Dejad las ventanas abiertas

1 septiembre 2000

Dos citas de un clásico de la literatura in­fantil (sic) para comenzar nuestro nuevo cur­so educativo 2000-2001. Aunque tengamos a Peter Pan deformado por cierta multinacional del ocio y de los dibujos animados, creemos interesante recuperarlo para nuestra labor educativa. Como bien nos recuerda CARRERA RUBIN «no es inocente que la primera en des­cubrir la «resurrección» de E.T., sea la oyen­te que todas las noches escuchaba de su ma­dre la historia de Peter Pan». Pues como lec­tores y lectoras de Peter Pan que somos, po­demos hacer una reflexión que impida que nuestros destinatarios se nos rindan y no quieran vivir la auténtica aventura del crecer humanamente (que para los creyentes es si­nónimo de evangélicamente) y podamos descubrir su resurrección en seres compro­metidos consigo mismo y con la humanidad entera. (Traducimos el texto de la edición ga­llega de Peter Pan, Col. Árbore 13, Edit. Ga­laxia, Vigo 1989).

  • Texto

«Hace mucho tiempo -dijo [Peter Pan]-, yo pensaba, como vosotros, que mi madre dejaría la ventana abierta. Estuve fuera du­rante lunas y lunas y luego regresé volando, pero la ventana estaba cerrada. Mi mamá se olvidó de mi y había otro pequeño durmien­do en mi cama» (p. 127).

«-¿Me tocas algo en el piano de los chi­cos para que duerma? -Le pidió [George]. Y cuando ella se dirigía al cuarto, añadió sin pensar:

-Y cierra la ventana, que hace corriente. -Oh, George, no me pidas nunca que ha­ga eso. La ventana debe estar siempre abier­ta para ellos, siempre, siempre, dijo la ma­dre de Wendy» (p. 181).

  • Metodología

Repartimos las dos citas de Peter Pan entre los miembros del equipo educativo con el que vamos a convivir en este curso 2000­-2001. Después de un breve comentario para contextualizar las citas v situarnos ante ellas, se reparte un folio en el que en una carilla po­nemos gestos, actitudes, acciones… que cons­truyen ventanas abiertas; y, en la otra, ges­tos, actitudes, acciones… que cierran venta­nas en nuestras relaciones personales (ya sea con los destinatarios o con compañeros). De­pendiendo de los participantes, se puede en­tregar un folio con una ventana cerrada y otra abierta en cada cara del papel.

Dejamos un tiempo prudencial para la re­flexión y el trabajo personal (es importante que todos escribamos algo acerca de lo que abre y cierra ventanas). Posteriormente en pequeños grupos o en asamblea (depen­diendo del número de participantes) inicia­mos un diálogo abierto y no dirigido, en el que se puede llegar a conclusiones de índo­le personal, grupal (como equipo de educa­dores), estructural, etc., que nos ayuden a descubrir en nuestro ambiente lo que cierra y abre ventanas, o -lo que es más impor­tante- lo que ayuda o impide que nuestros destinatarios crean que nos estamos olvi­dando de ellos.

Finalizamos con otra cita: «Tradicional­mente relacionamos el mito de Peter Pan co­mo el del niño que no quería crecer. Y no he­mos caído en la cuenta de la importancia de la falta del cariño y de la acogida de los adul­tos como fundamento de esa decisión. «De­jar las ventanas abiertas» tiene todas las re­lecturas que queramos darle, pero creemos que ante todo implica una actitud de con­fianza, dar una segunda (o infinita) oportu­nidad, creer en la capacidad de sorpresa, o sencillamente primar la esperanza ante cualquiera ruptura que pueda parecer ini­cialmente como permanente» (J.J. CARRERA RUaIN, El mito Peter Pan, Tesis universitaria sin publicar).

 

XULIO C. IGLESIAS

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