UN BEBÉ, UNOS PAÑALES, UN PESEBRE

1 diciembre 2010

Te esperábamos grande entre los grandes,

un político con mayoría absoluta

o un gran empresario con dotes de mando…

Un deportista de élite

o un famoso colapsando audiencias…

Un artista con caché de estrella

o un gran líder enamorando corazones…

Y sin embargo, Tú, Dios mío,

te haces un bebé, un niño, un ser débil e indefenso.

 

Te esperábamos envuelto en la grandeza,

arropado por millones de electores

o por una multitud de obreros cumpliendo tus órdenes…

Admirado por millones de gargantas vitoreando tu nombre

o por una multitud de mandos a distancia esperando tus apariciones…

Encumbrado por millones de fans repitiendo tus palabras

o por una multitud de ciudadanos siguiendo tus huellas…

Y sin embargo, Tú, Dios mío,

apareces envuelto en la pobreza, anonimato y sencillez de unos pañales.

 

Te esperábamos en los lugares más grandes de nuestro mundo,

en edificios blindados por centenares de escoltas

o en salones de cinco estrellas…

En estadios que llevaran tu nombre

o en platós con presencia de cámaras de medio mundo…

En plazas y avenidas engalanadas para tu venida

o en ciudades enteras abarrotadas de gente…

Y sin embargo, Tú, Dios mío,

nos citas en una cueva, en un chamizo, en un pesebre.

 

Gracias, Dios mío,

por hacerte hombre entre los hombres,

por hacerte pobre entre los pobres.

Y, sobre todo, gracias, Dios mío,

por escoger la pequeñez de nuestras vidas

para hacer de ellas tu gran morada.

 José María Escudero

 

 

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