EL PIERCING DE DIOS

1 julio 2004

Andaba yo merodeando por las afueras del Reino de los cielos esperando a que se abrieran las puertas, cuando de repente un ángel salió a mi encuentro y se dirigió a mí con estas palabras:

–Oiga, ¿lleva mucho tiempo esperando?

–No, no –le contesté–, apenas diez minutos.

–Muy bien, no tardará en abrirse las puertas del Reino. El procedimiento es muy          fácil. ¿Ve allí a lo lejos a toda esa gente? Pues sígales y bajo ningún motivo les pierda de vista…

Y el ángel desapareció sin poder ni siquiera darle las gracias.

Así que para hacer tiempo me quedé tatareando mi canción favorita… No había pasado ni dos minutos cuando el graznido de las puertas me puso en alerta. Con toda la presteza del mundo me dirigí al grupo de personas, de las que me había hablado el ángel. Según me iba acercando podía apreciar a primera vista que muchas de esas personas estaban malvestidas, y cuando ya estaba a escasos metros pude oír el comentario de alguno de ellos…

–¡Puf! –pensé al momento–, en mi vida jamás me he equivocado y éstos tienen cara de delincuentes, de presos, de ladrones…, en fin, de bazofia y mala gente…

Así que, cuando llegué a las puertas, me di cuenta de que había dos entradas y, aunque no había ningún cartel que lo indicara, pues eso, que pensé que una entrada era para el cielo y otra para el infierno. Además me percaté rápidamente de los rostros de las dos personas que había en cada una de las entradas. El diablo…, bueno, se pueden imaginar, mientras que el rostro de Dios… ¡vamos!, que no lo dudé ni un instante, dejé la cola (que por cierto era enorme para el infierno), y me fui a la otra entrada que estaba vacía. Dios salió a mi encuentro, me hizo rellenar un formulario, firmar, me puso el sello y… ¡adentro!

Al minuto salí con un cabreo de impresión: no sólo me había equivocado de entrada, por primera vez ¿por primera vez?, sino que había errado al juzgar a una persona por su apariencia…

El que yo había pensado que era Dios, me dijo como si nada hubiera sucedido:

–¡Anda!, regresa a la fila y no vuelvas a equivocarte… Dios es inconfundible, lleva       siempre un piercing en la ceja…

José María Escudero

Para hacer

  1. A veces juzgamos por las apariencias, perolas apariencias engañan. ¿No? Buscar ejemplos.
  2. ¿En qué nos dejamos nosotros llevar por las apariencias?
  3. Aquí, sea cual sea, se trata de la Imagen de Dios. ¿Cuál es la que tenemos nosotros?

En Mateo 25 Dios (Jesús) está en los menesterosos (los que han menester de alguien): concretar quiénes son ahora.

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