Acompañar la vida del joven: tiempo y suelo sagrado.

17 febrero 2017

«Descálzate, pues el suelo que pisas
es tierra sagrada”. (Ex 3, 5)

En las raíces de la tradición oriental, más allá de la mera costumbre social, el respeto a lo sagrado suele traducirse en signo de humildad y deseo de pureza para quien espera en su divinidad. Así, no resulta tan extraña la contemplación de la escena bíblica que acompaña estas líneas: Moisés es llamado a descalzarse ante la presencia de Dios. Sin duda, impacta el contexto en que se produce este famoso y fecundo diálogo en el que el “liberador” del pueblo de Israel, aún bajo el yugo egipcio, recibe su misión; la zarza ardiente, incombustible, tiende a impresionar tanto al lector que eclipsa, por ejemplo, la rutinaria labor que desarrollaba Moisés (“apacentar el rebaño”; de nuevo, nos topamos con la figura del pastor), entre malezas y polvo que “ensuciaban” sus sandalias, posiblemente ya desgastadas como consecuencia de los pedregosos caminos por los que se veía obligado a transhumar. De hecho, el texto sagrado dice que Moisés había llevado sus ovejas más allá del desierto, lo cual induce a pensar que su calzado había sufrido la dureza de la tierra árida y la incomodidad del polvo de arena. Una sugerente metáfora de la vida. Ahora bien, ante Dios, Moisés se presentará desprovisto de toda impureza, simbolizada en ese gesto de descalzarse. Aun no siendo consciente, Moisés se encuentra en un lugar sagrado, en un momento sagrado, por la presencia de Dios, que sale a su encuentro.

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Los educadores que, corresponsablemente, participamos de la misión salesiana en todas las dimensiones educativo-pastorales de nuestras casas contemplamos la realidad juvenil con una mirada no solo esperanzadora y optimista, sino también teológica. Sabemos que Dios nos envía a los jóvenes y somos conscientes de que en los jóvenes hallamos la huella de Dios. Reconozco que siempre me ha gustado concebir a cada muchacho con el que me encuentro como el más precioso “sacramento salesiano”. Cada encuentro con cada uno de nuestros jóvenes es tiempo sagrado, tiempo de gracia. Una oportunidad paradigmática para hacer visible el sentido de nuestra tarea apostólica.

Por todo ello, llamados como somos a acompañar no solo ambientes y grupos juveniles, sino también, y sobre todo, a cada joven de forma personal, nos presentamos como Moisés lo hizo ante la presencia del enviado de Yahvé, esto es, “descalzos”, con profundo sentido de respeto y responsabilidad para con la misión que del Señor hemos recibido y generosamente hemos aceptado. Caminar junto a nuestros chicos y chicas la senda de su vida es, para nosotros, pisar suelo sagrado. No valen, pues, frivolidades ni puede trivializarse la labor del acompañamiento. Cuidar con mimo el encuentro personal con los destinatarios de nuestra misión educativa y pastoral exige de nosotros, acompañantes, la mejor de las disposiciones humanas y espirituales.

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Los frutos que de este encuentro brotan, lo sabemos por experiencia, suelen ser transformadores, tanto para quien acompaña como para quien es acompañado. Porque no deja de ser un encuentro interpersonal que sucede en un tiempo sagrado y en una tierra sagrada, como lo es la vida humana.

Sergio Martín Rodríguez

Educador salesiano en el colegio de Barakaldo (Vizcaya)
Aspirante a Salesiano Cooperador.

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