MURIÓ de HAMBRE

1 enero 2005

Un poema en solidaridad con las 100.000 personas que mueren asesinadas diariamente de hambre. El hambre es obra del ser humano. Todos somos solidariamente responsables de este genocidio. El hambre es debida al orden asesino que impera en el mundo con su cultura de muerte. Quien muere de hambre, como denuncia Jean Zeigler, es víctima de un asesinato… Nuestro silencio ante las instituciones políticas nos hace cómplices…

solidaridad.net 07.9.04

Murió de hambre.
Jamás, con todo, se fijará
sobre su tumba esta razón
porque será enterrado en la fosa común.
Jamás se inscribirá sobre su tumba este motivo
porque no hay pasaporte para la pura verdad.

Había ido de ventanilla en ventanilla
en todas las oficinas,
por todas las fábricas,
por las moradas de todos los terratenientes.
No había nunca para él una plaza vacante…

Jirón a jirón, su ropa acabó en harapos.
Y esto, junto a miles de piezas de tela
con las que nadie sabía qué hacer.
Se tumbaba a las noches en plena intemperie,
hoy aquí, mañana allá.
Y, sin embargo, era un hombre.
Un hombre como tú.
Un hombre como yo.
Un hombre como todos los demás.
Un hombre como todos los hombres.
Y se tumbaba a las noches sobre la desnudez del sueño
al vecino calor de las confortables mansiones.

El hambre, en las entrañas.
El frío, en los huesos.
Sus carnes, rotas de flacidez y de cansancio.
Sin color. Sus costillas, un rosario de huesos.

Un grito de rebeldía cada fémur.
No se escribirá, no, sobre su tumba
que murió lentamente, lentamente de hambre,
en tanto que la harina enmohecía en los comercios
y mientras que, detrás de sus contadurías
defendidas por rejas,
las fábricas, a reventar de productos,
contaban y contaban sus pingües beneficios.

Un hombre muere.
Un hombre como tú.
Un hombre como yo.
Un hombre como todos los hombres.
Un hombre muere de hambre,
de hambre, pero al lado de la abundancia.

No. No se dirá sobre su tumba:
«Murió de hambre».
¡Maldito el hombre
que desprecia al hombre
y lo rebaja!
No se escribirá sobre su tumba, no,
«Murió de hambre».

Y tú, amigo; pero tú, amigo,
recuérdalo:
ése murió de hambre
lentamente, lentamente, lentamente,
¡de hambre!
Un hombre como todo hombre.
Un hombre como tú
«muerto de hambre».
Lentamente, lentamente
en un mundo de abundancia…

 Jean Zeigler

 

 

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