Hoy es el día de los Santos Inocentes. Día de broma fácil y de buscar entre las noticias las que son falsas. Pocos nos acordamos que este día hace referencia a la matanza de los niños menores de dos años por parte del Rey Herodes. Y en esto puede que yo tenga parte de culpa. Como catequista de niños de tercero de primaria que soy, al hablar de la Navidad no se me ha ocurrido contarles este truculento episodio. Bastante tenemos con el ángel, los pastores y los reyes magos.
He explicado el misterio de la Navidad en apenas dos sesiones de catequesis; que, además, han servido para ensayar el villancico del Festival de Navidad, colorear una postal, hacer la Celebración de final de trimestre…
Echamos la culpa al puente y al calendario, echamos la culpa a la poca formación religiosa de los niños que vienen a la parroquia, echamos la culpa a la escasa implicación de las familias… ¡INOCENTES de nosotros! A veces, y en esto también, la culpa es nuestra. A menudo no nos damos cuenta de que lo fundamental de la Navidad –la encarnación de Dios– es el mensaje esencial de lo que hacemos durante todo el curso. Nos centramos en lo inmediato y se nos escapa lo importante.
Nuestras fiestas, actividades, charlas, excursiones, campamentos… no tienen sentido sin Dios hecho hombre. El mensaje de que Jesús vino a estar entre nosotros y a salvarnos es la primera de las ideas que debemos transmitir en todas y cada una de nuestras acciones. Como agentes de pastoral salesianos se nos tiene que notar que la
alegría de sabernos acompañados por Cristo en nuestras vidas es la energía que nos mueve a realizar cada una de las miles de diversas actividades que desarrollamos. Y si no se nota… algo falla.
Para muchas familias somos la única imagen del buen Dios que conocen, los únicos seguidores de Jesús que están a su alcance, y esto debemos cuidarlo. Hemos desterrado de muchas de nuestras acciones lo explícitamente cristiano, las oraciones de los grupos están desapareciendo, la formación que damos a nuestros jóvenes es cada vez más descafeinada… ¿Puede ser la Navidad un momento propicio para coger impulso y replantearnos nuestra labor como testigos de Jesús? ¿Y si cogemos impulso al sabernos acompañados por Cristo y hacemos propuestas valientes a nuestros niños y jóvenes?
Yo por mi parte, estoy contento de que los niños de mi grupo de catequesis sepan que Jesús vino al mundo para ser su amigo. Lo de Herodes ya se lo contaré otro día…
Iván Poza Maldonado, catequista