El debut de la actriz Iciar Bollaín tras las cámaras no pudo ser más prometedor: Hola, ¿estás sola? sorprendió por su frescura narrativa, por la transparencia de su estilo y, ante todo, por la inhabitual capacidad para crear personajes de indudable densidad humana. Estas mismas virtudes se consolidan y, sobre todo, se ahondan en su segunda película, en la que la historia de tres mujeres que buscan pareja para resolver sus conflictos vitales deviene otra vez en un portentoso ejercicio de sutileza a la hora de retratar seres que están vivos más allá de la pantalla.
En Flores de otro mundo, a partir de las peripecias de Milady, Patricia y Marirrosi, se acaba por tejer una tupida red de contenidos en la que se cruzan temas tan candentes como la inmigración ilegal, los contrastes culturales, las dificultades de la vida en el ámbito rural, el papel de la mujer en la sociedad, los malos tratos o la búsqueda de vínculos afectivos por medios, digamos, artificiales (sección «contactos», agencias, emails…). Estas cuestiones, sin embargo, no condicionan en ningún momento el curso de las historias, no son elapriori sobre el que la directora decide montar una trama, sino que surgen de modo natural del desarrollo de existencias cuyo curso fluye,en la obra, libre de cualquier propósito impuesto desde fuera. Al contrario que, por ejemplo, American history X, donde los temas convertían el relato en un formulario ejercicio de ilustración, en la obra que hoy comentamos todos esos asuntos de interés se abordan sin didactismos, sin moralinas, sin la intención de demostrar una tesis que condicione de antemano la verdad de lo que se está contando.Flores de otro mundo llega a lo abstracto, a las ideas, por la vía siempre concreta, imprevisible y abierta de la indagación en la experiencia humana. Como toda obra con sello de autenticidad, más que demostrar, pretende mostrar.
La estructura de la película entrelaza tres historias situadas en una misma localidad, un pequeño pueblo que organiza anualmente una recepción de mujeres (siguiendo el modelo de «Plan») con el fin de emparejar a sus solteros. Dos de las protagonistas, Milady y Marirrosi, entablan mediante este recurso sendas relaciones afectivas que, a lo largo de la película, van a correr en paralelo y, sin conectarse, van a resonar, no obstante, la una sobre otra:
Milad y es una muchacha dominicana con dos hijos, una inmigrante ilegal que busca marido con el único fin de regularizar su situación en nuestro país, a pesar de que aquí se siente rechazada y, lo que es peor, desarraigada. Para ello, se casa con un agricultor humilde, un buen hombre con una madre tiránica que sólo ve en su nuera a una usurpadora. De esta relación, en principio interesada, acaba por surgir un cariño profundo que une definitivamente a los dos cónyuges.
Marirrosi, mujer madura, también tiene un hijo. Es separada y vive en Bilbao. En la visita al pueblo se enamora de un hombre que ha decidido abandonar la vida en la ciudad para recluirse en el medio rural, donde se dedica al cultivo en viveros. A pesar del amor que sienten, su proyecto de pareja se trunca ante la constación de que ninguno está dispuesto a renunciar a su modo de existencia por el del otro.
En ambas historias se repiten motivos (un agricultor y un cultivador de viveros son los personajes masculinos; las dos mujeres tienen hijos que defender, fruto de experiencias sentimentales previas frustradas; ambas viven un profundo sentimiento de desarraigo en el pueblo, una de su patria, otra del ámbito urbano en el que se desenvuelve cotidianamente; el amor, en un caso, surge paulatinamente y rompe todas las barreras y, en el otro, nace por enamoramiento instantáneo pero se ve frustrado por las circunstancias…) de tal manera que, aunque se trate de anécdotas independientes, se contrapuntean y se enriquecen mutuamente, hasta trazar un intenso fresco a propósito de lo complejo de las relaciones humanas.
La última «flor», Patricia (una joven cubana que ha huido de la isla con el rico del pueblo, quien sólo la considera una propiedad más que exhibir y del que huirá a la busca de nuevos horizontes), completa esta panorámica sobre mujeres y hombres que se buscan, se topan, se encuentran y desencuentran con el digno propósito de esquivar la soledad y el fracaso.
JESÚS VILLEGAS