Bienaventurados vosotros, jóvenes,
que lleváis con vosotros la dimensión
de novedad y de creatividad.
¡Seréis vida que comienza a crecer!
Bienaventurados vosotros, jóvenes,
que, venciendo el estancamiento,
la rutina y el conservadurismo,
irrumpís como sacramento de lo nuevo,
movidos por el deseo,
por la utopía y por el futuro.
¡Seréis protagonistas del amor!
Bienaventurados vosotros, jóvenes,
que alimentáis la cultura de la vida
y no os dejáis llevar
por los pensamientos egoístas,
cómodos, hedonistas o consumistas
que se os presentan como «buenos».
¡No caeréis en el vacío,
en la insatisfacción o en el aislamiento!
Bienaventurados vosotros, jóvenes,
que tenéis el coraje de tomar partido
y de vivir verdaderamente como ciudadanos,
venciendo la indiferencia y la cobardía.
Seréis los cimientos
en la construcción de una nueva sociedad!
Bienaventurados vosotros, jóvenes,
que a pesar de vivir bombardeados
por el odio y por la violencia,
sabéis acoger y anear a todos.
¡Seréis artífices de la paz!
Bienaventurados vosotros, jóvenes,
que en nombre del amor y de una vida digna
lucháis sin entregaros ante las barreras
e imposiciones de un mundo
que os parece demasiado adulto.
¡Seréis luz del mundo!
Bienaventurados vosotros, jóvenes,
que anunciáis allí por donde vais
que Cristo es la Certeza,
el Camino, la Verdad y la Vida.
¡Seréis sal de la tierra!
HÉLIA MONTEIRO
PARA HACER
- Leer estas bienaventuranzas. ¡Hay muchos jóvenes así? ¿Somos nosotros así? ¿Qué necesitamos para ello?
- A estas bienaventuranzas, aparecidas en la revista brasileña «Pastoral juvenil a caminho» (71, marzo-abril 1998) las hemos llamado «Decálogo». Para ello faltan tres. Completarlas con lo que pondría cada uno.
- Comparar este texto con lo que dice José Antonio Marina en el texto de la página anterior. ¿Qué tipos de jóvenes hay detrás de cada uno? ¿Es posible conciliarlos? ¿Qué habría que hacer en cada caso…?