La Navidad es nuestra fiesta: “la fiesta del hombre”. Pero la estamos convirtiendo en la fiesta del consumo…
Es celebración, memoria y actualización del acontecimiento histórico del nacimiento del hijo de Dios y del hijo de mujer, Jesús de Nazaret. Cuando ahora la Navidad se convierte en tantas cosas menos esto, bueno es recordar las actitudes cristianas (que tomamos prestadas de Jesús de las Heras) para vivir un auténtica Navidad. (Ver **). O ver cómo podemos ofrecer (a Jesús, a los niños, a los jóvenes, a… todos) el mejor regalo para no convertirnos en “niños hiperregladados”, por ejemplo (ver al lado). He aquí una lista con algunas posibilidades según un texto tomado de encuentra.com:
Regalos que no cuestan
- El regalo de escuchar.
¡Pero realmente escuchar, sin interrumpir, bostezar, o criticar!… Solo escuchar.
- El regalo del cariño.
Ser generoso con besos, abrazos, palmadas en la espalda y apretones de manos, estas pequeñas acciones demuestran el cariño por tu familia y amigos.
- El regalo de la sonrisa.
Llena tu vida de imágenes con sonrisas, dibujos, caricaturas y tu regalo dirá: «Me gusta reír contigo».
- El regalo de las notas escritas.
Esto puede ser un simple «Gracias por ayudarme». Un detalle como estos puede ser recordado de por vida y, tal vez, cambiarla incluso.
- El regalo de un cumplido.
Un simple y sincero «Te ves genial de rojo», «Has hecho un gran trabajo» o «Fue una estupenda comida» puede hacer especial un día.
- El regalo del favor.
Todos los días procura hacer un favor.
- El regalo de la soledad.
Hay días que no hay nada mejor que estar solo. Sé sensible a aquellos días y da éste regalo o solicítalo a los demás.
- El regalo de la disposición a la gratitud.
La forma más fácil de hacer sentir bien a la gente es decirle cosas que no son difíciles de decir como «Hola» y «Muchas Gracias».
Así podemos hacer verdad lo que decía al final del artículo la autra del texto de al lado:
“Una maestra de primero de primaria pidió a sus alumnos que a la vuelta de la Navidad llevaran a clase un regalo para enseñar. «Traed el mejor de vuestros regalos», les recomendó. Todos exhibieron orgullosos su mejor juguete, excepto un niño que cuando fue preguntado por la profesora explicó: «Señorita, el regalo no se me ha olvidado, es que el mejor regalo que he tenido es mi mamá, ella me lo ha dicho». Suponemos que aquella madre ya ponía en práctica lo que venimos proponiendo: regalar tiempo a los niños. Más tiempo y de más calidad. Seguramente cuando sean adultos se darán cuenta del valor de este regalo. Un regalo que por otra parte tampoco tiene precio.”
Mientras tanto, desde aquí, deseamos a todos los lectores de Cuaderno Joven (y ya van veinte veces) que tengan una sencilla Navidad para vivir felices todo el año y, así, toda la vida.
Herminio Otero