masculino de Saint John’s, campeón nacional de la Liga Uni­versitaria en 1996 y, por tanto, un socio ideal pa­ra Nike. Nike ofreció una millonada a Saint John’s -quizá 3,5 millones de dólares, cifra que ninguna parte quiere confirmar- a cambio de vestir a los futbolistas.

Para la universidad era un negocio perfecto. Para Keady, una bofetada a la doctrina social de la Iglesia y a la misión que la universidad se tie­ne marcada.

Keady se negó a vestir la camiseta oficial del equipo y comenzó a denunciar en todos los me­dios a su alcance la relación contra natura entre una universidad católica y Nike, cuyo material es «producido en deplorables condiciones». No se ahorró palabras. La universidad le planteó un ultimátum al final del curso 1997-1998: o se callaba y vestía la camiseta o dejaba el equipo.

Keady dimitió, pero considera su salida del equipo un fruto de las maquinaciones de Nike y Saint John’s, y les tiene planteada una indemni­zación de 11 millones de dólares por violación de sus derechos civiles y por destrozar su repu­tación.

 

Para hacer

1. Leer este testimonio, del que apareció noticia en «El País» (10.9.2000). ¿Qué nos llama la atención?

2. También nosotros usamos prendas (deportivos, camisetas…) de la marca «Nike». ¿Por qué? ¿Podríamos no hacerlo?

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