El polvo blanco del diablo

1 noviembre 1997

– Testimonio de un exdrogadicto

 

Maldita heroína,

tú que eres como la serpiente del Paraíso,

que con tu estampa divina

te enroscas en mis venas

haciéndome sentir un placer falso.

Tú que me has hecho

mentir, engañar y hacer

sufrir a todos mis seres

más queridos.

Tú que me has robado

la dulzura, la ternura y el amor

por la vida, que aunque dura, es maravillosa;

que aunque triste, es necesaria,

porque ella nos enseña a sentir

y a amar incluso en el dolor.

Tú que has conseguido

que me odie a mí mismo, sal de mi vida y

no vuelvas más.

Tú que me has traído una enfermedad

que ha hecho que pare

y empiece a pensar en mi vida de verdad…

 

– Corazonada de un educador

 

Sal de mi vida, desenróscate de mis venas, serpiente maldita y venenosa.

Te expulso de mi Paraíso como lo hizo Dios en el principio. Te echo fuera de mi jardín para que crezcan los árboles en flor con sus buenos frutos y con la fresca brisa de los días.

Sal maldita, sal y no vuelvas más a mi casa. Huye de mí y de los míos.

Te perseguiré toda mi vida, te odiaré como a nadie odié jamás, te olvidaré y lucharé para que no pises ningún campo de los de mi herencia, para que no envenenes con tus babas mi juventud.

Amaré a mi pareja y seremos felices sin ti, puerca víbora maldita, serpiente venenosa, enga­ño de muchos jóvenes y perversión de nuestros días.

Para ti, joven que me escuchas, vibre tu corazón acompasado y al latir de tus días maravillo­sos sin esa perversa compañía. Los días hablarán solos, los años pasarán y verás a la vieja ser­piente morir a la vera de tu camino y así será pisada y destripada por los caminantes y también verás -por desgracia- a algún otro cándido jovencito que la anidará en sí, la acogerá, acariciará y le morderá, ya que no muere más que en aquel que la mata.

Polvo blanco del Diablo, trágatelo tú, Satanás y déjame para siempre en paz a mí. Nunca más me taponará los ojos, he puesto gruesos cristales para su rebote, para que cuando me cerque la insidia, la tentación y tu quererte enroscar, saltes como si de una alambrada electriza­da se tratase. Mis ojos ven, ya era hora, ven con claridad el camino y ese polvo maldito blanco, como si fuera inocente, como corderito manso y agradable le he despellejado antes que él lo hiciese conmigo y ya veo, veo, veo el camino y haré por mil medios que otros muchos vean tu maldito engaño. Adiós, polvo blanco y engañoso del Diablo.

José Miguel Burgui

 

 

PARA HACER

 

  1. Leer y comentar estos dos textos. ¿Qué nos dicen?
  2. En ambos textos lo fundamental es la carga emotiva, ocasionada por las experiencias vividas, ya sea como joven o como educador. Releerlos como si los autores fuéramos nosotros y hubiéramos vivido esas experiencias. ¿Qué nos dicen ahora?
  3. El educador, que escribió el texto a partir del seguimiento al exdrogadicto, lo ha comentado y habla­do en cinco cursos de FP y “los alumnos han apluadido. Habrá algo…» ¿Qué es lo que hay?

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