DESMITIFICAR LA NAVIDAD

1 diciembre 1998

En su origen, los días que hoy son Navidad eran una fiesta pagana. Jesrís de Nazaret no nació el el 25 de diciembre, ni en el año cero de nuestra era. Es­tos datos son conocidos hace siglos, aunque algu­nos listillos crean haberlos descubierto ellos ahora. Más discusión puede haber en torno a Belén: los dos evangelios que cuentan el nacimiento (le Jesús (Mago y Lucas) nocoinciden prácticamente en nin­gún rasgo, lo cual indica que sus fuentes y tradi­ciones han sido muy diversas: y sin embargo coinciden (casi) sólo en el dato de Belén. Esto para al­gunos es un argumento a favor. Respecto de la cue­va y el establo, el patriarca marxista F. Bloch escri­bió: «Un origen así no se lo inventa nadie para un Fundador»». Quizá. Pero todas estas elucubracio­nes pertenecen más a la curiosidad y a la informa­ción inútil. Son datos que no cambian nada. A lo más, no sé si lograrían desmitificar algo de la Na­vidad pasada, cuando lo que hoy necesitamos es desmitificar la Navidad presente. Desmitificar, en este caso, sería sobre todo, des-edulcorar. Y para esta otra tarea sería mejor comenzar así: El Niño Dios no nace en El Corte Inglés, ni en las calles des­pilfarradamente iluminadas de nuestras ciudades. Si uno es creyente, tiene due comenzar por aceptar seriamente esto. Si no lo es, puede que se trate de una información no del todo inútil.

La mayor mitificación de nuestra Navidad no ha consistido en darle una fecha inexacta, o en forzar algún dato para que parezca coincidir con otra fra­se de] Antiguo Testamento. Ha consistido en desfi­gurar su sentido y edulcorarla a través de un pro­ceso lento de reconversión pagana. Los dos meno­res ejemplos de ese proceso son las dos figuras em­blemáticas de todos los belenes: los pastores \ los reyes magos.

  1. Nuestros nacimientos tienen unas figuras bu­cólicas vestidas de pastor: pero no parecen tomadas del relato bíblico ,¡no de alguna égloga de Garcila­so. Un rabino contemporáneo de Jesús decía: «No hay oficio más despreciable que el de pastor'». Los pastores tenían fama de ladrones. Esto es, precisa­mente, lo que ha desaparecido de nuestros naci­mientos.

Imaginarnos una narración que parafrasea a la del capítulo 2 de san Lucas: «Había unos okupas en aquella misma comarca que pasaban la noche medio al raso, en el antiguo cine Princesa. Y un en­viado del Señor se presentó ante ellos. Se atemori­zaron creyendo que era la policía. Pero el mensaje­ro les dijo: no temáis que vengo a traeros una bue­na noticia: en esta misma ciudad ha nacido una es­peranza Divina para vosotros».

 

Se puede imaginar que, allá por el s. XXV, algu­na mamá lee esta narración a su niño, y el peque­ño le pregunta: «Mamá, ¿y por qué no fue el men­sajero del Señor a las otras gentes de la ciudad?» Hijo, es que andaban atareados comprando».

  1. Con los magos prisa algo parecido. Textos del judaísmo contemporáneo de Jesús consideran la mamá como uno de los pecados mayores, digno incluso (le la pena (le muerte. ¡Magos y además no judíos!: es imposible provocar con menos palabras, más sensación de rechazo. Pero la tradición occi­dental ha comenzado por anteponerlos lo de «re­yes'» magos, que no está en ningún evangelio. Se redime así lo escandaloso del personaje: más o me­nos como cuando nosotros hablamos de «los je­ques árabes». Los árabes, ya se sabe, son todos unos fundamentalistas… menos esos multimillona­rios que se pasean por Marbella. Ya están pues mi­tificados también los magos.

Imaginemos otra narración que parafrasea la del capítulo 2 de san Mateo: «He aquí que unos ima­nes y unos gurus venidos (le Oriente llegaron a la capital de la cristiandad diciendo: se nos ha mani­festado allá lejos la luz de Dios y venimos buscán­dola. Se trató de tenderles una celada pidiéndoles que cuando la encontraran fueran a comunicarlo a las autoridades. Pero, al salir ellos, volvieron a ver la luz. La fueron siguiendo, y se paró en los Gran­des Lagos. Y allí encontraron una pobre mujer hutu­ acababa de parir, en medio del camino. Y le dieron todo lo que les quedaba».

Y otra vez, cuando en el s. XXV alguna mujer cuente esta historia a su niño, puede ser que el pe­queño pregunte: «Mamá, ¿y por qué no vieron la estrella los habitantes de la capital? ‘Torque la iluminación de sus calles se lo impedía, hijo». Y sin embargo, es cierto que Navidad es una buena no­ticia y significa alegría. Desmitificarla será enton­ces desmitificar nuestra idea de alegría.

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