He aquí diez cosas que nada cuestan, pero que valen mucho para ese día y esa hora que nadie conoce…
- Un rostro alegre
en la monotonía del trabajo cotidiano.
- Un silencio caritativo
sobre las faltas y defectos de los demás.
- Una palabra de reconocimiento y estímulo al prójimo
por el trabajo bien hecho, el esfuerzo realizado,
el triunfo obtenido, la amabilidad demostrada.
- Un servicio prestado
a un subalterno, a un compañero, a…
- Una «cara de buenos amigos»
al llegar a casa.
- Un favor prestado,
sobre todo a quien no puede devolvérnoslo.
- Una molestia aceptada de buen grado
para proporcionarle a alguien un gusto
o evitarle una incomodidad.
- El reconocimiento sincero de un error cometido,
especialmente cuando se le atribuye a otra persona.
- Un apretón de manos cálido y amistoso
a los que están desanimados.
- Una conversación paciente e interesada
con los que no son muy divertidos o muy simpáticos.
Para hacer
1. He aquí un decálogo de algunas cosas que ya no se estilan porque ahora cada uno va a lo suyo… ¿O no? 2. ¿Qué nos parece lo que se propone? ¿Tiene que ver algo con el Evangelio? 3. Todo eso habría que hacerlo «sin que los demás se aprovechen de uno». ¿O a pesar de ello? En este caso habría que saberlo. Y habría que saber decirlo. Centrarse en todo esto y sacar conclusiones. 4. Elaborar entre todos otro decálogo de cosas que nada cuestan y sirven mucho. |