Un «vivac urbano»

1 julio 1997

n numerosos centros juveniles de tiempo libre, durante los meses de verano, se organizan «campamentos urbanos». Se trata de una experiencia educativa que gira en torno a diversas actividades de tiempo libre realizadas en la propia ciudad. Se pretende que sean actividades gratuitas, abiertas y que sirvan para «recrear la propia ciudad». Los chicos y chicas que partici­pan, comen y duermen en su casa. En el campamento urbano de Ourense que organiza la Asociación Xuvenil «Amencer», se ha introducido la posibilidad de dormir una noche en las propias instalaciones base del campamento (los locales de la asociación, tiendas, etc.). Es lo que hemos denominado un «vivac urbano».

 

Esta experiencia, novedosa dentro de los habituales esquemas de los campamentos urba­nos, nos pareció sumamente apropiada en particular para realizar durante el día dedicado a la naturaleza. Naturalmente, para dormir al aire libre en vivac, lo único que se precisa son las ga­nas y la posibilidad de hacerlo. El lugar ideal sería un monte aislado y lejos de la civilización ur­bana.

En nuestro caso, se ofreció a los más pequeños la posibilidad opcional de dormir en los lo­cales de la asociación. Quienes durmieron al aire libre, lo hicieron en un bosque próximo a di­chos locales: se construyeron cabañas con madera, a base de ramas secas o caídas de dos ár­boles; cuerda de pita y paja u hojas secas.

Cada cabaña era un simple esqueleto de polos bien amarrados con cuerda y el cuerpo de paja u hojas. Dependiendo de la imaginación de cada grupo, había diseños de todo tipo, aun­que la forma más repetida era aquella que imitaba la «tienda canadiense» (un palo horizontal colocado entre dos árboles, haciendo de base de la techumbre y el resto apoyado en él). La experiencia, así conducida, permite también el uso de tiendas de campaña.

 

Las actividades más, lúdicas de esa noche vivida en un auténtico vivac comenzaron a las diez y media de la noche con unos juegos para descansar, tras la excitación y agitación que se respiraba en el ambiente y para «entrar en contacto con la noche».

El resto de actividades, una vez divididos ya en dos grupos para retiramos así a dormir, tu­vieron a los sentidos y la naturaleza como provistas: observación de estrellas y juegos pa­ra desarrollo del oído, vista e, incluso, del olfato.

Sin ningún género de dudas, se trata de una experiencia rica en posibilidades, que permite el disfrute de niños y adolescentes, que reconcilia con la vida y… termina permitiendo que nos durmamos todos haciendo un guiño alegre y feliz a la vida.

 

Toni González

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