LA SONRISA DEL REY HERODES

1 diciembre 2004

Todo estaba en su sitio, las luces y los adornos navideños engalanaban la gran plaza del pueblo. La representación del nacimiento viviente (conocido y aplaudido en toda la comarca) era motivo de fiesta y orgullo para todos los aldeanos. De hecho cada uno de ellos tenía asignado un papel: los leñadores, los ángeles, los pastores, san José, los reyes magos e incluso Herodes que era representado todos los años por el viejo Germán (el hombre al que nunca se le había visto sonreír). No obstante si todos eran importantes el que ocupaba toda la atención era el niño Jesús, honor que recaía en el niño más pequeño de la población…

El caso es que a una hora de iniciar tan importante evento la madre de Cristian (el pequeño elegido) comunica a las autoridades municipales que su hijo está en cama con bastantes décimas de fiebre.

Los nervios empiezan a surgir pues al ser una población pequeña el siguiente niño ya sobrepasaba los cinco años. El alcalde, después de hacer muchas cábalas, se acuerda de la familia marroquí que hacía unos meses habían tenido un niño. Sabe que sus paisanos no lo aceptarían así que decide decirles que es el hijo de un hermano suyo que muy pocos conocen, pues se había ido a hacer las Américas y no había vuelto desde entonces.

Con todo dispuesto la representación empieza y sale a la perfección, recibiendo centenares de aplausos y muestras de admiración y agradecimiento de todos los asistentes. Ya solo quedaba la representación del día de Reyes con regalos para todo el mundo…

El pueblo estaba preocupado pues su alcalde (que representaba al rey Melchor) llevaba unos días en paradero desconocido. Como llegaba la hora y no aparecía decidieron por este año que sólo habría dos reyes.

Cuando llegó el momento de las ofrendas el rey Gaspar regaló al niño Jesús un montón de pañales y dos cajas de la mejor leche de la comarca mientras que el rey Baltasar le ofreció un montón de juguetes educativos.

En el mismo momento en que el concejal de cultura iba a dar por concluido el acto apareció el alcalde, vestido de rey mago, portando un pequeño sobre que entregó a los padres del pequeño marroquí. Al momento de abrirlo los rostros de la joven pareja se iluminaron y unas gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas. Lágrimas de las que por primera vez en sus vidas, no se avergonzaban.

El alcalde aclaró que era el permiso de residencia y que ese año ni la familia de Nazaret tendrían que emigrar a Egipto ni la familia marroquí a su país de origen…

Y fíjense lo que son las cosas, hasta el viejo Germán empezó a regalar sonrisas a todos aquellos que extasiados cruzaban su mirada con él… Y es que ¿no será que en Navidad todos deberíamos dejar nacer de nuevo la sonrisa limpia y generosa del niño que fuimos y que nos acerca un poquito más al Reino de Dios?

José María Escudero

 

Para hacer

  1. Leer esta parábola. ¿Qué tiene que ver el título? ¿Qué otro título se puede poner?
  2. Jesús nace para todos, más allá de razas e incluso de religiones. ¿Por qué no somos capaces de superar las diferencias?
  3. Responder a la pregunta con la que termina el texto.

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