LAS HUELLAS DE DIOS…, ¡CASO ABIERTO!

1 noviembre 2010

Nuestro protagonista (omitimos el nombre por razones profesionales) era un experto detective. Desde que se graduara en una prestigiosa universidad se había especializado en el fascinante mundo de las huellas. Su currículum no dejaba lugar a dudas: era el mejor en su campo. De hecho, estudiando las huellas, había detenido a peligrosos ladrones de bancos, a presos en busca y captura, a asesinos en serie… En definitiva, muy pocos casos se le habían resistido.

Así que aquel día en el que había sido llamado para un nuevo asunto por resolver, nuestro detective iba tranquilamente ojeando el periódico pensando cuál podría ser su nuevo encargo, cuando lo que escuchó, minutos después, de labios del director del departamento de seguridad casi le deja sin respiración:

–Este es su nuevo caso: Quiero que descubra el camino por el que va a venir Dios. Estoy convencido que usted, experto en huellas, lo resolverá brillantemente.

Y tras un apretón de manos, el detective, esta vez más confuso que nunca, empezó su trabajo. Salió a las calles, recorrió los caminos, preguntó a los seguidores de ese tal Nazareno, examinó miles de huellas y, finalmente, experimentó por primera vez en su larga y eficiente carrera profesional cómo el presente asunto se le escapaba de las manos…

Así que, tras unos meses de intensa búsqueda, decidió comunicar sus nulos avances y la conveniencia de sobreseer el caso o, al menos, de que fueran otros los que se hicieran cargo de tan compleja situación. Precisamente iba camino de las oficinas cuando una pequeña tienda, concretamente una zapatería, le llamó poderosamente la atención. Y no era para menos, el rótulo que pendía sobre el escaparate (“Los zapatos de Dios”) hizo que de inmediato entrara y presentara el problema al anciano que regentaba la zapatería. Éste, después de escuchar con atención la historia, entró en el interior de la tienda para salir al minuto con unos zapatos. Unos zapatos desgastados que ni eran de su gusto, ni poseían marca alguna, ni eran el número que él usaba. No obstante por la insistencia y la delicadeza en el trato del anciano el detective se calzó los zapatos y salió con ellos puestos a la calle…

Lo que pasó a continuación es un misterio (como toda esta historia) y desgraciadamente no tenemos al detective para solucionarla. Cuando la policía dio con el lugar donde se había visto por última vez a nuestro protagonista, el anciano había desparecido y la zapatería había sido demolida para la construcción de unos pisos…

Así que, amigo, este caso está aun por resolver. Te invito a que te hagas cargo de él. No te preocupes, nuestro detective y el dependiente de la zapatería nos han dado dos pistas más que fiables:

1.      Para empezar, primera pista, deberás ponerte los zapatos de Dios, que calza el mismo número que tus hermanos más pequeños.

2.      Porque debes saber, segunda pista, que las huellas de Dios son las huellas de la humanidad pobre y necesitada.

Y es que sólo metiéndote en los zapatos de Dios, en la vida de tus hermanos, podrás detectar sus huellas, averiguar el camino por el que va a venir a tu vida y experimentar su salvación.

J.M. de Palazuelo

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