El Papa con los jóvenes

1 junio 2003

El 3 de mayo se reunió el Papa con los jóvenes en el aeródromo de Cuatro Vientos de  Madrid. Como siempre, él gozó del encuentro, se creció con los jóvenes, tradujo su propuesta de Evangelio para ellos y sembró su mensaje de esperanza. Y los jóvenes respondieron.

Un espacio militar se convirtió en un espacio para el encuentro y la paz. Y en medio del calor primaveral, soplaron los vientos de la llamada a la contemplación, a la acción, a la paz y al compromiso colectivo y personal.

Los medios de comunicación quedaron rendidos ante él. Así opinaba ABC (5.4.03), que recordaba qué hacer “Después del Papa”:

 

A la falta de presencia de lo católico en la vida diaria se refirió el Santo Padre cuando manifestó que «se puede ser moderno y fiel a Cristo». Este mensaje es, al mismo tiempo, una invitación y un reto para que los valores cristianos circulen nuevamente en el discurso de las ideas, con la seguridad de que aportarán sentido ético y trascendente al progreso humano…

El Papa ha situado la cristiandad no en la puerta de entrada de la nueva Europa sino en su raíz misma. Que la Historia muestre episodios de brutalidad entre y por cristianos no devalúa la fuerza de los principios que fueron abriéndose paso para animar finalmente un modelo de convivencia y de organización, ciertamente imperfecto en muchos aspectos, que se ha basado en la libre determinación del hombre y en el respeto a su dignidad. Este es el contexto de la triple negación que el Papa hizo ante los jóvenes al nacionalismo exasperado, el racismo y la intolerancia. Toda una pauta de conducta para los nuevos europeos.

Es evidente que la fortaleza de estos mensajes requiere un compromiso igualmente fuerte de la Iglesia española. El liderazgo del Papa es intransferible e insustituible, pero la eclosión de entusiasmo que ha provocado su visita no es sólo síntoma de la devoción colectiva a su persona, sino también de una potencialidad espiritual no siempre bien administrada ni encauzada. Los obispos españoles no deben conformarse con constatar el éxito del viaje del Santo Padre y han de reconocer en la intensidad del sentimiento cristiano vivido este fin de semana el fuerte contraste que provoca con la atonía habitual de ese sentimiento en la vida diaria. La personalidad del Papa es inmensa y realmente está actuando como el catalizador de convicciones y compromisos que deberían estar constantemente en la agenda pastoral de los obispos y no siempre están o están de manera insatisfactoria. El carisma del Santo Padre es esencial para explicar su poder de atracción, pero no es lo único que lo explica.

La jerarquía española tiene ante sí una ocasión irrepetible para aprovechar el estímulo recibido por los católicos y abordar directamente los problemas de su relación con la juventud, de la selección y formación de los sacerdotes, del desarrollo de la vida parroquial y de la aportación intelectual y doctrinal a la sociedad española.

En muchos aspectos, los problemas de la jerarquía eclesiástica no son de fondo sino de comunicación, de empatía con los fieles, de capacidad para crear una opinión cristiana homogénea sobre los grandes temas de nuestra sociedad, algunos de ellos en abierta contradicción con enseñanzas tradicionales de la Iglesia, utilizando argumentos bien defendidos, expuestos con lenguaje comprensible y seguidos de actitudes que expresen vocación participativa en las inquietudes de los ciudadanos, superando la disyuntiva habitual entre proselitismo o desistimiento. El Papa ha dejado una gran responsabilidad en manos de la Iglesia española.

 

¿Qué queda ahora de aquello? La respuesta ha de ser permanente, ha de darse cada día, y no está sólo en manos de los obispos. Por eso recordamos en este Cuaderno Joven las palabras del Papa a los jóvenes, troceadas en varias secciones, y otros artículos y testimonios. Para que no nos olvidemos de lo que fue y no perdamos la vista lo que puede ser.

Cuaderno Joven

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