Misión Joven | Enero-Febrero 2023: Ética del cuidado. Cuidar-nos y cuidar.

4 enero 2023

Hay dos tipos de personas: las que se hacen cargo del dolor y las que pasan de largo;  las que se inclinan reconociendo al caído y las que distraen su mirada y aceleran el paso (FT 70).

Pienso que no hay nada más noble en el ser humano que cuidar a las personas que deambulan junto a él en el camino de la vida. Hoy creo que, más que nunca, es necesaria una ética del cuidado cuyo principal activo sea la virtud (en el sentido de la areté griega) de la atención al otro expresada en la cercanía, la acogida, la atención o la sanación de las heridas que mortifican a nuestros hermanos y hermanas. El por qué de este implicarnos en la vida de los demás para acariciar, abrazar o vendar corazones está en la dignidad que compartimos: la de ser todos hijos de Dios en una fraternidad universal. Desde esta antropología que tiene sus raíces en la misma revelación judeo-cristiana, no cabe el dar rodeos ante el dolor ajeno, el permanecer indiferentes ante el sufrimiento de mi hermano herido o el vivir en una autorreferencialidad egoísta, una burbuja que antes o después nos hará toparnos con la realidad de una soledad vacía y poblada de aullidos.

Frente a tantos reclamos como a nuestro alrededor nos invitan disfrutar de la vida haciéndonos sentir el ombligo del mundo y prescindiendo de los demás, la ética del cuidado nos compromete a descentrarnos y a mirar la realidad desde otro ángulo. Se trata de poner por delante siempre a los otros. Una propuesta que, en labios de Jesús de Nazaret, suena absolutamente revolucionaria: no dar rodeos ante quien ha sido apaleado y abandonado a la vera del camino (cfr. Lc 15, 11-32); dar a quien te pide sin esperar nada a cambio (cfr. Lc 6, 30); abrigar soledades (cfr. Lc 6, 29) ; tocar la herida y vendar desesperanzas (cfr. Lc 5, 12-16).

Y luego está el cuidar-nos. Amar a los demás como te amas a ti mismo tiene solo una medida: la del amor a Dios porque hemos sido amados primero, de forma des-medida. Amar-nos como nos ama Dios, es decir, preocupados por los demás, atentos a las necesidades, despreo. Hay dos tipos de personas: las que se hacen cargo del dolor y las que pasan de largo; las que se inclinan reconociendo al caído y las que distraen su mirada y aceleran el paso (FT 70). cupados por nosotros mismos cuando se trata de cuidar al hermano. Muy lejos, a mi entender, de tanto buenismo como expresamos cuando deseamos, a veces banalmente, “¡cuídate!”, a quien despedimos después de un fugaz encuentro por la calle. Tendríamos que desear, más bien, “¡cuida a los demás!”. En clave evangélica, cuidarnos solo puede entenderse desde la invitación de Jesús a salir de uno mismo y renunciar a ser el centro de nuestras preocupaciones (cfr. Mt 16, 24-28) dejando a los otros en su segundo plano. Por el contrario, Jesús nos recuerda: cuida de él (cfr. Lc 10, 34).

Eclesialmente, el Papa Francisco nos ayuda a comprender que hoy nuestra presencia en el mundo debe poner mayormente de relieve la misericordia y la ternura, en un mundo de soledades y violencia, vulnerabilidad y abandono… Francisco apunta al corazón del ser humano,  a poner por delante a quien sufre y sangra, a cuidar con mimo olvidándonos de nosotros mismos.

Tendríamos que estar atentos ante tanto mensaje cuqui y tantas referencias a la autoayuda  para no desenfocar el camino que nos propone Jesús de Nazaret: la renuncia a uno mismo y la entrega de la vida por amor, por puro amor. Y eso, desvivirse, es cuidar a las personas con las que comparto la vida. Sí, ya sé que surge la pregunta inevitable: ¿quién cuida al cuidador? También Jesús nos responde: “Yo estaré contigo siempre” (cfr. Mt 28, 16-20) y “será el Espíritu quien pondrá en ti la fuerza” (cfr. Lc 12, 11).

Educar en esta ética del cuidado en clave evangélica es todo un reto pastoral. Acompañar hacia la adultez creyente es acompañar cristianos que entiendan vitalmente que hay más alegría en dar que en recibir (cfr. Hch 20, 35), que la renuncia a uno mismo es poner a mi hermano herido y abandonado en el centro y cuidarlo como yo me siento cuidado y amado por Dios mismo, dejando que su Espíritu hable por mi boca y se exprese a través de mis manos que sanan y abrazan. Pura gracia que cicatriza heridas y alienta la esperanza, también en el corazón del sanador.

Por eso hemos querido dedicar este número de MISIÓN Joven a la ética del cuidado. Cuatro reflexiones nos ayudan, desde distintas perspectivas, a acercarnos a este compromiso evangélico y a profundizar en una praxis pastoral que eduque en esta sensibilidad:

  • Mª del Carmen Massé, profesora de la Universidad Pontificia Comillas (Madrid) desde una visión antropológica, reflexiona sobre “Cuidar es humano. Cuidar nos hace humanos”.

  • Desde una perspectiva bíblica, Miguel Ángel M. Nuño, profesor de la Universidad Pontificia Salesiana (Roma) nos propone la reflexión: “Un Dios que nos cuida y nos enseña a cuidar”.

  • Desde la historia del cristianismo, Juan Carlos Aonso, salesiano, nos ofrece una reflexión sobre “Los santos cuidadores” proponiendo una auténtica espiritualidad del cuidado.

  • Finalmente, José Carlos Bermejo, camilo, nos ayuda a plantear una “Pastoral del cuidado”, poniendo de relieve una praxis que haga de nuestro mundo un lugar humanizado.

Abrimos este nuevo año con novedades gráficas en nuestra revista, secciones nuevas en el Cuaderno Joven, nuevos colaboradores y un cuaderno final que queremos dedicar a la Iglesia sinodal en preparación a la asamblea convocada por el Papa Francisco y que en estos meses vive su proceso de búsqueda y diálogo en la fase continental. Deseamos que este nuevo año recién estrenado traiga frutos pastorales por la acción del Espíritu. Solo Él hará prósperas las pobres obras de nuestras manos. Feliz año 2023 a todos nuestros lectores.

José Miguel Núñez

misionjoven@pjs.es

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