Nuestro mundo, también entre los jóvenes, necesita con urgencia un cambio espiritual y cultural que afecte profundamente a la comunicación humana y que posibilite una forma de dialogar cualitativamente distinta: un paso de la verticalidad jerárquica a la vivencia horizontal y solidaria de las relaciones. Necesita más misericordia y piedad, más fidelidad y ternura, más vulnerabilidad y compasión, más cuidado de la vida y espíritu de colaboración…, actitudes tradicionalmente consideradas como exponentes de la condición femenina pero que en realidad son propias de una personalidad equilibrada.
Como cristianos estamos llamados a ser personas espirituales tal como nos mostró y enseñó Jesús, abiertos a la realidad de nuestro mundo y comprometidos con la libertad y con la justicia. El modelo de identificación creyente lo encontramos en María estrechamente ligada al misterio de Jesús, su hijo y modelo de seguimiento. Deberíamos recuperar su figura de mujer del pueblo, de mujer liberada, cuyo fíat posibilita el nuestro e ilumina nuestra respuesta al Señor y nuestro itinerario creyente. Ella puede enseñarnos a vivir desde la no posesión de nosotros mismos y de cuanto nos rodea, que es la manera de ser verdaderamente libres.
n María, la llena de gracia, en quien no encuentra ningún impedimento la acción de Dios; la que reconoce y acepta la soberanía de Dios en su vida, acoge la Palabra y la hace Vida.
n María, toda ella pura libertad y responsabilidad, que opta por Dios y por su Reino sin necesidad de pedir permiso a nadie; la que supo discernir cuándo era tiempo de preguntar y cuándo de callar, guardando la palabra en su corazón y aceptando situaciones que no comprendía; y que supo también retirarse a tiempo, despojada de todo privilegio de posesión de Jesús.
n María, la del Magníficat, la que sabiéndose pobre y humilde, no duda en cantar las maravillas que Dios hace en ella; la que vivió en el amor y el servicio.
n María, la del corazón y la mirada limpia, toda ella transparencia de Dios, que supo ver sus huellas en su vida y en la de los demás; la mujer fuerte, la del amor fiel llevado hasta el fin, hasta el pie de la cruz.
n María, la mujer liberada por el Espíritu y que se erige en prototipo de todo creyente, más allá de las diferencias de sexo, pues sus actitudes no son patrimonio exclusivo de mujer sino esenciales en la experiencia religiosa cristiana.
Todo esto, que hemos extractado de Mª Dolors Oller, lo hacemos nuestro y lo proponemos como modelo e itinerario para los jóvenes. Ella, mujer liberada, pasa a ser nuestro modelo de creyente.