LAS MONJAS BOICOTEAN LA NESTLÉ…

1 abril 2003

Qué tiene en común la hermana Mana Antonia, directora de la es­cuela subvencio­nada «Madre Teresa” con los consumidores críticos? La impensable respuesta es: todos ellos, antes de llenar el carro de la com­pra, son muy cautos. De los consumidores críticos conocemos sus campañas contra las multinacionales, los ataques a las contradicciones del mundo del consumo. Pero nadie se imagina que en una escuela de pueblo, llevada por salesianas, haya alguien que piense como ellos. Hasta el año pasado, en el comedor de la escuela infantil, donde cada día comen 150 niños, se comía chocolate Nestlé, yo­gurt Danone, quesitos Kraft y otro tipo de meriendas. Aho­ra han desaparecido, aparca­das para siempre.

A traer el mensaje y a in­dicar el camino del comercio justo a la hermana Maria Antonia ha venido un misionero que volvía de Kenia, el padre Alex Zanotelli. En un encuentro que tuvo con las monjas de la congregación hace ahora un año, el religio­so les había hablado de la ex­plotación de mujeres y niños del sur del mundo, del des­equilibrio entre costes de pu­blicidad y de mano de obra, de la ausencia de tutela sindi­cal, de la total indiferencia por los daños causados al medio ambiente por las multinacionales. De este modo las monjas han dicho basta, se han comprado el libro «Rebelión en la tienda” de  Ed. Icaria, y entre las fichas que cuentan vicios y virtudes de las grandes sociedades alimenticias, han encontrado mil razones para no comprar sus productos.

¿La Nestlé? Qué horror -contesta divertida la hermana María Antonia-, en 1993, en México, ha intentado anu­lar los derechos conquistados durante años por los trabaja­dores locales, en el ’94 las autoridades de Sri Lankra han impedido el desembarco de 15 toneladas de leche en pol­vo contaminadas con partícu­las radioactivas, y enel 1993 el Antitrust la ha de­clarado culpable de publici­dad engañosa. Por no contar lo que han descubierto sobreotras empresas multinaciona­les, por ejemplo, de zumos tropicales (que factura 250 mil millones de pesetas al año): clima intimidatorio, sa­larios bajísimos, utilización de pesticidas prohibidos en el “primer mundo» que provo­can impotencia. La única solución que han visto las monjitas es la de dejar de cola­borar con situaciones injus­tas, boicotear a quienes se en­riquecen gracias a la explota­ción y a la complicidad de los consumidores. La hermana Luisa, la ecónoma de la escuela, se ha puesto manos a la obra y ha descubierto que se puede comprar un buen queso en un productor veci­no, que la fruta de la zona es buena y barata, que el chocolate producido por el comercio justo cuesta un poco más que el otro, pero vale la pena, y que los plátanos de Canarias garantizan condiciones de tra­bajo mejores a los trabajadores.

 

Así, superadas las dificul­tades iniciales, también la hermana Natalia, la cocinera, ha aprendido a prescindir de las grandes marcas, a hacer la compra teniendo una aten­ción especial a los productos locales, aquellos de los que se puede saber el origen y que tienen un menor impacto ambiental (menos envolturas, menos conservantes o que no necesita un transporte excesi­vo desde su lugar de produc­ción). Ha hecho conserva de tomate y mermeladas para to­do el año durante las vacacio­nes. Y a principio de curso han organizado una reunión para explicarles a los padres lo que estaba sucediendo en las cocinas. Muchos de ellos se han comprado el libro. Se trata de una verdadera revo­lución de estilo eclesiástico. Me pregunto cuántos «no-­global» han conseguido re­sultados pequeños pero tan concretos y evaluables.

 Sara Stripoli

Alandar, febrero 2003

 PARA HACER

  1. Cuando la hermana Antonia tomó estas decisiones (Por cierto, ¿qué nos parecen? ¿Qué podemos hacer nosotros?) no se había enterado de la pretensión por parte de Nestlé de cobrar a Etiopía en medio de una de las mayores hambrunas, el pago de 6 millones de dólares como indemnización por la nacionalización en 1975 de una sociedad a raíz de un golpe militar.
  2. Todo esto tiene que ver con una economía de justicia. Investigamos… y actuamos.

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