EN LA CASA DE DIOS…

1 octubre 2013

 

ES OBLIGATORIO… ESTÁ PROHIBIDO…
Entrar con el corazón vestido de fiesta. Usar las mejores galas; nada de Nike,Adidas o Springfield. Mira bien la etiqueta, en ella debe poner bien claro: “Alegría”.

 

Entrar con “las mismas pintas de siempre.” Con el pantalón de la rutina, con la camisa de “a ver cuándo acaba esto” o con los zapatos de “vaya tostón.”
“Olvidarse de fichar.” Nadie te ha puesto “una soga al cuello” para que asistas. Mirar la hora, poner cara de circunstancias o estar pensando en lo que tienes que hacer en cuanto salgas.

 

Divertirse. El 99% del mensaje de Jesús se puede escuchar sonriendo. Aburrirse. No pongas de excusa al cura o al catequista… Con Jesús la diversión está asegurada.

 

Cerrar los labios y abrir de par en par el corazón, pues Jesús tiene que decirte algo muy importante. “Darle al palique” con la persona de al lado. Si quieres hablar del tiempo o de fútbol, hazlo con Jesús.

 

Pedir a Dios todo lo que quieras (bueno, sin pasarse) con la confianza de que Él te escucha en todo momento.

 

Pedir a Dios resignadamente, a ver “si suena la flauta.”
Sentirte como en tu propia casa y sentir a los que están a tu alrededor como tus propios hermanos.

 

Sentirte como un niño en una reunión de adultos o como un adulto en un corrillo de niños… Sentirte raro, fuera de lugar.
Cantar, rezar, gesticular… Si lo haces mal, no te preocupes: a Jesús le encantas. Mantener en silencio tu corazón y tus sentimientos, no sea que vayas a “meter la pata”.

 

Resetear tu corazón y echar en la papelera todos tus pecados, todos tus rencores, para salir “hecho un pincel”. El pincel de Dios. Tomarse el tiempo que estás como un paréntesis que no afecta para nada tu vida y no va a tener ningún tipo de consecuencias.

 

Echar en el cestillo de la comunidad todos tus talentos, lo mejor de ti mismo. Encender una vela (limosna) como el que enciende la luz del cuarto de baño.

 

Salir de la casa de Dios llevando a Jesús consigo (si hay que “agarrarle de las orejas” se hace, pero no creo que haga falta). Salir de la casa de Dios echando el cerrojo y dejando a Jesús bien cerradito hasta la próxima ocasión.

José María Escudero

 

 

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