En un cambio de clase, escuchaba esta semana pasada la siguiente conversación entre dos alumnos de tercero de ESO:
—Otra vez Don Bosco,— resoplaba casi uno de ellos… —Acabamos de venir de Navidad, y festival otra vez…
—¡Otra vez Don Bosco!— le contestaba el otro con un brillo especial en los ojos… —¡Y casi no nos da tiempo a prepararlo!
Y salió corriendo a buscar a un grupo de compañeros para movilizarles y empezar a preparar un número para el festival.
Sí, otra vez Don Bosco…
Y me quedé pensando con cuál de los dos alumnos me identificaba yo, como educador…
¿Me está venciendo la rutina? A lo mejor estoy empezando a interpretar que todo lo pasa, ya ha pasado antes, que no hay nada nuevo bajo el sol, y en definitiva, que cualquier tiempo pasado fue mejor.
¿O estoy dándole una nueva oportunidad a la vida y al mundo? De nuevo, la posibilidad de hacerlo esta vez mejor, de corregir los errores de años pasados y de mirar con ojos nuevos a chicos y chicas nuevas, que no estaban el año pasado, ni tenían la misma edad ni las mismas experiencias.
Y pasa con Don Bosco, con Navidad, con la Pascua, con María Auxiliadora…
Y con las evaluaciones, los cursos y los exámenes…
Y con los proyectos, las actividades, los campamentos…
Y si nos descuidamos, con todo en la vida: los encuentros, las conversaciones, las fiestas, las tareas, las celebraciones…
Pues llega la fiesta de Don Bosco: otra vez, pero de nuevo; en la misma fecha, pero con otras personas; como siempre, pero con ganas de ser extraordinaria. Es una invitación a la creatividad, a la ilusión, a la renovación, y en definitiva, a la esperanza.
¡Feliz fiesta de Don Bosco!
Pablo Gómez, SDB