Europa: una realidad en proceso

1 junio 2007

 

En el año 2005, aparecía editado por Paulinas, un pequeño libro titulado Europa. I suoi fondamenti oggi e domani. Su autor: Joseph Ratzinger. Al celebrar los 50 años de la UE, puede ser interesante aproximarnos a través de sus páginas al enfoque de Benedicto XVI sobre la evolución histórica de Europa.

– ¿Qué es propiamente Europa?

No es simplemente un continente que se pueda comprender en términos geográficos; es, en cambio, un concepto cultural e histórico.

– Breve aproximación histórica al nacimiento de Europa:

Ya Herodoto (484-425 a.C.) decía que “Europa y el mundo griego son países diferentes”. El proceso de una nueva identificación histórica y cultural se realiza de manera totalmente consciente bajo el reinado de Carlo Magno, expresando la palabra Europa, al mismo tiempo, la conciencia de continuidad y de novedad con la que se presentaba el conjunto de nuevos Estados, y la fuerza cargada de futuro.

– Y ¿el mundo eslavo y el mundo greco-romano?

Existen, ciertamente, suficientes elementos unificantes, que permiten hacer de dos mundos, un único y común continente: la común herencia de la Biblia y de la Iglesia antigua que reenvían a un origen común fuera de Europa, en Palestina, los fundamentos ideales del derecho, el monaquismo portador no sólo de la continuidad cultural, sino sobre todo de los valores religiosos y morales fundamentales así como de las orientaciones últimas del hombre.

– Hablamos del cambio hacia la época moderna.

Podemos hablar de un doble acontecimiento en Oriente: la disolución de la antigua Bizancio y el hecho que la segunda Europa alcanza con Moscú un nuevo centro y amplia sus confines hacia Oriente. Contemporáneamente constatamos también en Occidente otro doble proceso: gran parte del mundo germánico se separa de Roma con una nueva formailuminada de cristianismo y la radical salida de Europa de sus límites geográficos hacia del mundo del más allá del Océano. Un tercer cambio sucede en torno a la Revolución Francesa, de donde surge el Estado secular  que abandona la gracia y la normativa divina del elemento político y declara a Dios mismo como asunto privado; Dios y su voluntad dejan de ser relevantes en la vida pública.

– Pero, en realidad, cae también la idea inicial de la unidad del Imperio.

Ciertamente. En este momento, las naciones, los Estados se han identificado como tales en virtud de la formación de ámbitos linguísticos unitarios y aparecen como los verdaderos y únicos portadores de la historia. Las grandes naciones europeas se sabían depositarias de una misión universal, que necesariamente iba a desembocar en muy graves conflictos entre ellas, como hemos experimentado en el siglo pasado.

Y ¿el mundo de los valores?

La cultura europea es, quizás, la civilización de la técnica y del comercio, difundida victoriosamente por todo el mundo. Existe un sincronismo paradójico: con la victoria del mundo técnico-secular posteuropeo, con la universalización de su modelo de vida, especialmente en Asia y África, tengo la impresión de que el mundo de los valores de Europa, su cultura y su fe, aquello sobre lo que se basa su identidad, haya llegado a su término. Habría llegado la hora de los sistemas de valores de otros mundos: de la América precolombina, del Islam, de la mística asiática.

– ¿Una Europa en crisis?

Propiamente, Europa en estos momentos parece haber quedado vacía en su interior, paralizada en una especie de crisis de su sistema circulatorio, una crisis que pone en riesgo su vida, confiada por así decir, a transplantes que, por otra parte, no pueden menos de eliminar su identidad. Hay una extraña ausencia de ganas de futuro.

ÁNGEL MIRANDA

 

 

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