LOS MITOS DE LA INMIGRACION

1 enero 2008

No hay día en que no escuchemos en los medios de comunicación que los inmigrantes vienen en oleadas incontroladas, pero la verdad es que la inmigración es un fenómeno controlado y planificado por un sistema económico que Juan Pablo II no dudó en llamar imperialista en la encíclica Sollicitudo rei socialis. Según la ONU, España necesitaría 240.000 inmigrantes al año para mantener su crecimiento económico y demográfico.

Se nos presenta a los inmigrantes como legales e ilegales, pero ¿quién decide que una persona es legal? Hoy lo decide el mercado de trabajo de los países receptores. La verdad es que ningún ser humano es «legal» ni «ilegal». También se miente cuando se dice que nos roban el trabajo. Por ley los empresarios han de cubrir los puestos con trabajadores nacionales y lo que sobre para los inmigrantes. Nos cuidan los niños y los ancianos por sueldos de miseria.

Se hacen declaraciones afirmando que la inmigración nos empobrece. Los hechos demuestran lo contrario: la inmigración enriquece la economía. Vienen los más jóvenes, los más sanos y los mejor preparados. El trabajo de los inmigrantes aporta a España 10 veces más que el gasto que generan del Estado. Aportan a nuestra economía 1.600 millones de euros al año. Igualmente se hacen afirmaciones asegurando que son los responsables de la delincuencia en España. La verdad es que el número de actos delictivos registrados por la policía, hechos por inmigrantes, en realidad son actuaciones policiales y no delitos, y la mayoría son por no tener la documentación en regla.

Por último, no falta quien asevera que los inmigrantes se llevan todas las ayudas. La verdad es que las administraciones reconocen ayudas para todo ciudadano con bajos ingresos. Nunca se conceden por el hecho de ser inmigrantes. Las administraciones deben generar los puestos de trabajo necesarios que den cobertura a las necesidades de todo ciudadano

Pero se escucha mucho menos, y no podemos callarlo, aunque sea lo políticamente correcto, que el Gobierno del PSOE tuvo información en diciembre de 2005 de la muerte de mil setecientos africanos ahogados en nuestras costas y lo silenció. La muerte de inmigrantes en las aguas de Canarias supone una tragedia humanitaria de dimensiones incalculables. No confundan, señores políticos: la muerte de estos seres humanos huyendo del hambre es el gran drama, no su llegada a España, y ustedes todavía no han exigido a la ONU una solución urgente al problema. No podemos tampoco callar, que «después de estar cuarenta días encerrados, en condiciones poco dignas, los inmigrantes son esposados, amordazados, sedados y devueltos a África», como ha afirmado la secretaria general de Cáritas diocesana de Canarias, Lola Correa, en relación con el trato dado por las autoridades a los inmigrantes llegados las últimas semanas a las islas españolas.

Una vez más los medios de comunicación juegan con la tragedia de la inmigración. Los medios de PRISA silencian la complicidad del gobierno con el genocidio que se está produciendo y los comentaristas de la COPE, de manera insistente, denigran y hasta insultan a seres humanos que abandonan sus países porque se mueren de hambre. Es un escándalo, una inmoralidad, una canallada. Solo hay una solución digna a la tragedia que se está produciendo: que haya justicia y solidaridad con los hambrientos de la Tierra. Lo demás es miserable.

El Papa Benedicto XVI nos ha recordado que el hambre que padece millones de hermanos nuestros es un escándalo que requiere la atención de la comunidad internacional, «porque tenemos todos el deber de ocuparnos de nuestros hermanos»… No es posible hablar de paz allí donde los hombres y mujeres pasan hambre, constató emitiendo una dura condena contra el ingente gasto global en armamentos. Estos seres humanos, ¿no son nuestros hermanos y hermanas? ¿Acaso sus hijos no vienen al mundo con las mismas esperanzas legítimas de felicidad que los demás?», preguntó.

«La hambruna también es provocada por el hombre y por su egoísmo, que se traduce en carencias en la organización social, una rigidez de las estructuras económicas demasiado a menudo dedicadas únicamente al lucro e incluso prácticas contra la vida humana y sistemas ideológicos que reducen a la persona, privada de su dignidad fundamental, a no ser más que un instrumento», lamentó el Papa. El verdadero desarrollo mundial, organizado e integral, deseado por todos, exige al contrario conocer de manera objetiva las situaciones humanas, determinar las verdaderas causas de la miseria y ofrecer respuestas concretas.

 Francisco Rey Alamillo

Responsable de la Casa de Cultura y Solidaridad de Burgos

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