DECÁLOGO DEL VOLUNTARIO

1 noviembre 1998

1.En el voluntariado necesitamos descubrir la complejidad de los procesos sociales. Los pro­blemas sociales tienen la forma de una tela de araña. Precisamos una buena información.

2.El voluntariado sólo tiene sentido cuando no pierde de vista el horizonte de la emancipación; es necesario dar ternura a un enfermo terminal, o acoger a una persona que lucha contra una adicción, pero ello debe ser un paso más en la búsqueda de soluciones a las causas de la mar­ginalidad y del sufrimiento.

3.La acción solidaria  es una opción libre con una triple aspiración: la estima de sí mismo, la solidaridad  con los demás y el compromiso por una sociedad justa.

4.El voluntariado no es una coartada para des­mantelar los compromisos del Estado, sino más bien para  reclamarlos. Si nuestra presencia voluntaria es,en algún momento, un pretexto pa­ra que la Administración se retire o reduzca sus esfuerzos, el voluntariado habrá entrado en zo­na de peligro.

5.La acción voluntaria es como una orquesta a la que debemos exigirle coordinación, coheren­cia y concentración de esfuerzos. La fragmenta­ción no conduce a nada: en el equipo cada cual juega en su propio lugar colaborando con el res­to en función de la partida.

  1. El voluntario ha de tener competencia huma­na ,y calidad técnica. La buena voluntad no basta .Si, por ignorancia o por incompetencia, hicieramos sufrir a una persona frágil, aunque fuese con la mejor intención, sólo lograríamos aumentar su impotencia y su marginalidad.

7.El voluntario ha de ganar espacios en las clases populares­. No puede ser una institución que interesé sólo a las clases medias, ni a quienes les sobra el tiempo. Más bien responde al ejercicio de la ciudadanía que se responsabiliza de los asuntos que afectan a todos.

8.El voluntariado estima al profesional de la ac­ción social y buscará siempre la complementa­riedad. Pero, por eso mismo, no podemos convertirnos en auxiliares ni en correa de transmi­sión, sino que defendemos el espacio de liber­tad y de acción que nos es propio.

9.En el voluntariado necesitamos hoy discipli­nar nuestra acción. Las mejores iniciativas se pierden por incapacidad de someterlas a un programa, a unos objetivos, a un método, a unos plazos a una dedicación seria, a una eva­luación

… La buena intención es un camino via­ble si hay disciplina: si no la hay, es un fracaso.

10.La, acción voluntaria requiere reciprocidad. No se orienta simplemente a la asistencia o ayuda al otro , sino  al crecimiento de ambos. La es­tima del otro sólo exige la acogida, sino que además espera una respuesta análoga

 

PARA HACER

1.En el número anterior de Cuaderno joven hablábamos de los voluntarios en las secciones de «Opi­nión» y «Oración». Volvemos sobre ello con este decálogo que tomamos de Militante (296, febrero 1997). Aparece firmado por Esteban Tabares, aunque los puntos han sido elaborados desde la acción y la experiencia por un amplio grupo de voluntarios y voluntarias. Son sugerencias para abrir el ca­mino. ¿Qué nos dicen?

2.El 5 de diciembre se celebra el Día Internacional del Voluntario. Puede ser una buena ocasión para di­fundir este decálogo y dialogar a partir de él. Habrá que recordar que el voluntariado radical y ma­duro recorre un itinerario que nace del altruismo, pasa por la solidaridad, asume la ciudadanía y cul­mina en la responsabilidad personal. La raíz originaria del compromiso a favor de los demás es el al­truismo (laico o religioso) que pone en acción el hondo sentimiento de la compasión (padecer con el otro, sentir con él, quedar afectado). ¿Cómo andamos en todo esto?

 

 

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