NIÑOS HIPERREGALADOS

1 diciembre 2005

Descontrol consumista

En estas fechas puede resultarnos costoso parar un momento y reflexionar sobre la importancia que tiene el regalo para nuestra población infantil, para los padres, los educadores y la sociedad (de consumo). A medida que avanza la Navidad aumenta nuestro descontrol consumista. Por ello no es raro ver adultos cargados de paquetes, con ideas tan pintorescas como «esto también les hará ilusión», cuando posiblemente los niños que recibirán ese enésimo regalo ya hayan desestimado tal posibilidad.
Cerrar el cupo de regalos

Convendría cerrar el cupo de regalos que haremos a los niños; parece difícil pero es un reto convencernos y convencer a los más pequeños de que las ilusiones no son proporcionales al número de regalos, que se puede ilusionar durante mucho tiempo con un solo presente.

Queda un gran trabajo por hacer, ya que los niños siempre están recibiendo cosas sin razón aparente. Este modo de actuación fomenta en la infancia un afán consumista que desemboca en una valoración a la baja del esfuerzo personal. Es posible que en el fondo tengamos la excusa, utópica al fin y al cabo, para tenerlos entretenidos.

Hacer frente a la frustración

El empleo del tiempo libre por parte de los niños de hoy día dista mucho de la utilización que de él hacían las generaciones anteriores; se asoman con una naturalidad pasmosa a las ventanas electrónicas, nos dan lecciones de habilidades técnicas adquiridas sin gran dificultad, y pocos minutos después cogen una pataleta o juegan tan contentos con una caja de cartón.
A pesar de todo, son niños. Pero aquellos mensajes recibidos a través de medios de comunicación tan potentes, no siempre son apropiados para su grado de madurez-inmadurez, para su formación en valores y para el posterior control de sí mismos cuando lleguen a adultos. Cada vez les costará más hacer frente a la frustración, cuando descubran que las cosas que consiguen no son lo que parecían o que no todo se puede conseguir.

 

Cultura de combustión rápida

Es muy posible que estemos siendo espectadores (¿responsables?) de una futura generación con un pobre concepto de sí misma, con baja tolerancia a la frustración, con la inmediatez como valor y con un concepto de cultura de combustión rápida. El juguete que deseaban con tanta ilusión duerme al lado de otros tantos mientras los pequeños reciben más inputs de ventanas que no han aprendido a cerrar, que nadie les controla y que les prepara para la próxima petición.
Seguramente, algunos de los actuales tipos de familia marcan al nuevo niño, o niño «teledirigido» o «hiperregalado». Las familias que por su profesión obligan a los niños a hacer jornadas de ejecutivo, otras que se encuentran en largos y dolorosos procesos de separación y unos pequeños que se ven compensados y recompensados con regalos por duplicado. También familias con bajo poder adquisitivo que consideran muy importante que sus hijos no se diferencien de otros niños con un nivel económico más holgado. Compensamos a los niños con objetos y cosas, la gran mayoría de las veces innecesarias.
Regalar es gratificar

Cabría preguntarse entonces: ¿cuál es la finalidad del regalo? Regalar es gratificar. Pero nuestros niños están siendo gratificados continua y gratuitamente; no se les exige un comportamiento determinado-adecuado. El regalo acusa inflación. Un pequeño que obtiene todo aquello que desea sin hacer nada para ganarlo corre el riesgo de convertirse en una persona con pocas habilidades para afrontar los contratiempos de la vida real.
Por otra parte, un niño que a través del aluvión de mensajes se siente omnipotente y con licencia para pedir, porque todo lo que ve es motivo de petición y toda petición se hace realidad, será una persona con dificultades para diferenciar la vida virtual de la vida real; y cuando lo real suceda, probablemente no se encuentre preparado para afrontarlo.
Los padres excesivamente generosos desconciertan a los niños. Si convenimos que educar no sólo es acompañar, también corregir y contrariar (y contrariarse), en estas fechas renunciamos a la vocación de intentar que los niños se esfuercen por ser personas y caemos en la trampa de bajar la guardia y ceder a todos sus caprichos para darles la oportunidad de mejorar.

CRISTINA RAMÍREZ-ROA
UNIVERSIDAD DE BARCELONA
El Periódico, 12/19/2004

Para hacer

  1. Ver los epígrafes que hemos puesto (no estaban en el original). Qué otros pondría cada uno.
  2. Resumir, así, el artículo en diez puntos claves que también afectan a los jóvenes.
  3. Véase el final de este artículo en la página anterior. ¿Cuál es el mejor regalo que nosotros hemos recibido de nuestros padres, de nuestros amigos, de,,,?

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