Adolescentes en primera persona

1 abril 2006

Consejos para padres y educadores

Para cubrir la demanda de educar en valores y acercarse a los hijos siguen lanzándose volúmenes de consejos para padres y pedagogos, mientras que el producto juvenil se reduce a consejos sobreligoteos para un público de 10 a 15 años. Títulos como Las chicas están locas. Manual de uso para chicos o Cómo atrapar al príncipe de tus sueños han saltado de las efímeras páginas de las revistasteen a la celulosa encuadernada, pues para algo hay poder adquisitivo a temprana edad. Sin embargo, dar voz a los adolescentes –del mundo rural y urbano, de escuelas religiosas y laicas– no es sólo un espejo sino una clave para entender lo que les angustia.
Recopilaciones de testimonios

Para los adolescentes los padres son extraterrestres. Las dificultades para relacionarse a esta edad con el mundo adulto –y viceversa– son notables, pero con las nuevas tecnologías y el modelo social y familiar implantado, la actual generación de adolescentes está un poco más lejos de los padres que la anterior. La preocupación de los adultos por saber qué pasa por sus cabezas, sumada a las ganas de estos jóvenes de verse reflejados en libros que rompan con los estereotipos de las estadísticas, ha propiciado que las editoriales catalanas apuesten por recopilaciones de testimonios como No som estúpids o Ara parlem nosaltres.

 “Ahora hablamos nosotros

«Los jóvenes ocupan hoy un papel más importante en la sociedad y son más atrevidos, pero la cuestión no es que sean distintos sino que los padres están más preocupados: existe una inquietud que tal vez responde a una mala conciencia. Sea como sea, es necesario intentar acercarse», señala la periodista Dolors González, autora de Ara parlem nosaltres. La situación es como sigue: los padres no controlan los canales por los que los hijos reciben la información; la complicidad que usan no funciona a esas edades, y… ellos trabajan y sus hijos se conectan al messenger.
«El todopoderoso messenger los aleja de la familia pero no de los amigos», apunta González. «Lo que más sorprende es la fuerza de la relación con los amigos: después de haber estado juntos en clase, siguen charlando por el messenger y no es una conexión superficial; el grupo es adonde se recorre a solucionar problemas. Son relaciones de mucha confianza y lealtad, y cierta dependencia».
No somos estúpidos”

De las respuestas de 2.800 alumnos de ESO, Magda Bandera y Mònica Artigas, autoras de No som estúpids, deducen que se sienten solos. «No son amigos lo que piden –apunta Bandera–, sino padres, una autoridad; ven que sus progenitores han tenido ganas de ser permisivos y tolerantes pero no saben hablar con ellos: quieren tocar todos los temas pero nunca lo hacen y los jóvenes acaban encerrándose en su habitación que es como un estudio de la NASA». «Somos vuestro producto, acusan algunos: antes la adolescencia arremetía contra la sociedad, ahora la generación de los padres resulta muy criticada», añade Artigas.
Las claves

Son pragmáticos y poco idealistas pero no es cierto que no tengan opinión del mundo y la política.

  • González observa un discurso derrotista: «Los políticos son corruptos, no hay solución, más vale ser individualista».
  • Para Artigas y Bandera, la sensación es que todo está descubierto. «No tienen ilusiones, prefieren no pensar en el futuro, sólo esperan no trabajar tanto como sus padres, tener estabilidad, hijos… El idealista o cree en el independentismo o en un mundo para todos».
  • Se creen tolerantes, se saben consumistas y se reconocen conflictivos: los profes, dicen, les dan pena. ¿Y el bullying? Ven que se pasan de la raya.
  • En cuanto a la religión, sale mal parada (nadie se considera creyente).
  • ¿Sexo? Según Bandera, no necesitan el alcohol para desinhibirse. «La virginidad se ha desacralizado mucho, a pesar de que ellas son aún acusadas de malas si van muy lejos. El mensaje es hoy desinhíbete y, si antes sentían vergüenza a que las vieran desnudas, ahora el problema es no estar lo suficientemente buenas». ¿Porno? González constata que les queda poco espacio para la imaginación.
  • Funcionan por modas pero no se sienten borregos y, aunque desconfían, reivindican que se les pregunte directamente. «Creo que se puede confiar en los adultos aunque yo no lo haga», dice Silvia (14 años).

Extractado de MARICEL CHAVARRÍA

La Vanguardia,  02/11/2005

 

 

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