LOS NIÑOS LAS PREFIEREN RUBIAS

1 diciembre 1998

Comparado con la programación infantil de ciertas televisiones, el País de las Maravillas de la famosa Ali­cia es un lugar aburrido y vulgar. El bombardeo visual al que, desde muy temprano, se somete a la población infantil española no tiene precedentes. Dibujos, con­cursos, anuncios e intervenciones de presentadoras di­characheras ocupan una franja horaria dirigida a unos niños que tienen que compaginar su dura condición de espectadores con labores tan pesadas como despertar­se, vestirse, desayunar y soportar a sus padres. Que lo consigan constituye un auténtico milagro, y no resulta demasiado arriesgado aventurar que la alta escolariza­ción de nuestro país se deba, en parte, a la influencia de según qué programas.

La avalancha de guines protagonizados por osos verborreicos, búhos repipis, pingüinos autistas, mal­ditos roedores y demás fauna televisiva convive con una oleada de publicidad en la que las galletas se con­vierten en platillos volantes rellenos de chocolate; los juguetes, en actores virtuales, y el cacao en polvo, en obsesión recurrente.

Para hacer más digerible esta empanada catódica rica en consumismo puro y duro, algunas cadenas han optado por intercalar breves apariciones de presenta­doras cortadas por un mismo patrón: rubias (falsas o no, qué más da), siempre de buen humor y que tratan a nuestros hijos con una familiaridad que éstos nunca les tolerarían a sus padres (así como en las películas un padre puede soltarle a su hijo «hola, campeón» sin que el niño le decapite, estas presentadoras se atreven con fórmulas de cortesía tan pornografías como «iho­la, marchosos!»).

  • Hipnosis

A partir de las 7.30, La 2 de TVE hipnotiza a nues­tros retoños con la emisión de Mucha marcha. El pro­grama está presentado por Leticia Sabater, un volcán en permanente erupción que contagia su entusiasmo no sólo a los chavales o a los marchosos de la casa, si­no también a los mayores, que, con sólo verla, empie­zan a soltar expresiones como «hey, estoy flipando con la informática», o a repetir «genial» cada dos por tres como si las reservas de adjetivos estuvieran bajo míni­mos. Su tono de voz, tan estridente como su look, y su peculiar manera de vocalizar convierten nuestro cere­bro en un circuito por el que, a toda velocidad, circulan términos como «OK» y «alucinante» que nos preparan mentalmente para el apocalipsis.

La situación se repite invariablemente: vemos el fal­so piso en el que vive la joven y tatuada Leticia (deco­rado, sin lugar a dudas, por un enemigo de lo ajeno) y observamos cómo mantiene diálogos teóricamente di­vertidos, bien con nosotros (que, en general, no damos crédito a lo que estamos viendo en la pantalla), bien con actores que se ganan la vida como buenamente pueden interpretando personajes de tan pobre conte­nido dramatúrgico como el profesor Bombilla. Tras dos horas de Leticia, el público descansa lo que bue­namente puede, aunque la dicha en breve. De 13.00 a 15.00, la muchacha regresa con más marcha si cabe, hasta que, sin dar ninguna muestra de cansancio, se despide de todos nosotros con unos sonoros, marchos y merecidos besitos.

 

  • Despide: ¡Ingrid Asensio!

En Antena 3, en cambio, el despertar de los niños resulta menos anfetamínico. Concebido como lugar de reunión, el Club Megatrix, que se emite entre las 7.30 y las 9.00, reproduce un esquema parecido al de Mucha marcha, pero, en lugar de dejar el mando de la nave en manos de una Leticia Sabater enérgica y profesional­mente solvente, recurre a una dirección bicéfala for­mada por Ingrid Asensio (que sólo comparece al final para comentar alguna carta y despedir el programa) y un grupo de chavales cuyos padres parecen totalmen­te insensibles a la problemática de la explotación in­fantil.

Aquí, la aportación lingüística más destacable es el uso del prefijo mega para casi todo: megacontestador, megapregunta, etcétera (un truco parecido al que ya se emplea en la catalana TV -3 y su Club Super-3, y en el que el prefijo petrí empapa todos los diálogos). Además de la presencia (o mejor dicho, de la ausencia) de Ingrid Asensio, destaca la participación de Jorge San José, un niño prodigio muy expresivo y que, según se cuenta en la zoeb de Antena 3 (http://wwwantena3tves), «empe­zó con cinco años en el mundillo de la tele». ¡Como si eso fuera una virtud!

 

SERGI PÀMIES «El País», 18.10.98

PARA HACER

  1. Comentar lo que señala el autor. ¿Estamos de acuerdo?
  2. Visionar algunos fragmentos de los programas ver cómo funcionan las presentadoras desde el esquema aquí seña­lado.
  3. Ver y comentar también algún anuncio en televisión dirigido al público infantil.

 

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