La adolescencia, ¿más que una crisis pasajera?

1 abril 2006

Recientemente, el portal forumlibertas.com resumía la situación actual de los adolescentes en un editorial titulado “

La adolescencia, algo más que una crisis pasajera”. Los tintes y la orientación de quienes escriben llevan sin duda a cargar las tintas en un sentido alarmista. Se refería a España y decía así:

Cada día los medios de comunicación anuncian un nuevo sobresalto. Un día nos hablan de que el consumo de cocaína entre los jóvenes en los últimos cinco años se ha cuadriplicado. Casi cotidianamente surgen en toda España noticias de violencia en los institutos y escuelas, de ensañamiento con algún alumno. Ahora mismo dos mujeres en Asturias y Madrid fueron asesinadas por sus hijos, de 22 y 30 años, mientras que las denuncias por agresiones a los padres se han multiplicado por ocho.

El fracaso escolar constituye una lacra que parece invencible y que ya ha contaminado a la empresa a través de los alumnos que han alcanzado la edad laboral. La incapacidad para el esfuerzo, la exigencia en el trabajo que poseen un número creciente de adultos, también está dañando a la Universidad.

En el ámbito de la Iglesia, la caída de la práctica religiosa es muy grave y se produce a partir de los 13-15 años, y sólo con el paso del tiempo se recupera en una pequeña e insuficiente medida.

Hemos de estar convencidos de que los datos señalan en una sola dirección: Uno de los problemas más graves que amenaza a la sociedad española a medio plazo viene de la mano de parte de sus propios hijos. Es decir, de parte de todos nosotros. Porque por acción u omisión todos somos responsables de este estado de cosas.

Resulta insólito, incluso en las coordenadas de los países más “liberales” de Europa, que se produzcan algaradas callejeras porque se adelante la hora del cierre nocturno de bares. Es difícil encontrar en otros lugares de occidente, prácticas masivas como las del botellón y las de las noches de fin de semana pasadas en blanco. Las enfermedades de transmisión sexual y los embarazos crecen en las edades jóvenes de una manera imparable a pesar de que su información sexual, y el tipo de prácticas que realizan, no tiene nada que envidiar, incluso en algunos aspectos puede llegar a superarlos, a los de muchas generaciones adultas.

Estamos ante un problema integral muy grave. Un problema religioso, cultural, social, también económico, aunque los cegatos no sepan interpretarlo, y por consiguiente, político y además de primera magnitud.

Si todo ello es así, si tantos hombres y mujeres, los propios muchachos y muchachas, maestros y profesores, empresarios y responsables de sindicatos y ONG, que ven como disminuye la afluencia de voluntarios comprometidos, ¿cómo es posible que desde el ámbito de lo político la cuestión no esté ni tan siquiera planteada? Quizás la razón es que nuestros partidos políticos sencillamente son incapaces no ya de aportar soluciones sino de realizar un diagnóstico integrado de las causas.

Pero esa inanidad no elimina el problema, lo acentúa y es prioritario que le encontremos respuesta.

¿Qué opinamos de todo esto? ¿Estamos de acuerdo con esta visión? ¿Sucede lo mismo en otros países (de América Latina, por ejemplo)? ¿Qué estamos haciendo ante esa situación además de exigir responsabilidades políticas? ¿Qué podemos hacer nosotros?

Las preguntas podrían ser más. Las respuestas pasan por descubrir los signos positivos entre los adolescentes y jóvenes (los hay y muchos) y seguir actuando con esperanza desde la educación y desde la pastoral. Y esa es nuestra responsabilidad.

Cuaderno Joven

 

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