Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se juntará a su mujer y serán los dos una sola carne.
Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre.
Marcos 10, 6-8
Vivimos tiempos complejos en los que realmente no sabemos si la palabra matrimonio ha sido apropiada por unos, manipulada por otros o simplemente usurpada. Con el concepto familia pasa algo parecido. En pocos años la realidad ha cambiado notablemente y es difícil poder hablar de un concepto claro de familia y de matrimonio.
Por lo tanto a la hora de platear una pastoral familiar tenemos que abrir el abanico enormemente y ser conscientes de que estamos ante una realidad cambiante, dinámica y que es difícil ajustar a un patrón específico, aunque ello nos cause dolor.
La imagen de la cubierta de este número es un detalle sacado de un conjunto escultórico al que le tengo mucho cariño, Juanito saltimbanqui. Este grupo se encuentra a escasos metros de la casa en la que nació Don Bosco y representa al joven Juan haciendo equilibrios sobre una cuerda, mientras unos jóvenes le admiran; en la parte de atrás, se encuentra una señora con un pequeño que apunta al cielo. Juan antes de los juegos invitaba a todos los presentes a rezar una oración, igual que le enseñó a él su madre. Un ejemplo claro de que lo que se recibe en la familia después se transmite al grupo de iguales.
Desde este punto de partida, propongo hacer dos lecturas de la imagen que abre este número dedicado a la pastoral familiar:
- En positivo
Nos fijamos en el niño que apunta hacia arriba. Apunta a lo alto, aconsejado y guiado por la madre que le sostiene. Ella sabe cuál es su papel; por eso mira con ternura y cariño al pequeño. Su posición es la de estar por debajo de él, ya que él es quien tiene que crecer, pero tampoco es un camino que deba recorrer sólo, por eso le sostiene mientras se levanta y mira hacia arriba.
- Para la reflexión
¿Cómo es nuestra pastoral? Muchas veces la figura de los padres se encuentra ausente, y si aparece uno de ellos, en el mejor de los casos es la madre y ya, en muchas ocasiones, alguno de los abuelos.
¿Cómo son los modelos familiares con los que nos encontramos? Familias monoparentales, varón ausente de la educación, abuelos encargados del cuidado, hombre y mujer con niños de matrimonios anteriores conviviendo en el mismo núcleo familiar…, una realidad muy heterogénea.
Ante esta realidad: ¿Podemos ofrecer una pastoral única y cerrada? ¿Hacia dónde debemos caminar? ¿En qué nos puede ayudar el fijarnos en los modelos del «pasado»?
Jota Llorente