Ante el suicidio de una alumna

1 junio 1997

»Querida amiga:

Ya sé que es, tarde para escribirte. También se que puede que te sorprenda que lo haga, pero estoy Segura que donde estés leerás mí carta y tantas cartas y tantos pensamientos que te estamos dirigiendo.

Nos ha sorprendido y estamos sin palabras, sólo el corazón roto habla. Habla de la mirada desesperada de tus padres, el grito angustiado de tu hermano, la tristeza y las lágrimas de tus amigas.

Yo te creía y te creo honrada. Buscabas la verdad de las cosas, querías llenar tantos huecos que dentro de ti estaban vacíos… Buscabas… a tientas…, a veces con rabia de que nadie supiera acertar con una palabra. Buscabas en soledad, parece ser el sino de muchos. No es malo buscar a tientas; lo grave es buscar en sole­dad. Tú te has sentido así aunque en verdad había gente a tu lado.

Sólo me consuela pensar que Dios, en su infinita bondad y Amor, ha respondido a todos tus interrogantes. A lo mejor no hemos sabido explicarte que ese Dios estaba ya aquí contigo porque en Él nos movemos y existi­mos. Pero la soledad nubla la sensibilidad y ni eso notamos.

Tus profes estamos un poco deeolados: nos parece que la lección más importante no la hemos sabido transmitir. Hoy notamos que todo suspenso, que toda lección no aprendida es un poco nuestro fracaso. Sí nos hubieses preguntado sobre tu decisión te hubiéramos gritado que no lo hicieses; hoy nos lamentamos de que lo hicieras, ¿O sí lo hiciste?; Cuántas veces te hemos dicho que callaras en clase porque nosotros está­bamos hablando. Hoy pagaríamos todo el oro del mundo porque siguieras hablándonos, pero ya es tarde y has callado para siempre.

Nos es difícil llegar a vuestro mundo. Además vuestro olfato es finísimo y detectáis a la legua quien se acerca a vosotros con afán de marujear en vuestras vidas, de moralizar desde fuera. Sólo a guíen se hace de verdad vuestra amiga la dejáis pasar.

Además por si fuera poco has escogido el día 13 de Mayo, justo ese día que celebrábamos el día del ¡Gra­cias! Queríamos que fuera un día de vida, de amistad, de compartir, de fiesta. A tí te bastó que fuera 13. Ese fue tu día. Aunque de verdad tú llevabas ya tiempo sin vida.

Ayúdanos a estar sinceramente a vuestro lado, a ser auténticas con nuestra vida para que nuestras pala­bras sean lo más verídicas posibles. Ayúdanos a crear una sociedad donde sea posible tener de verdad ami­gos para que no nos sintamos solos. Para que la desilusión no exista.

Sólo siento que te has perdido muchas cosas de esta vida, que tenías mucho para vivir y gozar, que nos has privado de tantas cosas fenomenales que tú podías darnos.

Hoy en ti, tus profes, damos gracias, a todos loe jóvenes que nos dan tantas lecciones, hoy una lección de muerte pero para la vida. Seguimos creyendo en vosotros, en vuestras vidas, aunque como hoy, se nos haga un nudo en la garganta y misterio.

Que Díos y María te den un gran abrazo. Así perdonamos tu trastada y tú nos perdonas a nosotros.

Una educadora

 

 

PARA HACER

  1. Esta carta fue escrita por una educadora ante el suicidio de una joven de 17 años, alumna suya. Le­erla y comentarla en el grupo de jóvenes ¿Qué llama la atención?
  2. Reflexionar también a partir de ella entre los educadores, animadores, profesores, padres… Con esta joven se había hablado personalmente en muchas ocasiones. ¿Conocemos la realidad, a veces an­gustiosa, que viven muchos jóvenes? ¿Llegamos a cada uno de ellos? ¿Cómo les ayudamos a bus­car la respuesta a los grandes interrogantes? ¿Cómo deberíamos hacerlo?
  3. Escribir dos cartas: una a la chica, como la educadora, y otra a la educadora. Comentar y contrastar las ideas que aparecen.

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