Aprender

1 noviembre 1997

La muerte forma parte de la experiencia humana, pero cada vez se la aparta más de la propia vida. Por eso la muerte se convierte en una realidad desgarradora -especialmente para los jóvenes, que no la conciben como una realidad ineludible- tanto por la sensación de impotencia que genera como por el hecho de verle la cara y asumir la certeza de la propia extinción.

Marie de Henneze/ psicóloga y autora de La muerte íntima lleva diez años ayudando a decenas de enfermos terminales a afrontar la muerte. A fuerza de encararse con ella, ha aprendido a valorar lo que de bueno tiene. Recogemos algunas de sus opiniones que concretó con ocasión de la presentación de su libro en España.

– La muerte es tan importante porque es el espejo de la vida. Sólo se vive con plenitud si se es consciente de que se va a morir. Todos sabemos que vamos a morir pero, sin embargo, preferimos no planteárnoslo. Posponemos el enfrentamiento a la muerte hasta el último momento, cuando ya es tarde. Y no debería ser así. Aceptar la muerte ayuda vivir mejor esta vida.

– No me gustaría que alguien inventara una pastilla o algún otro artilugio que nos hiciera inmortales. Sería horrible. Si la vida lene valor es, precisamente, porque existe la muerte.

– No echo de menos a los seres queridos que se han ido, porque no se han ido. Siguen estando ahí, siguen acompañándome, dentro de mí.

– Afrontar la muerte supone indagar en uno mismo, encarar e intentar dar respuesta a las preguntas que el ser humano se ha hecho desde siempre: quiénes somos, qué sentido tiene la vida, de dónde venimos, adónde vamos… Es un proceso de conocimiento interno que no concluye nunca, y que se inicia cuando uno acepta que su vida tendrá un fin. Cuando se toma consciencia de que somos mortales, se desencadena un proceso interior en el que salen a flote los valores que todos llevamos dentro, aunque la mayoría los esconde en las profundidades de su ser.

– Nos resistimos a encarar ese proceso porque en nuestra cultura, la muerte es un tema tabú. Algo de lo que no se habla, en lo que no se piensa. Aunque no siempre fue así. La percepción de la muerte ha cambiado, fundamentalmente, por la ciencia. El avance tecnológico ha desterrado de nuestras vidas la espiritualidad. Vivimos en un mundo en el que prima la individualidad, lo inmediato. Es una sociedad consumista que concibe la muerte como un fracaso.

–  El culto a lo joven ha influido en gran  medida en ese concepto. La publicidad, la moda, el cine, transmiten la idea de que sólo vale lo bello, lo perfecto; que hay que cuidar el cuerpo, no el espíritu. Y margina a los moribundos, a los ancianos, a los discapacitados, a las personas con taras o defectos físicos. Pero, según mi experiencia, es en esos colectivos donde existe mayor humanidad.

– Todos nosotros, aunque sea a un nivel muy inconsciente, pensamos que hay vida después de la muerte, que algo de nosotros sobrevive. Unos lo llaman espíritu, otros alma… pero todos, incluso los ateos, queremos creer que hay algo más. No tiene nada que ver con la religión, sino con el ser humano.

 

¿Cómo viven los jóvenes esta realidad? ¿Cómo afrontarla para que les ayude a mantener una actitud sana ante la vida de modo que les enseñe a vivir más y mejor? He aquí nuestro reto y nuestra tarea.

 

Cuaderno Joven

También te puede interesar…