¿Ayudar a morir o… ayudar a vivir?

1 abril 1998

Esta historia comienza cuando un acci­dente de coche deja tetrapléjica, en una si­lla de ruedas, a Azucena una joven actriz, ella y popular, «Miss Cataluña». Un cuer­po muerto, impropio de la bella actriz que fue. Azucena ha pasado estos años inter­pretando el más duro papel de su existen­cia, que no es otro que su propia tragedia.

– Sólo deseo que alguien me ayude a morir.

Ha pasado un poco más de un año des­de que Azucena Hernández lanzara, des­de las páginas de una revista del corazón, esta desgarradora petición: «¡Que alguien me ayude a morir!»

La actriz no veía salida a su angustiosa existencia. Sólo ella sabía realmente lo que estaba padeciendo y haciendo padecer a sus seres queridos.

La repercusión que tuvieron aquellas declaraciones cambiaros sus esquemas. Miles de cartas anónimas de apoyo y el cariño de su madre y de su hermano le han hecho plantearse de nuevo su existen­cia. Azucena ha tenido encima de su mesi­lla innumerables ofertas de trabajo: de re­vistas, de emisoras de radio y de una im­portante cadena de TV privada.

– Creo, ha dicho, que puedo ser útil para al­go más que para generar dolor.

Azucena ha vuelto a descubrir la vida, una vida que nunca volverá a ser como antes, pero en la que asegura que intenta­rá no defraudar a nadie.

– Acabo de cumplir treinta años y como mu­chos de ustedes saben, llevo más de tres y me­dio ejerciendo involuntariamente de tetrapléji­ca, es decir, presa en un cuerpo inerte y vícti­ma de una cabeza que acumula sensibilidades hasta arañar el cerebro de tanto escarbar en él. Una crueldad del destino que comparto con muchísimos seres humanos y por la que, hace más de un año, llegué a decir que prefería apa­gar eternamente la llama de lo que ustedes lla­man vida. Mi cerebro ordenaba a mi voz que lo dijese. Esa era yo, un compendio de contradic­ciones que sólo creaba problemas a mi alrede­dor.

– La enorme repercusión de mis palabras pi­diendo la eutanasia activa cambió mis esque­mas principales. Recibí miles de cartas y de palabras animándome y empujándome a salir de mi propia jaula. Esa manifestación espontá­nea por parte de personas que no me conocían me desconcertó muchísimo.

Azucena acompaña en su mirada y en su expresión una nueva frescura e ilusión que parecían haber desaparecido. Tiene ganas de hablar y, sobre todo, de no se­guir defraudando a los demás, especial­mente a su madre y a su hermano, Paco.

– Mi madre lo ha sido todo para mí. El estí­mulo y la sinceridad de esas anónimas mues­tras de amor de tanta gente se han unido a los impagables esfuerzos y el casi inhumano tesón de mi madre para soportar mis constantes cambios de ánimo y mi desesperación. A ello tengo que sumar la compañía y ayuda de mi hermano.

Ahora no sueño con morirme. Sueño con crear puestos de trabajo a mi alrededor para amigos parapléjicos a los que esta mal consti­tuida sociedad ha marginado.

Estoy aquí y ahora para algo más que para decir «NO». Voy a colaborar de la única forma que puedo: poniendo mi voluntad al servicio de los demás y aceptando, como he dicho antes, que sin los demás no soy nada. Llevaba tres años y medio sin querer colaborar y ahora comprendo mejor que estoy en deuda con mu­chas personas. Mi existencia está llena de fuerzas motrices, entre las que no tienen cabida el egoísmo, la ambición, el sexo, ni tantos y tan­tos anhelos instintivos de los que supuesta­mente nos componemos.

He tardado mucho tiempo en valorar el amor de los demás… y pido perdón.

Todo esto me ha hecho darme cuenta de que yo era una privilegiada. Recuerdo con mucho agrado las palabras de Su Majestad la Reina diciéndome al oído que yo tenía que ser un

ejemplo para los que sufren y las de tantos compañeros…

Ahora he tomado la sagrada decisión de vi­vir, de dejarme querer para querer yo misma, de intentar generar satisfacción. He compren­dido gracias a los demás que puedo dar un im­posible paso al frente. Y no me voy a negar a darlo aún a sabiendas que sin los demás no soy nada.

 

 Para trabajar personalmente o en grupo

 

El debate en torno a la Eutanasia o al Derecho a Morir Dignamente están dramáticamente de actua­lidad en España. Ramón Sampedro dijo hace tiempo: «Grabaré mi eutanasia con una cámara, tal vez de vídeo casero». Lo mismo reiteraba en su testamento. Así fue y la televisión nos presentó «otra muerte en directo».

Muchos son los que afirman que «de acuerdo con una ética laica, secular, etc., la vida es nuestra y de nadie más». Desde una perspectiva así, habría que admitir que la formulación es correcta. Ahora bien, una cosa es afirmar que «la vida es nuestra y de nadie más» y otra distinta es que otro me la pueda quitar mediante una acción positiva.

Situándonos en este ámbito laico, por aquí anda el problema, es decir, se trata de la clásica diferen­cia entre eutanasia «activa» y «pasiva».

En la eutanasia pasiva es el propio proceso de la muerte del paciente el que razonablemente se impo­ne, frente a la aplicación de intervenciones desproporcionadas que frenan o detienen artificialmente proceso.

En cambio, con la eutanasia activa son los mismos médicos o las personas que intervengan quienes quitan la vida al enfermo. Son otros, pues, los que disponen de la vida ajena.

el

  1. Leer el testimonio de Azucena. Comunicar los sentimientos, impresiones, frases, ideas, etc. 2. ¿A qué se debe el cambio de ideas de Azucena sobre la eutanasia?
  2. Hacer una doble lista: una con «cosas» que «dan muerte» y otra con «cosas que dan vida».
  3. Abordar alguno de estos temas, buscando referencias en la prensa (por ejemplo, el caso del tetrapléjico Ramón Sampedro o de los últimos secuestrados por los rebeldes de Sierra Leona, en África): eutanasia, suicidio, «calidad de vida», razones para vivir, entrega a los demás.
  4. Un programa de televisión invitaba, para tomar conciencia de la situación de los diminuidos fí­sicos, a hacer la experiencia de moverse por la ciudad en una silla de ruedas… Imagina el reco­rrido que hiciste ayer o has hecho hoy, pero en una silla de ruedas.
  5. Orar con el testimonio(puede ponerse en un lugar visible una silla de ruedas dejándose iluminar por los siguientes textos bíblicos u otros semejantes):

– «Dios nos creó a su imagen y semejanza» (Gn 1,27). – «A nadie le debáis nada más que amor» (Rm 13,8). – «Mejor es pescar Sabiduría que perlas» (Job 28,18).

– «Dios salva a los pobres por su misma pobreza» (Job 36,15).

– «Dios nos hace ver maravillas, grandes cosas hace que no comprendemos» Qob 37,5). – «Junto a la cruz de Jesús estaban su madre…» (Jn 19,25).

– «Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado» (Mc 15,34).

Orar agradeciendo, pidiendo… y «respondiendo». ¿A quién y cómo puedes «ayudar a vivir»?

 

JOSÉ SORANDO

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